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opinión

Unión y grandeza

27/11/2019 - 

VALÈNCIA. Es mucho más lo que une al valencianismo que lo que lo separa. Tiempo ha habido, hay y seguirá habiendo para cuestionar la surrealista línea de actuación de una propiedad especialista en cambiar todo para que nada cambie, pero la final ante el Chelsea – deportiva y económicamente lo es- debe ser afrontada con la unión que la cita requiere. Primero, porque la afición se lo merece. Segundo, porque el club lleva peleando años para estar en la elite. Tercero, porque ese vestuario ha trabajado mucho para dar el gran salto. Cuatro, porque ese escudo está por encima de caprichos personales, de filias, fobias, comparaciones entre entrenadores y guerras intestinas. Y quinto, porque lo que está en juego es el prestigio de la entidad, su maltrecha economía, el objetivo de los jugadores y sobre todas las cosas, el orgullo de una afición que necesita recuperar el estatus natural de su equipo, que es un grande de Europa – pese a quien pese-, un club que ha ganado todo lo que se puede ganar, menos la dichosa Champions. Mestalla, que exige porque paga y que aprieta cuando quiere, sabe cómo vivir esos partidos, como generar una atmósfera especial, cómo intimidar al enemigo y cómo llevar en volandas a los suyos.

Ante el Chelsea es el día D y la hora H. Y al campo debe salir un equipo con un único credo: honrar al murciélago del escudo. Sin excusas, sin envidias, sin rencores y sin prejuicios. Los jugadores deben dar lo mejor que tengan. Después, se podrá ganar o perder, pero no hay un solo valencianista de bien que, sea cual sea el resultado, se haya ido a casa con la cabeza abajo cuando el Valencia CF se ha empleado a fondo, dejando atrás los problemas y siendo valiente. Ante los ingleses hay que parar el reloj. No será el día para denunciar la falta de sensibilidad de la propiedad, ni para protestar por las pésimas decisiones de los que mandan, ni para reclamar a ejecutivos o entrenadores que se han ido, ni para airear cualquier conflicto social, por muy justa que sea su reivindicación. Ante el Chelsea el objetivo es generar un ambiente de unión, confianza y sentimiento.

Sin ánimo de repartir carnés de buenos y malos valencianistas, en la cita contra los “blues”, el Valencia CF va a necesitar cualquier gramo de fuerza, sin disensiones, sin desafectos, sin más banderas y colores que los del equipo. Es una final y en partidos así, sea quien sea el dueño, el presidente, el entrenador o sean quienes sean los jugadores, el valencianismo debe ser un único grito al viento. Con la venia: el que no crea, que no vaya. Y el que crea, que apoye. Como decía Al Pacino en la mítica “Un domingo cualquiera”, en esto del deporte “puedes ganar o perder, pero puedes elegir cómo hacerlo”. Y eso es algo a lo que este Valencia no puede renunciar. Corazón caliente y cabeza fría, este equipo se ha instalado en la elite del fútbol europeo demostrando que sabe cómo combatir la adversidad, que sabe cómo competir cuando las cosas se ponen duras y que, cuando la afición apoya a muerte, ellos responden. Resulta imposible saber si este Valencia CF estará entre los mejores de Europa y si logrará el pase para octavos de final o no. Lo que sí puede elegir es cómo afrontar una noche que todos sueñan que sea mágica. Y sólo existe una manera de jugar este partido. Sabiendo que es mucho más lo que une al valencianismo que lo que lo separa. Con la venia y de parte de un atlético confeso, el Valencia debe demostrar lo que siempre ha sido, es y nunca dejará de ser. Un grande. Es hora de hablar en el campo. Alto y claro. Amunt.

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