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Roberto Ferrandis hará el maratón con 70 años y 150.000 kilómetros

2/12/2022 - 

VALÈNCIA. Hace un par de semanas, en una mañana soleada, remataba una de mis plácidas ‘corriandadas’ estirando junto al mismo pino torcido de siempre, al lado del Palau de la Música, cuando vi pasar a un hombre largo y enjuto que
reconocí al segundo: era Roberto Ferrandis. Le pegué un grito, paró y entonces me contó que acababa de cumplir setenta años -el 1 de octubre- y que se había propuesto volver a correr el Maratón de Valencia Trinidad Alfonso. Aunque se apresuró a matizar que, en realidad, no lo iba a correr, que lo iba a caminar.

Yo, que conozco hace muchos años a Roberto, que fue presidente de la SD Correcaminos entre 1997 y 2005, y con quien he tenido la suerte de compartir algunas mañanas de sábado en los tiempos todavía gloriosos del Grupo Salvaje, me extrañó que él, un atleta notable que llegó a correr un maratón en 2h46, se rebajara a hacerlo al trantrán. Y entonces me explicó que no iba a correr, pero tampoco a andar, que era una cosa intermedia, un caminar rápido y técnico que le permitía hacer kilómetros en poco más de seis minutos, y que, para asegurarse, tenía pensado salir el domingo a siete minutos el kilómetro.

La historia de esta participación comenzó hace un lustro. En 2017, Roberto Ferrandis corrió, esta vez sí, el Maratón de Valencia y, al acabar, se conjuró con su primo Pepe Ferrandis, cinco años mayor, que en 2022 volverían a hacerlo. El problema vino cuando, el año pasado, el expresidente de Correcaminos se rompió la pelvis. Roberto, que es traumatólogo, experto en biomecánica y experimentadísimo corredor, vio la radiografía y pensó que se había terminado la pasión de su vida. Pero como es muy cabezota y un pésimo paciente, empezó a caminar y, en un tiempo, intentó hacerlo lo más rápido posible.

Eduardo Gómez, otro histórico devorador de kilómetros por estos lares, le sugirió que probara con la marcha atlética. A Roberto, compañero de club, le pareció una buena idea, pero la puso en práctica y comprobó que la tensión de la pierna le causaba mucho dolor, así que, después de mucho cavilar, entendió que solo quedaba hacer una especie de sucedáneo, correr suprimiendo la fase de vuelo, que es la que castiga huesos y articulaciones. Y así, caminata a caminata, ha ido perfeccionando su técnica y ha llegado hasta la semana del maratón.

Son muchos años y muchas carreras. Él jura y perjura que prefiere un buen entrenamiento a una competición, pero que a su amigo José Román le gusta más el dorsal que el correr por correr y que siempre acababa arrastrándole. Han sido tantos maratones que Roberto afirma que ha perdido la cuenta. Pero lo curioso de su caso es que no sabe ya los maratones que ha corrido, pero sí ha hecho un cálculo que le permite decir que a lo largo de su vida ha completado 150.000 kilómetros.

La afición de contar a ojo los kilómetros que lleva, haciendo un cálculo mensual y hasta anual -Strava te lo resuelve ahora de forma instantánea-, viene de su amistad con el añorado Toni Lastra, a quien le gustaba presumir de las ‘vueltas al mundo’ que había dado. Una fanfarronada fantástica. Así, cada vez que estimaba que había completado 40.000 nuevos kilómetros, Lastra, el líder natural de Correcaminos durante décadas, podía decir que llevaba una vuelta al mundo más. Ferrandis ya lleva tres y anda muy cerca de completar la cuarta.

El domingo fallará a su cita anual con el puesto de avituallamiento del kilómetro 15, donde solía ponerse con los compañeros del Instituto de Biomecánica de Valencia. Roberto ha pedido un cambio para que le dejen encargarse del más próximo a la meta, el del kilómetro 40. Así podrá llegar antes de las siete de la mañana, organizarlo todo, dejar a su hijo y a Carmen, su mujer, al mando, y salir disparado pero con tiempo para coger la salida de las 8.45. A las cinco horas espera estar cruzando la meta, coger una botella de agua, ropa de abrigo y atajar por el río para llegar al cierre del avituallamiento.

