La (nueva) gesta del siglo

VALÈNCIA. Cuando Luis García firmó la gesta del segle escribimos un libro para inmortalizarla. Aquella temporada 2009-10 fue para enmarcar, con el míster sacando el máximo partido de un equipo hecho de retales y con Manolo Salvador haciendo milagros sin un duro en la caja. El Llevant estaba tratando de recomponerse del golpe más duro desde los 80. La estructura del club estaba hecha un cisco y había una deuda de 100 millones bajo la alfombra. Con ese panorama, Luis García tomó el mando de unos cuantos futbolistas que aceptaron el reto de venir a un club arruinado y de reilusionar desde el césped a una hinchada asqueada y hundida. El primer curso 2008-09 el equipo había sido capaz de firmar, a base de coraje, una permanencia ilusionante en Segunda. En paralelo, se empezó a poner orden en la entidad, a desterrar viejos fantasmas, con el yunque de la adversidad, expresión inmortalizada por el periodista Paco Gandia, más presente que nunca.

Nadie se atrevía ni a soñar que, en aquellas circunstancias, para celebrar la campaña del centenario, el Llevant se metería en la pomada por el ascenso a Primera y lo conquistaría, finalmente. Bueno, yo sí lo soñé. Y unos cuantos más. Este club de hecho se ha forjado a base de construir sueños imposibles. Quien conoce nuestra historia lo sabe. Como sabe que salvarse este año no es una quimera.

[quimera: del lat. chimaera, y este del gr. χίμαιρα chímaira. 2. f. Aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo. DRAE].

Aquel de 2010, ante el Castellón, fue el cuarto ascenso del Llevant a Primera, el primero en Orriols, el más inverosímil de todos. Fue, por una vez, un éxito decisivo en el momento justo. Los administradores concursales y Quico Catalán encauzaban la viabilidad económica de la sociedad y se encontraban de repente con la posibilidad de despegar en la élite, como de hecho sucedió. El sábado el presidente cumple doce años al frente de la nave granota. Con luces y sombras, son los mejores de la historia del club, pero…

En el mundo del fútbol todo el mundo ve las cosas claras menos quien las tiene que ver. También rondan por doquier la demagogia y el oportunismo. Pero en el fondo la actual situación es meridiana. Són faves comptades. Si no lidera la transición para reformular, en profundidad, el modelo de club que necesitamos, Quico Catalán será, más pronto o más tarde, pasado. Tristemente. Irá perdiendo apoyos, de forma progresiva, entre quienes aún le aprueban de forma aplastante las cuentas, de la misma manera que ya los ha perdido entre una parte considerable del levantinismo. Si lo uno es hoy impensable, lo otro también lo era hace cuatro días. Todo esto no es nuevo para quien siga esta columna hace tiempo. Se viene reclamando desde los tiempos de Sarver, como mínimo, a menudo con una severa hostilidad desde Sant Vicent de Paül como respuesta.

Mientras tanto, con el viento a favor, los palmeros se multiplicaban alrededor del presidente. Algunos de ellos hoy huelen la sangre y ya se posicionan, buscando un lugar bajo el sol en un hipotético futuro sin Quico. Todo esto es más antiguo que Matusalén.

Siempre aplaudí a Luis García Plaza, aunque a veces lo acusara de barraquero. Es un protagonista fundamental de nuestra historia. Y en el fondo me gusta ese fútbol. Él puso los cimientos del Llevant posterior: 4-4-1-1 con sólida defensa, sacrificio permanente de los extremos en las coberturas a los laterales y trabajo denodado de los mediocentros más un mediapunta y un delantero. Es un entrenador magnífico y lo que está consiguiendo en Mallorca tiene un mérito extraordinario.

Ahora sin embargo, Luis García visita a un Llevant que nunca, desde entonces, se había parecido tanto a aquel que el aceptó entrenar en el verano de 2008. Un Llevant que necesita más que nunca un giro del destino como el que él mismo lideró desde el banquillo, con los hitos del ascenso de Orriols y la permanencia en Mestalla. La salvación sería otra gesta. Que comienza con los tres puntos de este sábado.