VALÈNCIA. La socorrida frase que dice: ‘cada español llevamos dentro un entrenador de fútbol’ es tan cierta como que hay noche y como que hay día. Las simpatías que nos despierta un entrenador u otro y, lógicamente, los éxitos cosechados, nos llevan a determinadas preferencias, ojerizas y en algunos casos hasta a enamoramientos obsesivos. Pero, salvo que se cuente con unos conocimientos adecuados y una información de primera mano acerca de sus actitudes y aptitudes, no pasa de ser una opinión -tan respetable como otras tantas- pero ausente del proceso profesionalizado que se corresponde con quien tiene que hacer una contratación tan importante en un Club de fútbol. Es por ello que, excepto en el Valencia CF, son los ejecutivos del apartado deportivo quienes se llevan la ‘palmadita’ en el hombro o acaban pagando con su cese las decisiones erráticas. Pueden haber optado por un entrenador o un jugador que ‘agrada’ a la mayoría en un principio pero, si no funciona, no se escapa de ‘pagar el pato’ puesto que de su capacidad se espera un escrutinio más profundo que una simple inclinación.
A mí me pasa, en este particular, lo mismo que a quienes comandan la ‘cosa’ deportiva del Valencia CF: que no tengo los conocimientos necesarios para tomar una decisión así. Y también coincido en otra cosa con ellos: me gusta Bordalás. Me gusta su espíritu combativo y me gusta que lleve a sus equipos hasta el límite para sacar toda la ventaja posible de cada lance del juego. Me gusta su exigencia y me llamó mucho la atención el partido que fue capaz de sacar de una plantilla como la que tuvo en Getafe. Creo, sinceramente, que cuadra perfectamente con las señas de identidad del equipo que yo quiero: guerrero y antipático para los rivales.
Bordalás se encuentra ante la, de momento, más importante oportunidad de su trayectoria profesional y es, de todo punto comprensible, que no la haya dejado pasar pese a la cantidad de obstáculos que sabe perfectamente que encontrará en su camino. No había otro banquillo libre en la liga española que supusiera para él un salto de club cualitativo. En contra, y aunque él quiso restarle importancia en la comparecencia de presentación, se va a encontrar con un Club absolutamente carente de estructuras deportivas competentes y con una cúpula ‘directiva’ tan incompetente como aficionada al engaño y la trampa. Entiendo, perfectamente, que él -que se conoce mejor que nadie- se vea con fuerzas para lidiar con una situación que le puede suponer un lastre y no la ayuda que necesita un entrenador aunque tampoco creo que sea especialmente fácil lidiar con un presidente como Ángel Torres. Pero, o mucho cambia el decorado, o lo que aquí se va a encontrar va a desbordar todas sus previsiones.
Me gustaría que desde el Club hubiera un acto de contrición sincero para no volver a tropezar en la piedra de siempre y que esa mutación repentina de la búsqueda de un funcionario a la de un líder no sea otra improvisación de cara a la galería y sí un cambio radical en su política deportiva. Sinceramente, no albergo grandes esperanzas al respecto porque, hasta ahora, la inmensa soberbia que les adorna, les ha impedido asumir la más mínima ración de responsabilidad y es evidente que la soberbia no ha desaparecido viendo cómo, por ejemplo, siguen actuando con una afición que nunca han merecido aunque la tuvieron a su merced hace siete años.
La expresión ‘Soldados de Bordalás’ tiene que ver con la lealtad a un ‘jefe’ que pone su pecho por delante en el campo de batalla por complicado que sea y, si se la ha ganado el nuevo técnico del Valencia, debe ser porque ha ejercido el liderazgo con todas sus consecuencias. Espero y deseo que no deje de hacerlo porque dejaría de ser el entrenador que yo admiro. Espero y deseo que, aunque tenga que lucirse con la muleta para esquivar las trabas internas, mantenga encendido el gen competitivo que le ha hecho brillar en el fútbol y no baje los brazos ante las adversidades como hizo su predecesor en el banquillo. Se va a encontrar un campo minado y va a tener que estar muy atento para no saltar por loa aires a las primeras de cambio. Va a contar, desde el minuto cero, con la confianza de una gran mayoría de seguidores valencianistas que ya hacen cola para alistarse en la soldadesca pero, al mismo tiempo, deberá vigilar con cien ojos dónde están las minas. Porque no las va a colocar el rival, en cuyo caso sería más asequible adivinar su emplazamiento, sino que las va a colocar quien más debería ayudarle.
Me sumo a la lista de soldados de Bordalás y permanezco en la lista de quienes no se dejan deslumbrar por la contratación de un buen entrenador, aunque sea el primero en aplaudirla, y siguen convencidos que el Valencia sólo empezará a ver la luz cuando Peter Lim y su ‘cuadrilla’ se marchen para no volver.