VALÈNCIA. El Valencia CF cumple hoy 102 años de historia. La entidad deportiva más importante de la Comunitat afronta un depresivo aniversario situada en una encrucijada de deudas, problemas de liquidez e inacción por parte de un máximo accionista que ni valora, ni respeta a la entidad valencianista.
Podíamos decir (y pese a los flirteos con el caos desde el comienzo de su llegada) que Meriton hizo una concesión hasta el año del centenario (2019) para iniciar acto seguido un proceso de autodestrucción que nadie sabe a ciencia cierta dónde, cómo, ni cuándo puede acabar.
Pese a desentenderse casi por completo de los actos de celebración de sus 100 años de historia (sólo el empuje de algunos ya ex empleados del club, y la asociación de futbolistas comandada por Fernando Giner evitaron un ridículo de incalculables dimensiones), las celebraciones llenas de emoción desbordada en plenas fiestas falleras (por cierto, las últimas celebradas hasta el momento) fueron un momento de reafirmación de un sentimiento que parecía encontrar de un nuevo una luz en el camino y un motivo en el que creer. Sensación que se vio jalonada con el título copero conseguido en Sevilla el 25 de mayo ante el FC Barcelona.
Ese año todo el mundo de una manera u otra giró la vista atrás para recordar los comienzos en Algirós, la delantera eléctrica, los primeros títulos europeos de los 60, la Recopa del 80 o el doblete de 2004. Montes, Cubells, Puchades, Pasieguito, Roberto Gil, Claramunt, Mario Kempes, Albelda y Baraja, fueron los estandartes de generaciones que no opacaron la aportación a la historia del club de otros con menos brillantez, pero incuestionables en su importancia a la hora de hacer batir las alas al murciélago para que volara lo más alto posible. Tanto como para conseguir 6 ligas, 8 Copas del Rey, una Supercopa de España, 2 de Europa, 2 copas de Ferias, y una de la UEFA.
Pero desgraciadamente esos fueron los últimos momentos de felicidad valencianista. La Copa de Sevilla fue un colofón extraordinario a 100 años de historia, porque sin saberlo prácticamente nadie más que Lim y sus ejecutores en Valencia, comenzaban dos años de pesadilla continua.
Desde aquel momento Meriton decidió cortar los escasos puentes que le quedaban con el entorno. Destruyó el modelo deportivo que le devolvió la grandeza al club (primero la estructura deportiva y luego purgó la plantilla), se enfrentó a Mestalla (mandando Anil Murthy callar a la grada en un partido), echó a las peñas, puso el COVID como excusa para plantear una inexistente política deportiva, despidió una gran cantidad de empleados -algunos con 30 años de servicio al club-, y el remate ya ha sido declararle la guerra a los representantes de los valencianos elegidos democráticamente en las urnas.
Mientras tanto, siguen sin mover un dedo para la finalización de las obras del nuevo estadio. Ello puede conllevar que no se prorrogue la ATE con la consiguiente pérdida de valor patrimonial que podría dejar el club muy cerca de la causa de disolución.
Al mismo tiempo surgen posibilidades (ninguna de manera concreta) para un posible cambio de propiedad de las acciones de Lim. Pero nadie parece avanzar lo suficiente y además el discurso oficial de Lim es que no vende el club.
La angustia y las preguntas se apoderan ahora de la entidad: ¿Habrá nuevo propietario? ¿Seguirá Lim? ¿Porqué no quiere vender si es evidente que no está interesado en la buena marcha del club? ¿Qué planes tiene para la entidad?.
Demasiadas preguntas y pocas respuestas para un futuro inmediato que se antoja muy oscuro en la comparativa con con los primeros 100 años del Valencia CF. Ni siquiera durante la pesadilla del descenso a 2ª división en el 86, el valencianismo ha vivido unos momentos tan bajos y con un desapego tan grande como el que existe en la actualidad.
Es evidente que todo aniversario merece una celebración, pero quizá este 102 cumpleaños del Valencia CF venga rodeado de una tristeza que, si bien dibuja la realidad del club, está a años luz de lo que debería ser una efeméride de esta magnitud.