VALÈNCIA. El 28 de julio de 2019 (apenas dos meses después de que el Valencia ganara la Copa del Rey de Sevilla) hay un comunicado redactado en las oficinas del Valencia CF y que anuncia la destitución de su director general Mateu Alemany. El revuelo causado por la filtración de la noticia provoca una reunión de urgencia en Singapur en la cual parece que se neutraliza la situación y todo vuelve a los parámetros iniciales. Era una mentira más del propietario quien bloqueó cualquier intento de fichaje supervisado por un director general al que no había fulminado en la teoría, pero sí en la práctica. Se achacó aquella crisis a un problema de falta de comunicación y se estipuló por ambas partes que para posibles dudas en el futuro se viajaría más a menudo a Singapur para hablar con el máximo accionista.
La realidad era bien diferente ya que el único diálogo al que atendería el propietario sería el de los informes que le enviaran sus dos hombres de confianza en el club: Kim Koh y Anil Murthy. Todo siguió cortocircuitado y ya sólo llegarían dos futbolistas que no pidió la parte deportiva y por expreso deseo de Lim: Mangala y Correia (ambos representados por Jorge Mendes).
El remate final fue el intento de traspaso a sus espaldas de Rodrigo al Atlético de Madrid. Aún así, Mateu salió el 15 de agosto en rueda de prensa para dar la cara por el club e intentar explicar los acontecimientos. Pese a asegurar que todo continuaba igual a la hora de desarrollar su trabajo, y que creía en la palabra del máximo accionista dada hacía menos de tres semanas, la realidad era otra: Mateu Alemany sabía que la cuenta atrás para salir del Valencia CF estaba en marcha.
Cuando el 11 de septiembre se persona en casa de Marcelino para comunicarle su destitución, lo hace más como gesto de aprecio personal hacia con quien ha andado un exitoso camino en las dos últimas temporadas, que como empleado del club quien pretendía comunicarle al asturiano su despido mediante una fría carta.
El siguiente capítulo del esperpento se vivió en Londres. Poco antes del Chelsea-Valencia Anil Murthy responde a una entrevista en los micrófonos de la compañera Cristina Bea. Preguntado por Mateu Alemany, Murthy -visiblemente nervioso- contesta que es el director general del club y que en ningún momento se ha hablado de su salida. Nadie creyó dicha mentira.
A partir de ese momento Mateu Alemany intenta dimitir varias veces, pero todavía falta la última puntilla de supremacía asiática para que a Mateu no se le olvide quién manda en el club: debe ir a casa del propietario para que sea él quien le despida cara a cara.
La reunión se produce y no es muy larga. Según sus propias palabras, Mateu Alemany pide razones de su despido y Lim le dice que no las hay: "no entiendo por qué debo dejar el Valencia y lo lamento. Estoy muy triste. La explicación enlaza con una serie de actuaciones del máximo accionista que no se me han dado y que rompieron una línea. Se podían haber hablado algunas cosas, pero no me lo han explicado". Incluso añadió: "tengo una gran tristeza, porque cuando dentro de diez años cuando alguien me pregunte el motivo por el que me fui del Valencia seguiré sin saber qué decir".
Sin una sola explicación Peter Lim despachaba al hombre que reflotó un club a la deriva. Previa consulta de Lay Hoon y consejo de Javier Tebas en 2016, Mateu Alemany acabó convirtiéndose en el timón que obró un milagro que parecía imposible. En los treinta meses que estuvo en Mestalla reconstruyó mano a mano con Marcelino una plantilla hasta meterla en las más competitivas del campeonato e incluso levantar un título de Copa. Al frente de la parte deportiva no sólo consiguió cesiones o precios asequibles para el club en contrataciones como Neto, Gabriel, Kondogbia o Wass, sinó que además limpió el vestuario y fue capaz de sacar dinero por futbolistas absolutamente devaluados como Bakkali o de colocar a otros como Abdennour o Aderllan Santos.
Su peso en la parte deportiva fue tan importante que se acabó convirtiendo en el gran valedor y hombre de confianza para la plantilla. El abrazo exultante con Parejo en las escaleras del Villamarín segundos antes de recoger la Copa fue una evidente muestra de aquello. Pero que el capitán escogiera para aquel abrazo antes al director general que al presidente no hizo más que alimentar los celos de Anil. El final de Alemany y de Parejo es una de las facturas que pasó el presidente.
Fue también el encargado de darle cara y voz al club con periódicas ruedas de prensa. Sin límite de tiempo, ni de preguntas. Desde que él dio la última (15 de agosto), ningún cargo del club (a excepción de futbolistas y entrenador) ha vuelto a responder a preguntas. Y desde hace dos semanas el propio club ha desmantelado su gabinete de comunicación ya que entienden que no necesitan relacionarse con otros interlocutores debido a que ya tiene sus canales propios para expandir sus consignas propagandísticas.
A nivel deportivo, todo ha empeorado catastróficamente. La temporada anterior, el club acabó fuera de Europa, este verano se han hecho nueve traspasos y ningún fichaje, la plantilla ha visto disminuido su valor de manera fulgurante y se ha pasado de tener el objetivo de entrar en Champions al de no perder la categoría.
A día de hoy, Mateu aparece en las quinielas de uno de los candidatos a la presidencia del Barcelona. Su nombre se ha visto ligado a múltiples rumores pero sigue en su lujosa casa de Palma. Quién sabe si todavía le está dando vueltas a qué contestar cuándo le pregunten porqué le despidió Peter Lim.