El veneno del correr le entró en 1982. Ese año, en febrero, iba en bicicleta por Mislata y vio pasar a los corredores de la segunda edición del Maratón Popular de Valencia. Roberto se fijó y vio que había algunos corredores mayores. Eso le convenció de que si ellos podían correr un maratón, él también. Roberto, un tipo de 1,90, pesaba entonces 107 kilos, 32 más que ahora, y empezó a correr para adelgazar. Al principio, un día ala semana; luego subió a dos; más tarde, a tres. Y, poco a poco, fue haciendo distancias más largas.

Al año siguiente, Roberto Ferrandis estaba en la línea de salida del maratón. En cuanto explotó la carcasa, preso de la euforia, se lanzó a correr como un poseso y, pese a que en ningún entrenamiento había rodado a menos de cinco minutos el kilómetro, se plantó en el 10 en 45 minutos. El corredor no lo sabía, pero se acababa de suicidar. Aún era muy inexperto y cometió todos los errores del principiante. Unos días antes de la carrera, Roberto fue al mercadillo de Paiporta y se compró unas zapatillas Tiang. Su equipación, desastrosa, la completó con una camiseta de punto demencial y encima aún pesaba cerca de 96 kilos.

La primera mitad fue un festival; la segunda, un suplicio. “Los últimos diez kilómetros fueron una tortura. Recuerdo hasta la gente que me pasó: desde Paco Gómez-Trénor, que entonces era el presidente de Correcaminos, hasta Enrique Lucas, que fue directivo del Valencia CF, o Manolín Gutiérrez de Castro. Pero en el kilómetro 40 ya empecé a escuchar la música que sonaba en la meta y vi que lo iba a conseguir. La llegada fue un sueño y es algo que no he olvidado con el paso de los años. Es curioso que de muchos maratones no tengo ningún recuerdo y del primero conservo todos los detalles, hasta que fui con el tío Fausto, de Albal, diez kilómetros, que luego me dejó atrás y debió sacarme veinte o treinta minutos…”.

Después de aquella carrera vino la Mitja Marató d’Alcàsser y luego muchas otras, tantas que ya hace tiempo que perdió la cuenta. El maratón acabó sabiéndole a poco y un año, en 1987, cogió a su amigo Román y se fueron a Lisboa para salir corriendo desde la capital de Portugal, atravesar toda España y llegar hasta Valencia. “Salimos el 1 de julio desde el Cristo de Almada con 49 grados de temperatura. Fue un verano famoso en el que murieron muchos animales en las granjas por la ola de calor. Durante días corrimos y aproveché para hacer varios estudios físicos y técnicos, con diferentes zapatillas”.

Ferrandis siempre ha bromeado con que hace muchas de las cosas que les prohibía a sus pacientes y en aquella conversación en el río me recordaba una visita que le hizo a Blas Serrano -maratoniano y fundador de Cárnicas Serrano- unos meses antes de fallecer, y que el hombre le confesó que, pese a que Roberto, como médico y amigo, le había aconsejado que no volviera a correr el maratón, se apuntó y lo corrió. Él no es muy diferente y el día que cumplió los 70, se fue a Piles y celebró su aniversario metiéndose 35 kilómetros en las piernas.

Roberto, eso sí, quiere dejar claro que esto no es una locura ni una heroicidad, que es un ritmo comedido para la técnica que ha puesto en práctica, y que su principal objetivo es llegar al lunes con ganas de volver a salir a andar. Luego abrirá ‘Vida saludable’, el libro que ha escrito su amigo Patricio Llamas y seguirá haciendo todo lo posible para seguir viviendo con energía y buena salud.

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