VALÈNCIA. Dicen que quien olvida la historia está condenado a repetirla. Y que el fútbol es un estado de ánimo es una ley no escrita, pero universal. Que se lo digan al valencianismo, que lleva toda una temporada experimentando un sube y baja emocional continuo, en una campaña llena de turbulencias y de unos resultados que han fluctuado, cual dientes de sierra, haciendo pasar al aficionado e incluso al equipo, de cero a cien en un instante. De la euforia a la depresión. Y viceversa. ¿A cuento de qué viene esto? Pues fácil. Escucho a Kevin Gameiro poner sensatez en mitad del escenario, cuando sube la marea y afloran los amigos de las cuentas de la lechera: “Piensan que el Valladolid será fácil, pero nada en fútbol lo es”. Así de simple. Así de sencillo. Sin anestesia. Sin adornos. Sin contentar oídos. Y esa es, con perdón, la puñetera realidad de este juego. Que hay licencia para soñar con completar una gran temporada, con semifinales europeas, cuarta plaza para jugar Champions y la posibilidad de ganar un título en la final de Copa, de acuerdo. Pero hete aquí que el VCF está a centímetros de todo y también, a centímetros de nada. Me explico: alcanzar una semi europea, ser cuarto y ganar un título sería una temporada sobresaliente, un magnífico homenaje al Centenario. Y sin embargo, haber quedado a un paso de una final continental, a otro de levantar un título y fuera de Champions, otros lo podrán interpretar como un fracaso. Así funciona este negocio. Existe un hilo muy fino que separa gloria y fracaso, sobre todo si nos atenemos a estos tiempos que corren, donde todo hijo de vecina se siente con derecho y conocimientos para etiquetar como fracasados a los que no lo son.
Parejo, que algo de esto sabe, también advierte: “Para nosotros, el partido ante el Valladolid es tan importante como la final de Copa”. Correcto. Ni trampa, ni cartón. Y no por el manido y estresante debate valencianista de las últimas horas sobre si es mejor ser cuarto en Liga por aquello del dinero o si es preferible escoger un título para regalarle a la afición una noche inolvidable. Un debate muy sano para la ciencia-ficción y la especulación, cien por cien periodístico, pero que no puede lograr que los árboles impidan ver el bosque. Pero quizá, aunque sea menos lustroso debatir sobre qué es un fracaso y qué no lo es, sobre qué conviene más o qué conviene menos, conviene escenificar cómo ha llegado el equipo a esta coyuntura antes de saber si el final del cuento agrada a todo el mundo o si, por el contrario, en el Valencia vivirán el verano felices y comiendo perdices.
A estas alturas, lo mejor es afrontar la recta final de temporada con honestidad. Al Valencia le ha costado sangre, sudor y lágrimas llegar hasta esta tesitura. Nadie mejor que Marcelino García Toral y su vestuario para, una vez acabe esta temporada, ponerle letra y música a una campaña donde todo ha costado el doble de lo que debería haber costado y donde el equipo se ha acostumbrado a sacar el carácter en los momentos más duros, río arriba, evitando los rápidos y las presiones de todo tipo. No ha sido fácil llegar hasta Pucela y ha sido posible gracias a que todos han arrimado el hombro y tirado de manual de supervivencia a tiempo. Quizá por eso, es necesario tener en cuenta, como punto de partida, el aviso de Gameiro y la puesta en escena de Parejo. No va a ser nada fácil ganar en Pucela. Nunca lo es en fútbol y salvo mejor opinión, nunca suele serlo para el Valencia. En todo caso, más allá de la motivación del grupo y de la importancia del partido, a quien esto escribe le viene a la cabeza una frase de una famosa charla en el vestuario impartida por Jorge Alberto Valdano cuando era el entrenador del Valencia de los Burrito Ortega, Chemo del Solar y compañía. Aquel día el Valencia necesitaba ganar para entrar en Europa. Valdano les cerró a cal y canto en el vestuario y con cierta gravedad, les dijo: “Tienen que saber que esta es una final de Copa de Europa. Entre otras cosas, porque si no ganamos, ustedes no van a jugar la Copa de Europa”. Pues eso. Ganar el último partido del curso no será fácil, habrá que morir en el campo y dejarlo todo. No habrá segundas oportunidades y están demasiadas cosas en juego. El fútbol no le debe nada al Valencia. Ni a nadie. En este deporte, tienes que demostrar que eres capaz de conseguir lo que mereces. Así que, señores del VCF, salgan al campo y jueguen ante el Valladolid como una final de Copa de Europa. Lo es.