Es difícil de imaginar, pero todavía quedan hornos de pan que no funcionan con electricidad, sino a leña. Son muy pocos en España. En Chiva, pegado a la Rambla, está El Puente, un horno de los de toda la vida donde las cosas se hacen con paciencia y cariño, como antes. El aroma a horno de verdad es quizás uno de los que más retrotraen al pasado. El del Puente es una vuelta inmediata a la infancia. Una máquina del tiempo hecha de harina. Ahora que el mundo se ha llenado de boutiques de pan, pseudo hornos con masas congeladas sin alma y sin olor, esa sensación de volver al calorcito de la merienda tiene algo mágico.
El horno lleva calentándose con leña desde hace cuatro generaciones. Primero fueron Vicente y Teresa, luego Rafa y Teresa; después Juan Antonio y Chelo (que siguen en activo) y ahora Mariate Sánchez Margós, una periodista que desencantada del oficio después de dedicarse a él durante 15 años, decidió no dejar morir el negocio donde se había criado desde niña. "Mis padres iban a jubilarse y me daba mucha pena que cerrase el horno. Esto es casi como un museo. Y pensé, ¿por qué no intentarlo?", recuerda Mariate. Eso fue hace ocho años. Hoy, ella está al frente, aunque su padre, con 70 años cumplidos, sigue levantándose a las 2 de la mañana para hacer el pan y su madre, Chelo, también continúa al pie del cañón. A pesar de que su hija insiste, la jubilación se retrasa. "Estamos a gusto porque estamos con ella", apunta Chelo. En el horno trabajan siete personas y aunque alguien podría sustituir a Juan Antonio a la hora de hacer el pan, Mariate sabe que es una batalla perdida. "La idea inicial era que ellos descansasen, que vivieran y disfrutaran de la jubilación, pero no lo he conseguido", señala, "así que me he ido adaptando aunque reconozco que me hacen mucho papel".