VALÈNCIA. Carlos Soler dejó este jueves el Valencia tras casi veinte años en el club de su ciudad y de sus amores y en el que brilló en las dos épocas de oscuridad que le han tocado vivir en el primer equipo, pero que también en la última etapa luminosa de la entidad, en la que fue pieza clave en la conquista de la Copa del Rey de 2019.
Soler (València, 1997) llegó al club con apenas siete años, tras ‘sobornarle’ su ‘iaio’ Rafael dos años antes con una consola como premio para que se uniera a un equipo, el de Bonrepòs i Mirambell en el que ya jugaba su hermano mayor. Un triplete al equipo benjamín del club de Mestalla siendo dos años más joven, puso los focos en él e inició un proceso que acabó con Soler en la ciudad deportiva de Paterna.
Soler, apodado ‘el chino’ por sus compañeros por sus ojos rasgados, empezó como delantero centro y en esa posición llamó la atención de numerosos clubes españoles, entre otras cosas por ser nombrado mejor jugador del prestigioso torneo de Arona en 2009.
En total, anotó más de quinientos goles en las categorías inferiores del club, en buena parte en sus primeros años porque en su primer año de juvenil la lesión de un compañero llevó a que fuera retrasado al centro del campo.
Fue en esa posición en la que con 19 años y de la mano del italiano Cesare Prandelli se estrenó con el primer equipo en Anoeta ante la Real Sociedad en medio de una crisis deportiva que tenía al Valencia bordeando el descenso y en la que tuvo un papel notable, ya como titular habitual, para cerrar la campaña sin apuros.
Tras llegar ese verano Marcelino García Toral al banquillo del Valencia, Soler se escoró a la banda derecha pero mantuvo su crecimiento y su importancia en un equipo que logró dos clasificaciones seguidas para la Liga de Campeones y que conquistó en 2019 la Copa del Rey.
En la final de ese torneo, Soler protagonizó una de sus jugadas más importantes con el Valencia al superar en velocidad a Jordi Alba y servir a Rodrigo con un centro en segundo tanto de su equipo, que ganó la final al Barcelona por 1-2.
En el otoño de 2019, tras destituir el club a Marcelino y pactar la salida de Mateu Alemany como director general, el Valencia entró en un declive deportivo que le llevó a quedarse fuera de Europa en esa campaña 2019-20, a coquetear con el descenso en la 2020-21 y a remontar ligeramente el vuelo la pasada campaña, con la final de Copa como gran éxito.
La progresiva marcha de jugadores que habían sido clave en las dos campañas de Marcelino aumentó la importancia de Soler tanto en el campo, en el que asumió por ejemplo con mucho éxito el lanzamiento de los penaltis y en el que volvió al centro de la línea media tras la marcha de Dani Parejo, como en el vestuario y ante los medios de comunicación y los aficionados.
En las últimas dos campañas ya lo hizo con el 10 que había lucido Parejo a la espalda y dio el salto desde las categorías inferiores a la selección absoluta.
Con el horizonte de un contrato que finalizaba en 2023, ambas partes empezaron hace meses una negociación en la que no tenían demasiado interés. Para el Valencia su venta suponía un gran ingreso neto para cuadrar sus maltrechas cuentas (finalmente han sido 18 pero puede superar los 20) y para el jugador su salida a un grande (en este caso el PSG) le debía permitir volver a luchar por objetivos que al que seguirá siendo el club de su corazón le quedan ahora muy lejos.