VALÈNCIA. Hay que mantener la calma. La que sostuvo Alessio Lisci en cada intervención desde que fue ratificado como entrenador del primer equipo, elegido para escribir una de las grandes gestas de la historia de nuestra liga. No hay que perder los nervios. Y más tras haber truncado la racha, al fin, con la catarsis que ello ha provocado. Es aconsejable ir partido a partido, planteando cada uno de ellos como una final. No por tópico es menos cierto. Sin mostrarse demasiado obsesionados ni con la clasificación ni con lo que hagan los rivales. Las dinámicas, por supuesto, son importantes, pero para reconstruirse era importante saber que el del Mallorca era un partido imprescindible y que el del Madrigal era prácticamente un imposible. También, mirando al futuro, hay que ser conscientes que la victoria ante el Cádiz representaría un salto exponencial, mucho más que tres puntos. Por el factor anímico, porque se abandonaría el farolillo, porque se ganaría el golaveraje, porque se volvería a recortar distancia con otros aspirantes a la permanencia, como en la pasada jornada, etcétera.
Desde esta columna nunca dejamos de creer en las opciones de reconstrucción de este Llevant. Incluso tras el partido infame de Vila-real, con un déficit intolerable de profesionalidad por parte de algunos de los que jugaron. Ojo: no todos, como se dijo; la desconexión de unos pocos es más que suficiente para que un equipo no funcione. Hay quien viene enterrando a este Llevant desde hace meses. Gritándolo a los cuatro vientos. Ignoramos que pretendrían sembrando el desánimo. Lo cierto, sin embargo, es que una gran mayoría siguió creyendo. Sólo hubo que ver la grada de Orriols frente al Mallorca. ¡Qué encomiable lección dimos al mundo del fútbol! Tras 27 partidos sin ganar; toda una vuelta de la actual temporada, con ocho miserables puntos y una tonelada de goles en contra y de desvaríos desde todos los ángulos del club. Sí, el Llevant som nosaltres. Cuando nadie más lo sostiene, al menos. Siempre fue así. Históricamente somos un equipo de patidors, de luchadores, de inconformistas que se rebelan, ahora como hace 112 años, contra un destino que quiso negar nuestros sueños década tras década.
Ahora, pese a nuestros once puntos (que siguen siendo paupérrimos), volvemos a la senda correcta: la de soñar un imposible, la de escribir la brillante gesta de firmar la salvación en las condiciones más adversas. Pese al error grotesco de echar a Paco López, uno de los mejores entrenadores de nuestra historia, en la jornada 8. Pese a la apuesta por Pereira. Reforzados por la confianza en Lisci, el mejor candidato posible para levantar esto, a pesar de las dudas de unos cuantos.
Las crisis ponen lo peor de cada uno ante el ventilador: los nervios, la incertidumbre, las inseguridades y los miedos, la frustración. La equivocación no estriba en opinar de una forma u otra ante un hecho concreto, sino de hacerlo con vehemencia, a menudo sin educación, y de retroalimentar la propia crisis, lo cual es nefasto para todos y beneficioso, por descontado, para quienes observan con placer que vamos quedando arrinconados en el margen. Lo dijo el presidente en su alocución tras el Madrigal. Era una obviedad que algunos no quisieron ver. Cuanto peor, mejor, pensaron. Como si esto fuese una coyuntura y no nos fuera la vida en ello. El Llevant estaba inmerso en un tornado que era el epicentro de la tormenta perfecta. Eso propulsó las aspas del ventilador a toda velocidad. No hay mal que dure cien años. Ni tormenta que no amaine. Ahora que empiezan a distinguirse claros en el cielo que no vuelvan los nervios, que reine la calma.
La victoria ante el Mallorca lo cambia todo. Sabíamos que la primera victoria del curso tendría ese efecto. En Orriols y en las circunstancias en que se dio desencadenó un estallido de rebeldía frente al yunque de la adversidad y una renovada ilusión. Volvió la fe, la esperanza. Ya se sabe: la adversidad es el esmeril sobre el que pulir nuestros defectos y ser mejores; en la bonanza hay que saber disfrutar, siempre conscientes que no es eterna. En el fútbol sucede igual. Seguimos vivos. Sepamos crecer con sensatez para seguir soñando.