VALÈNCIA. Hace pocos días, en plena polémica por la vacunación de los integrantes de la selección española de fútbol, afloró la inteligencia de una señora de esas que se gana la vida con la política porque, seguramente, no sabría ganársela de otra manera y aprovechó el asunto para mezclar el machismo y buen número más de chorradas con las que ganar un minuto de gloria. Dijo la diputada de En Comú Podem Aina Vidal que eso del fútbol no es más que "once hombres que dan golpecitos a una pelota". En realidad ella lo hacía para arrimar el ascua a su sardina sin tener la más remota idea de lo que estaba hablando y esperando así ganar cuatro seguidores en Twitter y la palmadita en la espalda de alguien que la pueda aupar en su insignificante periplo político. La señora diputada no es capaz de ver más allá de un tópico del que ni siquiera tiene copyright alguno ya que es más antiguo que el propio parlamento donde ella vegeta, porque no es capaz de entender que lo que hace que el fútbol sea mucho más que once hombres dando patadas a una pelota es el interés que despierta y la ingente cantidad de público que convoca en los estadios. Para disgusto de la Sra. Diputada y para regocijo de los millones de seguidores del deporte, el público podrá, en breve, volver a poblar las gradas de los templos del fútbol para que vuelva a ser el rey del deporte. Enormes masas de gente que, voluntariamente, acuden a vibrar con su equipo y que, seguramente, nunca acudirían a escucharla a ella contando memeces.
Es el público el que hace grande al fútbol y hace de un partido algo que trasciende ideologías, clases sociales y credos religiosos. Es la sensación de cataclismo que anida en un estadio repleto rugiendo lo que transforma el deporte en un evento social de tal magnitud que escapa de su corto y sectario entendimiento.
En agosto volveremos a ver el fútbol que se nos perdió en la pandemia y esos campos inertes en los que se escuchaba el golpeo del balón y los gritos de los banquillos volverán a cobrar vida para ser centro y santuario de tantos anhelos que el virus nos arrebató. Sucederá en todos los estadios del territorio nacional y lo hará en la medida que permita cada una de las Comunidades Autónomas en función de situación sanitaria pero… sucederá y sucederá también en Mestalla pese a que los dirigentes del Valencia CF preferirían mantenerse lejos de los aficionados que dan sentido a la propia existencia de la institución que ellos regentan con el mismo éxito y el mismo menosprecio que la Sra. Diputada. Podrán amagar con la campaña de abonos con mil pretextos que fabrican a la misma velocidad que exprimen sus días de vino y rosas en la ciudad, pero no tienen manos ni pies suficientes para parar lo que es imparable. Tendrán que abrir las puertas de Mestalla para que el valencianista vuelva a tomar posesión de su casa porque, aunque en la escritura de propiedad ponga algo distinto, Mestalla fue, es y será la casa de los valencianistas y ellos… están de paso.
Habrá quien no quiera volver hasta que ellos se marchen y habrá quien sí lo hará a pesar de su incómoda presencia, todas posturas absolutamente respetables, pero ya no les quedan parapetos con los que contener la voz del valencianismo. Que se compren tapones para los oídos, que suban los decibelios de la megafonía o que aguanten el clamor de la verdad con el estoicismo que el valencianista ha soportado sus barbaridades. Y si no están dispuestos a soportarlo… carretera y manta.