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opinión pd / OPINIÓN

Sensibilidad a flor de piel

25/04/2020 - 

VALÈNCIA. Si la situación global en la que vivimos inmersos es, de por sí, perversa como pocas o ninguna que hemos vivido y el cóctel resultante cuando se mete por medio el fútbol no lo es menos. Cuando se habla de vidas y de vidas que se pierden por centenares cada día que pasa produce casi sonrojo detener la mirada en cuestiones menores y resulta casi imposible tratar cuestiones referentes al mundo del espectáculo, de la televisión o del fútbol sin caer de bruces en la frivolidad cuando no de la demagogia. Cada uno arrima es ascua a su sardina buscando soluciones para ‘lo suyo’ de manera absolutamente legítima pero la realidad que nos rodea es tan sumamente grave y excepcional que algo que en condiciones normales no pasaría de ser normal adquiere una dimensión diferente porque la sociedad está confinada y asustada tanto por lo que hay como por lo que está por venir y... está vigilante. El miedo a la enfermedad se va atenuando al observar que va remitiendo el contagio e, inmediatamente, abre la puerta a la incertidumbre por el futuro y el miedo acaba volviendo. La sociedad reclama justicia en el reparto de los recursos y viendo cómo se ha abandonado al colectivo más esencial en la lucha contra la pandemia: viendo a un personal sanitario defendiendo a la población de manera heroica ataviados con bolsas de basura... levanta las orejas ante la gestión de ‘lo otro’, lo del dinero que ya empieza a faltar en muchos hogares de la cuarentena y que parece correr alegremente en otros lugares. La justicia y la moral se ven las caras en un escenario tan complicado como tramposo y nuestro fútbol también se ve salpicado por la polémica y, a la vez, sometido a vigilancia. Está sucediendo con los tests que utilizará la industria del fútbol para arrancar motores y sucederá con los ERTES. 

El fútbol profesional está entre los supuestos permitidos por el Ministerio de Trabajo para acogerse a estos planes por cuestiones de fuerza mayor, debido a que su actividad entra dentro de las suspendidas por la aplicación del estado de alarma. Hasta ahí todo es correcto y una Sociedad Anónima Deportiva tiene el mismo derecho que cualquier otra mercantil para implementar una fórmula según la cual el Estado de hace cargo de un porcentaje importante del salario de los trabajadores facilitando así la supervivencia de la empresa y la conservación de los puestos de trabajo. La patronal del fútbol aconseja a sus asociados la implementación de los ERTES y, en principio, no debe haber nada que objetar ni en cuanto a su legalidad ni a su moralidad. 

Pero la percepción moral del asunto se puede ver comprometida en cualquier momento. Exactamente en el momento en el que esa sociedad confinada y vapuleada por el miedo se desayuna con portadas de rotativos deportivos que, a cinco columnas, ensalzan los rutilantes fichajes venideros. Los nombres de Mbappé o Lautaro entre muchos otros saltan a las portadas acompañados de cifras escalofriantes que, presuntamente, se pagará por sus fichajes. Cifras que si en cualquier verano hacen salirse los ojos de sus órbitas, en este al que nos vamos acercando, abrirán no pocas polémicas. 

Repito que no es fácil analizar estas cuestiones sin caer en la demagogia porque de igual manera que la industria del automóvil precisa de grandes inversiones en cadenas de montaje para llevar adelante su producción, la industria del fútbol necesita grandes fichajes para que la maquinaria siga produciendo: produciendo resultados deportivos que acarrean bonanza económica y produciendo la expectación necesaria para atraer espectadores y recursos económicos provenientes de operadores televisivos y patrocinadores. Pero la sensibilidad está a flor de piel y va a ser necesario un esfuerzo extra de transparencia para explicar cómo se financia con dinero público el pago de porcentajes importantes de salarios a empresas que luego anuncien a bombo y platillo fichajes tan rutilantes como extremadamente caros.

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