VALÈNCIA. No sé por qué pero tengo la firme intuición (o la información) de que a Celades le han dado un pequeño toque, un aviso velado, para este atípico fin de temporada: jugársela él es jugársela el club, que ve con cierto temor cualquier traspiés inoportuno que le deje fuera de las plazas de Champions. Visto así, la Europa League sería un mal menor, aunque ahora mismo sería, incluso, un alivio.
Tenemos suficientes argumentos ya sobre la mesa para afirmar que el trabajo de Celades ha tenido más sombras que luces, a pesar de las dos o tres victorias de prestigio que obtuvo, sobre todo en Europa. No sabe equilibrar al equipo y se le deshilacha el traje por la defensa, principalmente, aunque en ataque tampoco estamos que lo tiramos. Es cierto que ha sufrido una auténtica plaga de lesiones, pero le ha costado mucho buscar la fórmula correcta para superarlas, trabajando otros aspectos del juego, de la posición y posesión o de la estrategia. Si bien, también es cierto que el crecimiento de Ferrán ha jugado a su favor, y le ha salvado de estar en una pésima situación deportiva.
Se le ve honesto, coherente, trabajador, educado y con inteligencia emocional suficiente como para no haberse llevado en la frente la etiqueta de traidor o chupasangres, tras la salida, traumática, de Marcelino. Al principio, cuando vino, nos demostró saber interpretar, sobre la marcha, los cambios a realizar, como si tuviera ese don de poder cambiar las cosas desde el banquillo: y esto no era una característica muy aguda de su predecesor. Sin embargo, conforme fueron pasando las semanas, esa estrella pareció ir apagándose, como si incluso le comieran la tostada táctica desde el inicio en casi todos los casos. Nos dieron demasiados baños los rivales y sin hacer grandes cosas.
A Celades le achaco la falta de identidad del equipo, porque me ha demostrado que tiene carácter y personalidad como técnico. También le reprocho algo más de exigencia a la hora de fijarse objetivos para este club, que es el cuarto presupuesto de la liga. Y se lo disculpo casi todo ya, quizá porque este confinamiento me ha ablandado el corazón de tal manera que lo único que quiero es que todo vuelva a la normalidad, no a la nueva, sino a la vieja, a la que teníamos. Visto lo visto este fin de semana con la Bundesliga, va a ser difícil recuperar ese pulso del día a día que teníamos.
Por eso mismo, entendiendo que la presión del público no la tienes en la nunca ni soplándote en la oreja, el equipo, que a veces se atenaza, debe soltarse, liberarse y dar un paso al frente, para no repetir lo que hizo en el último partido a puerta cerrada que jugó y perdió con estrépito. Claro que Celades se la juega: un técnico se la juega cada vez que debe elegir un once inicial, cada vez que decide cómo poner a esos once sobre el césped, cada vez que dice que fulanito o menganito debe hacer un marcaje a sotanito de esta manera, etc. Un técnico se la juega incluso estando en su casa viendo videos, o pensando en cómo frenar al extremo rival, o diciendo si este chico o el otro no me valen y hay que venderlo o ficharlo. Un técnico se la juega siempre, ya lo sabemos. Y más ahora, que a todos y a todas nos gusta serlo por un día, solo cuando las decisiones que se toman no son las que nos gustan. Se me hace difícil pensar cómo respondería yo, bajo esa presión, a la gestión del vestuario, del equipo, del partido, de los egos, de los gritos de la afición, de sus ánimos, de sus reproches…No debe ser nada fácil, pero entrenar al Valencia CF siempre ha sido un regalo de la vida, una oportunidad difícilmente igualable para miles de personas, con título de entrenador o no.
Celades, te la juegas, se la juega el club, nos la jugamos todos y todas, precisamente porque no se juega, precisamente porque falta la dinámica del día a día con el balón rodando y es más visible todo lo malo y es más difícil de ver lo bueno, que también existe. Fíjate que la ausencia de público elimina subjetividades, factores emocionales y motivacionales y nos acerca a la tecnificación más absoluta del fútbol, a su rigidez formal, a su frialdad como negocio. Entre tanto desierto, Celades, te la juegas estos partidos que faltan y lo sabes de sobra, porque hay mucha moscarda cerca, revoloteando, para entrenar a este equipo. Si no recuerdo mal, se dijo que ibas a fichar por el Castellón cuando, de pronto, te llamó el Valencia CF…¿ves? te la juegas, Celades, porque las oportunidades así se dan una vez en la vida, aunque en este club hayamos puesto tan barato (y no lo digo por ti, célebre andorrano) sentarse en su banquillo. Algo tendrás que pensar o habrás pensado ya; algo tendrás que cambiar o habrás cambiado ya; algo tendrás que decidir o habrás decidido ya… porque el Valencia CF no puede estar en la clasificación liguera donde tú lo tienes, sin hablar (que ya no procede) de otras competiciones. Algo tendrás que decir, Celades, que no me suene a traca o a humo, porque estoy que me subo por las paredes sin fútbol que llevarme a los ojos. Si todo ha cambiado, que cambie de verdad y en esto solo tú, Albert Celades, tienes la penúltima palabra, ya que la última es para quien te está señalando con el dedo y te ha dado un aviso, un toque de atención, una advertencia, porque te la juegas.