VALÈNCIA. He intentado resistirme, pero mi cabeza me ha obligado a insistir una semana más en la renovación de Morales. En esa etiqueta de ‘malo de la película’ que Paco López siente que lleva consigo por ese factor deportivo que se esgrime como uno de los motivos para que el culebrón siga sin solucionarse. Ni ayuda en lo colectivo ni tampoco a los protagonistas que se hable en exceso de una negociación en la que todas las partes están jugando sus cartas y el único que se ha expuesto públicamente es el entrenador. Antes de la Copa, el míster explotó (cada uno es libre de pensar lo que quiera si con o sin razón) porque sentía que le están cayendo encima más historias de la cuenta. Puede que no era lo más correcto, que debía no haber chafado ese charco, pero se lo pedía el cuerpo. Es lo que tiene ser el ‘escudo perfecto’ y los riesgos que corre al aparecer telemáticamente semana tras semana, antes y después de cada encuentro. Basta con echar un vistazo a los números desde que Paco está a los mandos del primer equipo para comprobar el grado de relevancia del Comandante. Como escribía hace siete días, el entrenador está obligado a tomar las decisiones deportivas (nos gusten o no) que considere más convenientes… con el ‘Moro’ y el resto de sus compañeros. Además, como así reconoció el propio míster, no hay pegas entre él y el capitán.
De ahora en adelante, cada suplencia del capitán será analizada con lupa. Porque las habrá. Porque el calendario no da tregua. Y Paco tendrá que canalizar sus emociones cuando se le cuestione sobre cada movimiento alrededor del máximo goleador (43) y máximo asistente (25) de la historia del Levante en Primera División. Con el ‘11’ y los demás, la gestión de esfuerzos será necesaria para responder en la travesía importante que se avecina, con dos encuentros de Liga en cuatro días contra adversarios de la ‘misma Liga’ (hoy en Cádiz y el viernes en Valladolid antes de visitar al Real Madrid) y posteriormente, en menor medida pero sin menospreciar la competición, el cruce de octavos de final de Copa del Rey. Uno de esos momentos clave que hay en cada temporada para dar un paso adelante con un valor incalculable a nivel clasificatorio y emocional.
Una realidad deportiva (undécimos a dos puntos de los gaditanos) reforzada tras la inyección anímica de las cuatro victorias seguidas de local ante Getafe, Real Sociedad, Betis y Eibar que han permitido abrir margen con el precipicio de la clasificación. Dos de esas alegrías (contra verdiblancos y armeros) con el sello del Comandante después de haber sido suplente en ambas jornadas anteriores (Huesca y Villarreal). El factor Orriols es un seguro de éxito. 245 días después, el Levante volvió al Ciutat ante el Alavés y aún no conoce la derrota con la nueva cubierta: seis encuentros, dos empates y esos cuatro triunfos consecutivos.
Por mucho que todo lo que le rodea se magnifica, el futuro de Morales no debe desenfocar la perspectiva. Lo que les une es alcanzar la permanencia un año más y que el escudo siga luciendo con fuerza en la máxima categoría. Eso no es óbice para continuar sin comprender que a poco más de cinco meses esté en la lista de deberes pendientes junto a otros que también finalizan como Rochina, Miramón, Postigo, Duarte, Doukouré y un Toño cuyo contrato hasta 2023 podría interrumpir el Levante el próximo mes de junio de manera unilateral (previa indemnización económica) si el ‘3’ no hubiera disputado 75 partidos oficiales en las últimas tres temporadas. Lleva 49. Con todo el respeto a los demás, el Comandante es un capítulo aparte y debe ser tratado con una piel diferente, pero no por lo que ha dado sino por lo que aún puede ofrecer. Que todos pensamos que Levante y Morales están condenados a entenderse, que habrá beso al final de la película, pero del dicho al hecho todavía hay un buen trecho.
En anteriores capítulos dije que este vestuario pedía a gritos un reciclaje porque todos los ciclos tienen su fecha de caducidad y la autocomplacencia suele acabar devorando proyectos que hay que refrescar para evitar que se llegue al agotamiento. Lo sigo creyendo, pero esa reconstrucción no la concibo siendo Morales uno de los que hace las maletas. Ahora es verdad que el Levante 21/22 está condicionado a la venta de activos por 16,5 millones de euros, con dos nombres propios en la parrilla de salida y que aún no han reaparecido: Campaña, que ha sufrido un paso atrás y ha recaído, y Bardhi, que está en la expedición a Cádiz. Sin olvidar la cantinela del Athletic y Aitor y que otros como Clerc o Malsa están despertando interés. Lo del andaluz supone un perjuicio mayúsculo, más de cara a futuro por ser el principal exponente para suavizar ese yugo que asfixia. Que esa tercera opinión (la del doctor Fernández Jaén) sea la definitiva y, sin prisas, pueda volver en plenitud. Es un jugadorazo, pero el Levante ha revivido sin él. Nadie es intocable. Ningún futbolista debe condicionar la hoja de ruta de Paco López. Todos son conscientes de que hay que dejarse de individualismos.
Ningún equipo tiene el remedio para encajar las derrotas, pero está claro que es mejor caer en combates en los que se lucha por sueños grandes que sin saber por lo que se está peleando. Y que para ganar finales hay que jugarlas. Ese el consuelo que le queda a un Levante Femenino que volvió a tropezar con una realidad que duele. Una historia que se repite. Desde el paso adelante en el verano de 2018 para recuperar el terreno perdido, los números ante el Barcelona, Atlético y el nuevo Real Madrid hablan por sí solos: nueve partidos, un empate y ocho derrotas. En cualquiera de las tres competiciones (Primera Iberdrola, Copa de la Reina y Supercopa), la superioridad de las más poderosas es incuestionable y es en esos duelos directos donde se deciden los títulos, siempre con la obligación previa de no despistarse (que puede suceder) contra el resto de equipos más ‘terrenales’. Es duro, pero el Levante desapareció en la final del sábado en Almería y cuando compareció pasada la media hora ya sufría un doloroso y definitivo 0-3.
Queda la ilusión de seguir luchando por volver a ser protagonistas en noches como la del sábado en los Juegos Mediterráneos. Quedan dos retos muy bonitos: la pelea por la Champions, donde el Levante defiende su condición continental al haber asaltado la zona europea antes de afrontar la Supercopa, y una Copa de la Reina para la que ya tiene la plaza asegurada. Hay que pasar página con exigencia y aprendizaje. No soy quién para dar soluciones ni tampoco tengo la fórmula para cambiar la estadística en los momentos clave, pero si recordaría que el Levante Femenino campeón tenía un porcentaje importante de valencianas y/o productos de la cantera granota. Ahora es mínimo y con una participación residual. Me falta ese grado de identificación que también reclamo en los chicos.