VALÈNCIA. Cuando el Valencia CF decidió prescindir de los servicios de Rubén Baraja, la situación era límite. Baraja contaba con la confianza total del club y se alargó su destitución porque se daba por sentado que el vallisoletano iba a darle la vuelta al plano deportivo más pronto que tarde. La relación entre la leyenda che y la directiva, eso sí, se fue deteriorando hasta tal punto de que se llegó a negociar semanas antes de su salida con varios entrenadores y era un secreto a voces que la sintonía ya no era la misma. De hecho, las semanas pasaban y apenas había brotes verdes sobre el campo. La inacción fue tal, que el Valencia completó la peor primera vuelta de su historia y Corberán poco pudo hacer para maquillarla con las dos jornadas que tuvo de margen antes de arrancar la segunda parte de la temporada.
Con 13 puntos en el casillero, los che se encomendaron a Corberán y a su cuerpo técnico en busca casi de un 'milagro': pasar de hacer números de descenso directo a conseguir registros de Liga de Campeones. Parecía imposible, visto lo visto. La dinámica era aterradora, y varios jugadores estaban desconectados en la búsqueda de la reacción. Además, el de Cheste arrancó con un partido casi perfecto ante el Madrid en el que acabó sin sumar y con una salida muy seria al Pizjuán donde se escapó un punto de oro en una acción muy infantil de Mamardashvili. Un punto de seis pese a la mejora. Claramente, todo estaba en contra.
Pero los che insistieron, Corberán no dejó de creer y el grupo comenzó también a pensar que su nivel era el mostrado en esos dos partidos y no en el resto de campaña. Desde el inicio de la segunda vuelta, con un 1-0 en Mestalla de mucho sufrimiento frente a la Real Sociedad, el equipo ha despegado como un auténtico cohete. La victoria en Gran Canaria ya es la segunda como visitante este año, donde los jugadores también han mostrado una cara totalmente distinta a la de la primera vuelta. Por no hablar de que el Valencia lleva 29 puntos de los últimos 45 que se han jugado. Una auténtica barbaridad teniendo en cuenta de dónde venía el equipo.
Por consiguiente, el mes de mayo ya poco se va a parecer al infierno psicológico y deportivo que supone pelear hasta el final por la salvación, un objetivo que entre el aficionado valencianista es muy difícil de asimilar. De hecho, hay quien con razón no lo asimila ni lo asimilará nunca por la historia que tiene el club a sus espaldas. El trabajo de Carlos Corberán ha sido excelente, y los futbolistas han dado un paso adelante que se ha visto reflejado en el terreno de juego y en la clasificación, donde a falta de cuatro jornadas los valencianistas se encuentran a tan solo dos puntos de la octava plaza, que esta temporada da acceso a jugar la Conference League.
Mestalla volverá a ser clave en el último sprint de la temporada. Ganar los dos partidos restantes en el coliseo che (Getafe y Athletic) supondría que la pelea por Europa está más al alcance que nunca en estos últimos cinco años, si bien es cierto que por ahora el Valencia CF continúa dependiendo de los errores de los rivales.
Las renovaciones, ahora sí, son una prioridad en el seno del club. Sobre todo hay tres que se quieren acometer cuanto antes. César Tárrega, Diego López y Dimitri Foulquier gozan de la confianza del de Cheste y la idea es que antes de que acabe el año los tres estén atados. Sobre todo en el caso de los canteranos. En otro caso se encuentra futbolistas como Jesús, Thierry, Guillamón o Fran Pérez, cuyo contrato acaba en 2026 y el club debe decidir este verano cuál es su idea con ellos. Rioja y Dimitrievski, ambos con opciones de alargar más allá del citado año, cuentan con la predisposición de todas las partes de hacer efectiva esas opción.
Además, las operaciones de entrada y salida también cogen forma una vez sellada la permanencia. En el caso de Mosquera, la idea es que sea la venta del Valencia CF importante este verano, mientras que entradas como las de Neyou y Javi Muñoz pueden avanzar e incluso cerrarse si en Singapur terminan de dar el OK.