Valencia Plaza

NOSTÀLGIA DE FUTUR

Empresarios, ¡arráiguense!

En economía urbana utilizamos el termino de fertilidad para referirnos a las condiciones de una determinada área geográfica para que se ubiquen y desarrollen actividades productivas. Las ciudades y los barrios más fértiles serán los mejor conectados, mejor abastecidos de servicios, con una mayor dotación de capital humano y con acceso a un mercado más amplio. La fertilidad de una determinada área urbana tiene una influencia muy importante en los precios del suelo.

Traducido a la lógica local, Valencia será una ciudad más fértil cuando sea capaz de generar mejores condiciones para que las actividades económicas -básicamente las empresas- se asienten en el territorio, empiecen a crecer y desarrollen innovaciones

Pero volviendo al símil botánico, la fertilidad económica no nos explica toda la historia de la relación de las empresas -las plantas- con la ciudad que las acoge -la tierra-. Una ciudad muy fértil podrá generar numerosas ideas, proyectos e iniciativas que luego podrían ser ‘transplantados’ a otros lugares. Si pensamos por ejemplo en la cantidad de jóvenes emigrados desarrollando carreras profesionales en otras latitudes, podemos pensar que Valencia ha sido fértil en cuanto a la generación de talento, pero no ha facilitado las condiciones para que ese talento se consolide y aproveche.

Dos ejemplos paradigmáticos de instituciones arraigadas son las universidades y los clubs deportivos profesionales

El siguiente nivel a la fertilidad, un paso adelante no necesariamente secuencial, es el del arraigo económico-empresarial. Lo que en el mundo anglosajón han acuñado como anchor institutions, lo podríamos traducir como instituciones ancladas o arraigadas en un territorio determinado. El origen del término y las teorías que lo acompañan está en la identificación de un tipo muy concreto de empresas e instituciones que tiene relaciones simbióticas, de dependencia mutua, con el lugar donde están ubicadas. Instituciones que no se pueden marchar a otro lugar, al menos no de manera sencilla.

Dos ejemplos paradigmáticos de instituciones arraigadas son las universidades y los clubs deportivos profesionales. Pensemos en la Universitat de València, la Politècnica o en el Valencia CF. Son instituciones con una vinculación tan potente con la ciudad que hasta la llevan en el nombre. Tienen un peso simbólico increíble y una gran capacidad de movilización social. Estudiantes y aficionados llevan casi para siempre su membrete como parte de su identidad. No en balde las preguntas ¿dónde estudiaste? y ¿de qué equipo eres? son uno de los puntos de partida más recurrentes para conocer a una persona. Otro tipo de anchor institutions, empresas tan vinculadas a un territorio que nunca se podrán deslocalizar del todo, son los grandes museos -aunque generen filiales en países remotos-, las marcas de cerveza -pensemos en sus estrategias de marketing- o los medios de comunicación.

Éste en el que escribo lleva orgullosamente el nombre de la ciudad que habitamos en su cabecera. De hecho, dar la enhorabuena a Valencia Plaza por su sexto aniversario, significa también felicitar a numerosas iniciativas de la ciudad que se han reforzado y visibilizado a través de sus páginas virtuales.

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