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opinión

Valencia CF, cómo afrontar esta final

23/05/2019 - 

VALÈNCIA. Dar todo sin esperar nada a cambio. Esa es la filosofía que debe aplicar el valencianismo de cara a una final de Copa del Rey que arroja dos sensaciones compatibles para los aficionados: en primer lugar, la obligación de disfrutar, en toda la extensión de esa palabra, el acontecimiento, porque una final no se juega todos los días; y en segundo lugar, reclamar el derecho a pelear con uñas y dientes por un título que sería el broche ideal para la temporada del Centenario. El escenario, inmejorable. El ambiente, el de las grandes noches de pasión. El rival, un equipo todopoderoso. La amenaza, el mejor jugador de la historia. Y el premio, uno muy gordo: interiorizar que las finales no se juegan, se ganan. Y que el equipo, esté mejor o peor, debe dar todo lo que tenga para matar o morir en la pugna por conquistar un título que dispararía, por fin y con motivo, la euforia del valencianismo. 

Dicho eso, conviene atender a las sensaciones del personal y los dos planos de una realidad que, por motivos realmente sorprendentes, no son convergentes. A un lado, el público de Mestalla. Al otro, el hincha ché que se manifiesta en las redes sociales. En la grada, madurez. En Twitter, acidez. Modos de vivir, sentir y querer al Valencia CF, que no se contraponen al extremo en cuestiones debatibles, pero sí se neutralizan cuando uno y otro juegan a repartir carnés de buenos y malos aficionados. Al fondo, la temporada. ¿Ha sido una buena temporada? Sin duda, sí. Los hechos, que son bastante más contundentes que las opiniones, son los que son: el equipo ha alcanzado la final de Copa del Rey, ha llegado a semifinales europeas y ha conquistado la cuarta plaza que, por presupuesto y por masa social, era s legran objetivo del club. 

Pero ¿cómo calificar la campaña? Pues ahí está el matiz, que es fino, pero existe. Si el punto de partida para analizar se cimenta en la extraordinaria historia valencianista, teniendo en cuenta sus títulos y palmarés, la temporada es más que decente. Si la manera de analizar la campaña se basa en los objetivos marcados a comienzo de curso y los que se han conseguido, la temporada es buena. Si se analizan los grandes problemas que tuvo el equipo a comienzo de temporada, las adversidades, el momento delicado y todos los momentos en los que el grupo estuvo a un paso de caer al abismo, la temporada es notable. Y si se tienen en cuenta todos los criterios anteriores, el veredicto es unánime: si además de todo se gana la Copa al Barça, esta temporada es de sobresaliente. 

Y ahí, en ese punto, es donde el valencianismo debe converger. La final es un premio. Y si tanto el equipo como la afición sabe interiorizar la actitud con la que debe afrontarla, conquistar el título no es una quimera. Primero, pies en tierra: el favorito, de lejos, es el Barcelona. Segundo, el que no crea, que se quede en casa. Tercero, el Valencia no tiene nada que perder y sí mucho que ganar. Cuarto, el estilo de juego de Marcelino se le atraganta al Barça. Quinto, en una final todo título se decide por pequeños detalles: si se cuidan, si hay concentración, si el esfuerzo no se negocia, el equipo va a competir y cuando se compite, siempre se está a centímetros de ganar. Sexto, en las finales, el que pega primero, pega dos veces. Y séptimo: quien perdona, paga. Todo eso va a estar grabado a fuego en el ánimo de los jugadores, del cuerpo técnico y del club. Ahora sólo falta que la afición entienda que su gran arma para esta final es dar todo sin esperar nada a cambio. Pase lo que pase, cabeza fría, corazón caliente y resistencia para lo que esté por venir. Que Kempes no sienta nostalgia de Bell Ville, sino orgullo de ser valencianista.

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