VALÈNCIA. A pesar de que el Presidente, Director Deportivo y Concejal de Festejos del Valencia CF aseveró en uno de sus últimos publireportajes que ‘vamos por buen camino’ aludiendo a la marcha del equipo y que el propio entrenador, que pocos días después cambió el discurso, también se atreviese a asegurar tras el empate ante el todopoderoso Eibar que ‘vamos en línea ascendente’, es una obviedad que el Valencia está muy lejos de ofrecer la imagen y el rendimiento que de él se puede esperar. Tampoco parece justo mantener las expectativas de temporadas precedentes en las que el Club sí hacia un esfuerzo, acertado o no, para poner a disposición del entrenador una plantilla digna de un Club como el Valencia CF porque las maniobras de la entidad en los últimos tiempos han ido en la dirección contraria: lo acontecido el último verano podría ser tildado de tentativa de suicidio por cualquier medio versado en cuestiones futboleras con la particularidad que quien perpetra dicha tentativa no la padece en sus propias carnes sino que se la hace sufrir a decenas de miles de aficionados que, ni siquiera, cuentan con la oportunidad de manifestar su desesperación en las gradas del viejo Mestalla. Si a todo ello le añadimos la fractura existente entre la propiedad y su entrenador por su público desagravio tras haberse sentido engañado... el ‘puchero de Navidad’, que ni si quiera Javi Gracia sabe si llevará refuerzos o salidas, tiene todos los ingredientes posibles para provocar una indigestión de difícil arreglo.
Ni la clasificación engaña, ni los síntomas del equipo sobre el terreno de juego aventuran grandes alegrías, ni lo acontecido en el Campo del Terrassa el miércoles hace pensar que el camino es el correcto o que la línea es ascendente. Quiera Dios que esta misma tarde en Barcelona veamos una versión renovada del Valencia y conquiste en el Camp Nou lo que ha dejado escapar ante equipos menores pero... en cualquier caso, es evidente que sabiendo la plantilla disponible -honesta pero insuficiente- y conociendo la absoluta inutilidad de los que dirigen el cotarro en despachos, bares y terrazas, las miradas acaban cayendo -como siempre sucede- en el inquilino del banquillo.
Para mi hay tres tipos de entrenadores: los que suponen una valor añadido para una plantilla siendo capaces de conseguir un rendimiento por encima del valor del grupo, los que ‘empatan’ con la plantilla que entrenan sin grandes logros ni grandes fracasos y los que restan al rendimiento del equipo haciéndolo peor de lo que realmente es. Ejemplos hay muchos en los tres supuestos: aunque todo es opinable creo que Luis Aragonés o Rafa Benítez son dos ejemplos, entre otros, de entrenadores que han elevado el nivel del equipo que tenían, Unai Emery o Quique Sánchez Flores fueron entrenadores que en el Valencia CF ofrecieron un rendimiento más o menos acorde con el plantel que entrenaron y Ayestarán o Celades restaron claramente a su vestuario. No incluyo aquí a Sir Gary Neville porque... no es entrenador.
Volviendo al presente y con todos los atenuantes que hay que considerar a la hora de valorar el trabajo de Javi Gracia hasta el momento creo, sinceramente, que NO está consiguiendo añadir valor alguno al grupo que gobierna más allá -y no es poco- de la honestidad que el equipo despliega en cada partido como consecuencia de respirar un ambiente sano en el que la convivencia es la adecuada pero... ni hemos podido asistir a mejoras tácticas evidentes, ni a la resurrección de futbolistas venidos a menos que a veces sí hemos observado en otros entrenadores, ni aportes estratégicos que adviertan una mejora clara del equipo por parte de su entrenador. El equipo es lo que es y su entrenador no lo está haciendo mejor.
En una tesitura normal, la situación del Valencia actual podría invitar a un relevo en el banquillo con todos los riesgos que ello supone pero, a la vista de quién está al mando de la nave, yo... aguantaría a ver si Gracia sale del bucle anímico que le llevó a buscar la puerta de salida y mejora sus prestaciones en beneficio del equipo porque si ha de salir Anil Murthy al mercado sólo podemos esperar una actuación como la del último verano o... mucho peor: que él mismo se enfunde el chándal de entrenador como se enfundó el traje de director deportivo sin saber distinguir entre un balón de fútbol y una ‘litrona’ de cerveza.