opinión

Ser buen expresidente (II)

18/07/2019 - 

VALÈNCIA. “El Valencia actual no tiene las aspiraciones de antes, estamos en la media tabla", dijo Manuel Llorente, expresidente del Valencia en la UCV inaugurando el habitual curso veraniego de antiguos dirigentes hablando un poquito mal del club que alguna vez presidieron. 

Con este panorama, qué remedio, hay que plagiar cada año el mismo artículo. En el mismo curso, hace poco más de once meses, Pedro Cortés auguraba que el Valencia, para Champions, tenía “un equipo muy justito, muy justito”. Podría atribuirse toda la verdad o lo contrario, el Valencia terminó descalabrado en Champions - aunque en un grupo muy exigente-, ganó la Copa y terminó entre los cuatro primeros. También es cierto que en aquel momento Cortés no contaba con el refuerzo a posteriori de Sobrino. 

Pero en fin, que no va de eso. Que no se trata de tener las razones bien agarradas o de atribuirse la condición de oráculo. Se trata de… qué tipo de expresidente quiere uno ser, cómo ejercer de ello.

Llorente, cuando saca la munición y verbaliza que el Valencia se ha ido devaluando hasta perder su supremacía frente al Atlético de Madrid (dime algo que no sepa, ¿ocurrió justo ayer?), podría preguntarse cosas. Cuando señala que ahora es un club de media tabla, ajá, podría hasta acometer alguna autocrítica a propósito de si otro tipo de decisiones en su extenso ciclo hubieran evitado derivadas menos lesivas. 

Por poder, hasta podría ejercer de expresidente responsable, constructivo, y valorar la oportunidad extraña que tiene ante sí el Valencia de estabilizar su proyecto gracias a la continuidad del entrenador y el esqueleto del equipo. 

Sigo, en esta segunda edición de los cursos de verano de los expresidentes, sin entender esa inquina, esa terrible confusión entre una propiedad que les fatiga (con algunas razones, sin otras) y un club que les debería estimular mejores emociones. Lo reconfortante que sería dedicar alguna palabrita de apoyo a una misión deportiva en curso.

Al suceder lo contrario puede que sintamos la tentación de malinterpretar las palabras y creer que en lugar de un análisis se trata del deseo de que lo que pueda ir a peor, vaya a peor. Yo, expresidente, ya lo dije.

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