VALÈNCIA. Rochina es un futbolista difícil de interpretar. Un talento que ha decantado los dos últimos triunfos a cañonazos. De elogios y gritos de desesperación en un mismo partido. Con momentos de virtuosidad en los que brilla y otros de desconexión que chirrían. Con defensores y detractores prácticamente a partes iguales. Un jugador que hace de su juego al límite su hoja de servicios porque en ese hábitat se siente el más cómodo del mundo. En él se engloba esa dualidad granota, esa ruleta de rusa, esa valentía o suicidio. Un jugón contra viento y marea, con un físico que le ha jugado más de una mala pasada y que le ha impedido sentirse en plenitud con continuidad. “Ha habido un mes y medio que prácticamente no he podido entrenar. A nivel personal no está siendo mi mejor año, pero son cosas que se quedan dentro del vestuario. Y cuando el equipo me necesite allí estaré. Cuando no te permiten (las lesiones) entrenar durante mes y medio como quieres, no coges la forma física. Se coge jugando partidos", reconocía tras su tanto al Real Mallorca que supuso los últimos tres puntos en el Ciutat, aunque acabó visiblemente mermado en los isquiotibiales.
Es diferencial y en el ADN de Paco encaja. Rochina es protagonista de muchos de esos debates externos, de esas corrientes de opinión que fluyen semana sí semana también, que no marcan los tiempos, pero que no pasan desapercibidas. Le llueven los elogios por ese arte que ronda por sus venas y los reveses por sus riesgos en el centro de mando, cuando se toca la orejita celebrando un gol o tras recordar en redes sociales una “visita especial” para él sin ser consciente de que en su día fue dolorosa para el que ahora en su club. Hay para todos los gustos. Me encanta cuando se siente jugando en el patio de su casa y no soy partidario de ese ‘run-run’ que se respira en la grada cuando no está acertado, aunque no soy quién para debatir el sentimiento de una afición soberana. Entiendo que sus riesgos desesperen y pese a ese escenario lo quiero siempre en mi equipo. Me subo a su carro, si es que alguna vez me he bajado. En la vuelta a la que fue su casa, ‘Rochi’ fue uno de los que mejor leyó el escenario del partido. “Habíamos visto en vídeo que dejaban la zona de la frontal más desprotegida”, reconocía tras la alegría, todavía en el césped nazarí. Su lectura ratifica que el cuerpo técnico de Paco López trabaja los partidos al detalle. Puede salir mejor o peor, pero el currazo es incuestionable. Como contemplaron en el trabajo visual de la semana en Buñol, el Granada se encerró en exceso y dejó espacios para ser encañonado. Ocho de los 19 goles del de Sagunto en Primera División han sido con disparos desde fuera del área; dos de dos esta temporada.
De lo más positivo es que el Levante no se cayó después del golpe que podía haber supuesto el 1-1 cinco minutos después del latigazo de Rochina. Sufrió, siguió creyendo y aprovechó más todavía la debilidad del Granada para firmar el segundo gol y llevarse el triunfo. Fue de Bardhi, que se lo merecía, que ha crecido y se ha unido con argumentos sólidos a la nómina de indispensables. Ocho de los 14 tantos del macedonio han sido desde la larga distancia. Fue el tercer triunfo fuera de casa, de nuevo por 1-2 como en Leganés y San Sebastián, y el fin a una racha de tres puntos de los doce anteriores. Marcaron ellos y Campaña asistió en ambos. Cuando se juntan los tres, el Levante es “mazo” bueno. El borrón fue la diana encajada en otro centro lateral y lo que está costando poder dejar la portería a cero como visitante. La cuenta se extiende a los últimos 24 partidos de Liga (desde el 0-1 de Bardhi en octubre de 2018 en Getafe), igualando la peor racha en la máxima categoría entre 1963 y 1965. Mi percepción no cambia. Este vestuario debe creérselo y ser aún más sabedor de que hay mimbres suficientes para mirar hacia arriba, dejarse del ‘mínimo’ de la permanencia y apuntar más alto sin miedo ni medias tintas. Aunque todavía tengo esa sensación de locura, de desenfreno, de idas y venidas, de tocar el cielo y rasgarse las vestiduras por ese detalle que acaba haciendo daño. La dichosa búsqueda del equilibrio. Al equipo le sobra talento y requiere de más picardía, de ese ‘fútbol oscuro’ que es necesario en momentos puntuales. Porque a veces hay que ser más ‘cabroncete’ para evitar que el rival en cuestión haga estragos en los evidentes puntos débiles.
Melilla y Celta aparecen en el calendario para cerrar 2019. La nueva Copa del Rey, a partido único en casa del modesto, y la última cita en el Ciutat, clave para creer en ese cambio de perspectiva y dar ese acelerón de exigencia porque este equipo puede permitírselo. Los gallegos son terceros por la cola. Sus 14 puntos marcan la zona de descenso, por lo que hay nueve de distancia. No creo que el equipo se conforme, que piense que no quiere más, sino que esos pequeños detalles a pulir, esos instantes de desconexión, de falta de concentración están impidiendo que la proyección sea constante y sin frenazos. El Celta ha cambiado de entrenador y Óscar García no está dando con la tecla. Pero en Orriols se siente muy cómodo ya que ha ganado en seis de sus siete visitas en la máxima categoría y en la otra empató. Pero antes está la Copa. Un aliciente para el humilde y un marrón para el grande. Una oportunidad para los menos habituales. Turno para Hernani, Sergio León, un Mayoral que ha bajado de nuevo al segundo escalón, un Iván López desaparecido de todas las convocatorias domésticas y puertas abiertas para el Atlético Levante: Eliseo Falcón, Gonzalo Pereira y Pablo Martínez, que ya han debutado en LaLiga, y otros como Cárdenas, Blesa, Ferni o Cantero podrían entrar en la ecuación y dar un respiro a los habituales.
Tres partidos y tres victorias
El triunfo a cañonazos en Granada, el del filial en casa contra el Nàstic para coger aire y frenar la depresión y el gol de Eva Navarro para conquistar el derbi de la Primera Iberdrola. Menudo fin de semana. El del Puchades del domingo sirvió para impedir que el Valencia hiciera el tres de tres después de ganar en el duelo de LaLiga Santander y en el de Segunda División B. No fue un partido para tirar cohetes y delante hubo un rival condicionado por las lesiones. Fue la cuarta victoria consecutiva, la tercera con portería a cero y un refuerzo anímico para creer en que la segunda posición, la que da acceso a la Champions League, no es una quimera. Detallazo el de Aitor Fernández, Coke, Postigo, Campaña y Melero que presenciaron en directo el 0-1 de las granotas en Paterna.