Hoy es 13 de octubre
VALÈNCIA. El optimismo siempre es un buen compañero de viaje. El el fútbol y en la vida es conveniente levantar la bandera de la esperanza y mirar al frente con la Fe necesaria con la que ir abatiendo los obstáculos que se presentan pero... no es fácil ser optimista cuando no hay tabla a la que aferrarse si es que arrecia el oleaje y a lo largo y ancho de una temporada siempre hay momentos de marejada. Si cuando esta llega hay una buena base de equipo, un sistema de juego aprendido y asentado y un entrenador capaz de hacer buenas las virtudes del grupo atenuando sus debilidades... se capea el temporal y se mantiene el rumbo fijo hacia los objetivos. Cuando se desarticula un proyecto de manera caprichosa y en un momento improcedente, se contrata un entrenador inexperto y amamantado en un fútbol que nada tiene que ver con la idiosincrasia del Valencia y de desnuda al grupo de la filosofía que le había llevado a levantar una copa y conseguir la clasificación para la Champions... queda poco margen para el optimismo.
Sería muy injusto no anteponer el ‘guinde’ sufrido el jueves en Valdebebas cuando el equipo quiso parecerse al del año pasado y supo protegerse atrás para salir sin complejos a buscar un contragolpe letal porque un mazazo de esa naturaleza pesa mucho en la mochila con tantos minutos por delante pero sería, también, hacernos ‘trampas al solitario’ agarrarnos al discurso victimista sin reconocer que el equipo se desmorona literalmente en la segunda parte y que, días antes, ante el Levante, acabó contra las cuerdas con un futbolista más. Sería hacernos trampas al solitario no analizar el hecho de haber encajado tantos goles como el colista de la Liga, el de haber ganado un solo partido de los últimos diez disputados o la propia indefinición del juego de un equipo que anda tan perdido como su entrenador y... ante ese panorama resulta francamente difícil ser optimista. Pese a que el tren de arriba de la Liga nos ha ido esperando y nos ha concedido multitud de oportunidades para subirnos... recortar siete puntos al Atlético de Madrid que serían necesarios para entrar en Champions jugando a nada y que no lo haga ninguno de los tres equipos que nos preceden en la tabla parece más un milagro que un ejercicio de optimismo.
El Valencia post Marcelino no carbura. Y no porque Marcelino sea el mejor entrenador del Mundo sino porque el que trajeron para sustituirlo es mucho peor. Desconozco hasta dónde llegará Celades en los banquillos y, sinceramente, le deseo lo mejor porque me parece un tipo honesto y trabajador pero... a día de hoy el banquillo del Valencia le viene tan grande como le venía el traje que le pusieron a Pizzi el día de su presentación. El técnico catalán asume humildemente los defectos que su equipo evidencia en el terreno de juego cuando analiza cada partido después de encajar un ‘saco’ de goles pero no consigue encontrar solución a ninguno de ellos. Y... si antes de la pandemia ya se le hizo grande el banquillo, con la reanudación de la Liga se la ha hecho inabarcable. La posibilidad de hacer cinco cambios supone un cambio en el fútbol que conocemos mucho mayor de lo que podía parecer en un principio porque supone la posibilidad de cambiar el 50% del equipo o... lo que es lo mismo, cambiar radicalmente el juego de tu equipo desde una lectura adecuada del partido: Un lujazo para un buen entrenador y un problema para quien vive en su banquillo cogido con alfileres.
No sería justo dejar a Celades sólo, colgado de la brocha y sin escalera no analizando el rendimiento o el bajo rendimiento de algunos futbolistas a los que la camiseta del Valencia les ha quedado tan grande como a su entrenador el banquillo pero un Valencia serio, con unos dirigentes medianamente serios -no como los actuales- no contemplaría ni por asomo la posibilidad de mantener en el timón a Celades. Aunque lo verdaderamente preocupante es que dicha decisión como las que se podrían tomar a continuación dependen de quién dependen. Porque si a Celades le viene grande el banquillo o a algún que otro jugador le sobra camiseta por todos los lados... el sillón presidencial es un Mundo por explorar para quien lo ocupa sin posibilidad alguna de llegar a llenarlo.