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De las puertas de la ciudad a Mestalla, la fiesta de los campeones

  • Foto: KIKE TABERNER

VALÈNCIA (EFE/Sergio Morro). El vetusto estadio de Mestalla se quedó pequeño para albergar la gran fiesta de celebración del Valencia CF con sus aficionados tras conseguir la Copa del Rey en el año del centenario de un club que no festejaba desde hacía once años la consecución de un título.

Incluso antes de que aterrizara el avión del Valencia en Manises el estadio había comenzado a llenarse. Nadie se quería perder la fiesta y eso que la noche había sido larga.

Las tribunas altas fueran las últimas en abrirse al público después de que se llenara el resto del estadio y comenzaran a formarse colas en algunas de las puertas de entrada al coliseo valencianista.

Las casi dos horas que los aficionados tuvieron que esperar para que llegara el equipo al estadio, no desanimó a Mestalla que no paró de cantar, hacer la ola y jalear a su equipo, mientras por las pantallas del estadio veían el recorrido del autobús por las principales calles de la ciudad.

Pasaban unos minutos de las 19:00 horas cuando el autobús asomó por una abarrotada Avenida de Suecia (donde se ubica la fachada principal de Mestalla) que, con una larga traca y al grito de 'campeones, campeones' y 'Sí, sí, sí, la copa ya está aquí', recibió a sus jugadores.

Los futbolistas y los miembros del cuerpo técnico fueron saltando al césped de Mestalla y se subieron a la tarima ubicada en el centro del terreno de juego.

Los últimos en hacerlo fueron los cinco capitanes de equipo (Dani Parejo, José Luis Gayà, Jaume Doménech, Rodrigo Moreno y Geoffrey Kondogbia) acompañados del entrenador Marcelino García Toral y de la gran protagonista: la copa.

Mientras sonaba el ya clásico "We are the champions" de Queen los futbolistas ofrecieron el trofeo a su afición que le respondió al grito de 'Campeones' con las bufandas valencianistas al aire.

Comenzó la fiesta. Los futbolistas bailaban y cantaban con su afición hasta que Parejo, el gran capitán, cogió el micrófono para dirigirse a una hinchada entregada que coreó sin cesar su nombre. Las lágrimas asomaban en los ojos del jugador de Coslada que fue rodeado y abrazado por sus compañeros.

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