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Segunda oportunidad

6/03/2022 - 

VALÈNCIA. Raras veces la vida te da segundas oportunidades. Hablo de grandes oportunidades. Por lo general, hay demasiados imponderables. En el fútbol, lo de las segundas oportunidades, sucede con más frecuencia. Ya sea una ocasión clara de gol, un penalti manifiesto o la opción de volver a jugar una nueva final. El Valencia, por ejemplo, perdió una final de la Liga de Campeones en el año 2000 ante el Real Madrid. Pero tuvo la inesperada ocasión de volver a disputar otra al año siguiente. Esta vez ante el Bayern. Del resultado de ambas, mejor no hablamos. A mí, como a muchos otros de mi generación, aquellas derrotas todavía nos duelen. La primera, por el rival contra el que se perdió. La segunda, por el modo en el que sucedió todo. Han pasado más de veinte años y de esas lesiones aún queda una cicatriz. Lo peor de todo es el desasosiego interior que me produce el hecho de pensar en no volver a ver al Valencia en una final europea. Esa angustia me persigue desde entonces.

Dejemos atrás el inicio de siglo. Volvamos al presente. Y a las segundas oportunidades que esto, tan secundario en la vida como es el fútbol, nos permite disfrutar. La clasificación para la final de la Copa del Rey ante el Betis se presenta como la coyuntura perfecta para que Peter Lim pueda construir en Mestalla algo grande. Un proyecto de verdad. Tras la victoria ante el Barça en la competición del K.O. hace dos temporadas, Meriton no supo aprovechar ese viento de cola que soplaba con fuerza, para volver a situar al Valencia en el lugar en el que le corresponde. Por el contrario, lejos de ello, Lim decidió dinamitar un proyecto sólido, solvente y eficaz. Como mimetizado por algo tan valenciano y tan nuestro como las Fallas, el magnate singapurés redujo a cenizas un monumento que aspiraba al primer premio. Pero esa vez no hubo aplausos de la gente al final. Ni lágrimas de emoción. Más bien todo lo contrario. Enfado y rabia. Aquellos barros nos sumergieron en estos lodos desde los que, por fortuna, hemos logrado salir a flote gracias al brazo que nos ha tendido Bordalás y su grupo de trabajo. Sin ellos, asomar la cabeza no hubiera sido posible.

Ha costado dos años volver a ver al Valencia en una nueva gran final. Es cierto que nos ha ayudado el bombo copero. Porque aquel camino que comenzara en Utrillas y que nos ha llevado hasta Sevilla ha sido cuesta abajo. Pero no por ello se puede desmerecer el hecho de la clasificación para el partido más espectacular del curso futbolístico como es la final de Copa. ¡Que no nos quiten lo bailao!. Espero que Meriton haya aprendido de sus propios errores del pasado y que no los vuelva a repetir. Que Singapur se de cuenta de la relevancia de esta tremenda competición y de las alegrías que nos ha dado a lo largo de más de cien años de historia. De lo que este torneo supone para el valencianismo. Como ya he dicho, el fútbol le brinda a Peter Lim una segunda oportunidad para triunfar sietes años desosé de aterrizar en València. El propietario de la entidad puede volver a edificar algo majestuoso sobre este solar institucional en el que nos encontramos. Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Yo confío en que Meriton no la vuelva a cagar. Aunque… ya se verá.

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