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Una oportunidad perdida

3/12/2021 - 

VALÈNCIA. Desde hace al menos un siglo, España ha buscado con insistencia convertirse en una potencia deportiva. No ha puesto los medios para conseguirlo, salvo en contadas ocasiones, y ha confiado en vaguedades y tópicos tan manidos como el espíritu de lucha o la furia para lograrlo. El fútbol, como deporte rey, ha sido el principal objeto de deseo de los triunfos nacionales, quizás porque estar en la cima del mundo en términos futbolísticos ayuda a que los demás te vean con mejores ojos. Mas, excepto el breve periodo en el que la selección española encadenó dos eurocopas y un mundial, el resto de las tentativas de dominación planetaria por medio de la pelota han fracasado con estrépito, con la metáfora de los cuartos de final como montaña de Sísifo hacia la que varias generaciones de futbolistas empujaron su piedra sin éxito. Los cuatro años de gloria del equipo nacional (2008-2012) sirvieron para que los medios más nacionalistas sacaran pecho y acuñaran aquella frase tan chulesca de “Soy español, ¿a qué quieres que te gane?”.

El ancestral empeño por dominar el mundo del balón por parte de los españoles ha tenido recompensa en los últimos tiempos de forma inesperada. Sin que muchos aficionados se hayan dado cuenta, la selección española de fútbol femenino se ha convertido en una potencia internacional de primer orden. Sus números en la fase de clasificación para el Mundial de 2023 así lo atestiguan. En cinco partidos, saldados con otras tantas victorias, el combinado nacional ha marcado 43 goles (a más de ocho tantos por encuentro) y no ha encajado ninguno.  Si esas cifras las hubieran logrado los hombres, la prensa más forofa ya habría sacado en su portada al capitán de la selección con la chorra fuera.

España es una de las grandes favoritas en la cita mundialista que se celebrará en Australia y Nueva Zelanda dentro de dos veranos. Además de por su arrollador camino de clasificación, porque la centrocampista de la selección Alexia Putellas ha sido galardonada con el balón de oro, el primero que consigue un futbolista español desde 1961. Putellas, que inició su andadura como jugadora profesional en el Levante, representa el triunfo de una generación que, poco a poco, ha ido haciéndose un hueco en el intrincado mundo de la tiranía del fútbol masculino, un monstruo que abraza todos los medios de comunicación y los contratos publicitarios. Lo ha hecho también gracias a los éxitos del FC Barcelona, un equipo formado con paciencia por la habilidad de Markel Zubizarreta que, tras años de aprendizaje, tocó el cielo europeo al ganar la última Liga de Campeones.

Mientras el fútbol femenino gana terreno a pasos agigantados al masculino, en el universo de Meriton, ese planeta en el que almorzar es una religión, reírse de los valencianos una devoción y robar patrimonio del club una obligación, las mujeres han ido perdiendo el protagonismo que tenían hace solo siete años, cuando el Valencia fue cuarto en la liga y subcampeón de copa. Al igual que han hecho con el conjunto masculino, los sicarios de Lim han minado el potencial de la plantilla hasta llevarla a un descenso la temporada pasada que no se produjo gracias a la pandemia, que dejó sin efecto la pérdida de categoría. Esta temporada, el panorama no ha mejorado demasiado: con once partidos disputados, el Valencia se encuentra en puestos de descenso, solo ha vencido en dos encuentros y nadie duda de que, si no este año será el que viene, acabará perdiendo la categoría.

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