VALÈNCIA. En la montaña rusa de emociones que se ha acabado convirtiendo la temporada gracias a la impagable colaboración de la "troupe" de Peter Lim, hemos pasado del peor presagio el lunes de la semana pasada en Getafe a la esperanza el sábado tras lo de Mestalla y el canguelo tras los resultados que el domingo devolvían al equipo a plazas de descenso.
De todo esto, a nivel personal, saco la parte positiva de albergar un hilo de esperanza que hasta el sábado no veía por ningún sitio. Si Baraja es capaz de dar continuidad al estilo aguerrido y equilibrado que le quiere dar a su equipo, será posible soñar con no caer al pozo de la segunda división. Eso sí prepárense porque vienen curvas y visto el puntaje en el que nos encontramos en la jornada 23 la salvación va a estar muy cara. Hasta en eso acompaña al Valencia el infortunio, porque en los dos últimos años han hecho falta 39, 37 y 36 puntos respectivamente para huir de la quema y parece casi seguro que este año nos vamos a ir a más de 40.
Así que si las pasaron "canutas" en los últimos minutos del sábado ante la Real, no crean que va a ser más plácido lo que tenemos por delante. Ese rescate va a tener que trabajarse desde un sufrimiento superlativo, hay que prepararse para ello.
El otro rescate fue el emocional. Mientras Gattuso se iba empequeñeciendo ante la crisis y dejándose arrastrar por la espiral que existe en el club para cargar contra los aficionados (acabó echándole la culpa a Mestalla del mal juego del equipo por los pitidos en el partido de Copa ante el Athletic), Baraja dijo desde el primer segundo que quería a Mestalla empujando y lo consiguió. Supo leer emocionalmente el partido pidiendo con gestos el apoyo al más puro estilo Simeone y demostró que Mestalla paga el respeto con respeto. Porque es muy capaz de dejarse la vida animando a los suyos (siempre lo ha hecho) y a la vez pedir al sádico de Singapur que ceje en su venganza personal. Repito Mestalla paga el respeto con respeto.
Y eso que a la afición le volvieron a "robar" el recibimiento al autobús. Es la policía quien decide, sí. Pero es el club quien puede hacer más o menos fuerza para lanzar un mensaje sibilino a aquellos que protestan contra el "amado líder". Deslizar entre líneas la idea de que como hay protestas, no hay recibimiento pero vamos a negociar para que ante Osasuna lo haya, y nosotros somos los que lo vamos a solucionar es demagogia pura. Tanto como anunciarle a algunos medios (y a otros no) vía whatsapp el sábado que el equipo iba a entrar por la calle Joan Reglà y que no hicieran "mucho ruido" con el asunto. Las conclusiones del hecho se las dejo a ustedes.
El último rescate es el más complicado. Es el del club, y yo ese es el que ahora mismo veo más complicado. Porque cada vez tengo más la impresión de que todo esto a Peter le mola. Le hace sentirse poderoso y muestra al mundo la magnitud de su ira. A él el Valencia CF le importa una higa y este ya no es un tema (en su totalidad) monetario. Ahí soy pesimista a la hora del rescate definitivo. Por eso es tan importante la permanencia, porque de momento es la única manera de ganar tiempo ante el cataclismo y a ver si un día el tipo que está asesinando el club a sangre fría a 13.000 kilómetros de distancia cambia de opinión y decide desaparecer de nuestras vidas.