No hay nada raro en deslices como los de Parejo. Es una plantilla hecha a imagen y semejanza de los máximos responsables del club: poco exigentes consigo mismos, escasamente responsables, poco respetuosos con el VCF. Desde hace dos años... y también anteriormente...
VALENCIA. Siendo tela reduccionista diría que el principal problema del Valencia en los últimos años es la falta de amor propio, la poca estima para con el club que han tenido sus principales responsables. No es exclusivo de Meriton ni de Peter Limhoon, les precede a ellos. Esa mirada por encima del hombro, esa sutil superioridad, esa consideración del VCF como una institución que de tan vejada resultaba provinciana y menor a sus entidades personales. Y al fin, el Valencia como un paso para los futbolistas, como tan solo un trampolín hacia un futuro mejor.
De esa falta de respeto consigo mismo, de la falta de consideración, toda una colección de futbolistas cambiantes, de trayecto acelerado, que apenas perduran. La del Valencia es una de las plantillas de la Liga donde la estancia de sus jugadores es de duración más corta. Es así por algo.
Justo quien más tiempo está, Parejo, es la personificación del escándalo. Cabeza de turco, pim-pam-pum. Ahora como en verano, cuando el VCF pasó de su repudio en público a reivindicar su capitanía. Obsceno, delirante. Apuntar a Parejo -simplemente un buen jugador y un tarugo- como el activo tóxico es tan equivocado como fijarse en el dedo al señalar la luna.
Es muy tentador echar la culpa a los futbolistas y centralizar en ellos todo lo malo que le ocurre a la institución. Cuando una empresa no funciona nos calmará la conciencia creer que la culpa es de los perros de los empleados; un pensamiento ultraliberal aplicado al fútbol. Pero es erróneo, lleva a confusión. Prandelli, en su primera encíclica -Fuori- como entrenador del VCF, tuvo un matiz atronador: esta enfermedad no es de ahora, es de hace dos años. E incluso más, Prandelli, e incluso más.
El futbolista un amiguito colega del propietario, el futbolista jovencín que debe progresar para ser vendido cuando dé buen rédito (¿cuánto tardaría esta estirón en vender a Carlos Soler?), el futbolista repudiado e hipertransferible que semanas después se convierte en fundamental y capitán. Todos esos son escenarios del día a día valencianista. Y enfatizan una realidad: el poco peso que tiene el club ante sus jugadores.
Los futbolistas no son los culpables, son la consecuencia, insisto ya me canso. Nadie los ha vertido por generación espontánea. Quienes los han traído y modelado son los mismos que escupen sobre ellos, quienes no les han exigido apenas. No hay nada raro en deslices como los de Parejo. Es una plantilla hecha a imagen y semejanza de los máximos responsables del club: poco exigentes consigo mismos, escasamente responsables, poco respetuosos con el VCF. Desde hace dos años... y también anteriormente.