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Repaso a las carencias

27/07/2021 - 

VALÈNCIA. El mensaje de Bordalás poniendo a dos centrales como mediocentros ante el Cartagena inquieta un poco: es cierto que sin Soler y Racic esta parcela queda muy desangelada, a pesar de los buenos destellos de algunos de los jóvenes de la Academia. Creo que la fiabilidad de este equipo pasa por reforzar potencialmente esta parcela del campo, que se ve huérfana de calidad. Esto se vio claramente en la construcción del juego contra el equipo murciano, que pudo maniatar el ataque valencianista en toda la primera parte y pasada la segunda.

Tampoco hay que alarmarse por la fragilidad defensiva que se sigue mostrando: el Villarreal te hizo dos y el Cartagena otros dos, aunque es verdad que tú, con Sobrino, Cheryshev, Jason, Diego López y Manu Vallejo les hiciste tres a cada uno. Aquí lo que importa es el concepto de juego, la intensidad como ideario innegociable y que las piernas cojan fuerza para que la cabeza gane sensaciones positivas. Decir lo contrario es confundir a la gente que, como yo mismo, se sienta a ver qué evolución le vemos al equipo con respecto a la temporada pasada y con respecto, también, al anterior partido. Ahora bien, no sé qué pasa en este equipo con los horrores defensivos...

Al Valencia CF le veo más crecido, más convencido de que cada balón se tendrá que luchar hasta la extenuación, porque el grupo así lo exige y se lo exige a sí mismo. Buena sensación de actitud, de fondo físico, de carácter y de unidad. Pero, como dije, sí me inquieta el hecho de que hay poco fútbol en general, salvo las pinceladas que da Guedes, cuando al luso le da por pintar su lienzo personal. Nos falta ese control en la medular, que dé mayor contundencia en lo defensivo y mayor control en lo ofensivo: si el equipo de Bordalás debe confiar toda la presión del juego de equipo a chavales vamos a pagar la misma inocentada que en la temporada anterior, que se llevó a unos cuantos jóvenes por el camino. Lo malo es que aquellos jugadores que parecen tener esa chispa de magia buscan irse de un club al que le ha costado mucho vender bien el producto, alzar una buena y coherente idea de qué se quiere hacer y cómo se pretende construir un proyecto con esta economía de subsistencia.

Meriton no ha entendido que el valencianismo, con un proyecto real, honesto y humilde por delante no rechaza la grandeza de su club, sino que lo apoya más, pero para eso hay que decirle la verdad y no estar, cada dos por tres, acusándole de todo y, sobre todo, no convencerles de lo torpes que han sido a lo largo de la historia y que ellos han venido a aquí para enmendar nuestra estulticia. Quizá para Meriton el fin justifique los medios, pero esa premisa renacentista, europea, ya la superamos hace muchos años por estos lares y acabó con una revolución francesa de por medio, cortando cabezas y persiguiendo a quien entonces  solo entendían el poder desde la tiranía. A quienes insistieron en esta idea les ha llegado su peculiar fin, trágico en la mayoría de los casos. Quiero decir con esto que la comunicación entre el máximo accionista y el aficionado debe ser más amable, más sincera, más próxima. Todo eso se ha perdido, para desgracia nuestra, porque yo ahora mismo veo las carencias del equipo y tardo varios minutos en entender que existe un plan que contrarreste esas pequeña lagunas… me cuesta pensarlo, porque hasta la fecha no ha sido así, salvo cuando Meriton dejó trabajar con cierta libertad a Mateu Alemany. Bueno, los Mateu y compañía ya son historia y ahora cabe centrarse en este proyecto que exige sinceridad y transparencia: no nos importa si debemos construir un proyecto con gente de la casa (es más, nos encanta esta idea), pero ese proyecto, que está cargado de contradicciones hoy por hoy, hay que explicarlo sin acusar, sin señalar y aceptando todas las burradas que se han hecho previamente desde 2015 hasta nuestra fechas. No sé si esto servirá para sellar el perdón, pero al menos sí nos dará tranquilidad cuando veamos a dos centrales jugando eventualmente en el centro del campo, con escaso fútbol en sus prestaciones y con la esperanza de que esto no sea más que una circunstancial anécdota sin importancia.

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