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13 de noviembre / OPINIÓN

¿Y ahora qué?

25/01/2022 - 

VALÈNCIA. Era inimaginable lo poquito que duraría el ‘sí se puede’. No nos hagamos más daño: hay que asumir la triste realidad. La derrota ante el Cádiz ha sido la estocada definitiva y eso que aún quedan 17 partidos en estos últimos cuatro meses de competición que serán durísimos de aguantar. Con 11 puntos de 63, con tres entrenadores y sin una dirección deportiva, es imposible creer en lo imposible. Muchos varapalos. Muchos disgustos. Muchas decepciones dentro y fuera del terreno de juego. Los que han provocado este empastre (es obvio que no solamente los que saltan al césped) deben dar motivos para que el Ciutat no se vacíe de ahora en adelante y que cada jornada en casa (quedan ocho) no sea un suplicio insoportable. Y, por supuesto, que a nadie se le ocurra pedirle públicamente nada al aficionado y le deje exponer sus sentimientos sin restricciones.

El Levante ha lanzado por el sumidero una oportunidad de oro de crecer en un entorno favorable y volverá a la casilla de salida en el peor momento posible y no solamente por la desilusión de no seguir entre los 20 mejores del fútbol nacional. Lo podemos llamar autodestrucción, pegarse un disparo al pie o como a cada uno le venga en gana. Una travesía de 12 temporadas de las últimas 13 en la máxima categoría que tendrá un final abrupto y doloroso por un mal endémico: la autocomplacencia, el conformismo, ese dejarse ir y pregonar una tranquilidad incomprensible y no emprender un cambio radical cuando era más que evidente que el ciclo estaba acabado, evidenciado en esas últimas ocho jornadas sin ganar de la temporada pasada, que se extendieron al récord de 27, junto a esa capacidad crónica de buscar excusas para no reconocer la sucesión de despropósitos. Por ese nulo aperturismo, el riesgo a que todo pudiera estallar se ha convertido en realidad.

Es el momento de mirar al futuro acabando con dignidad. De trabajar para recuperar el terreno perdido y volver a esas raíces que hacían a este escudo diferente al resto. De resetear y hacerse cargo de las muchas meteduras de pata que se han cometido. De confeccionar una estructura deportiva de verdad y tomar decisiones coherentes, responsables y profesionales. Es primordial corregir la inestabilidad estructural y conformar un engranaje sólido con expertos en la materia que elijan quién vale y quién no y edifiquen un proyecto de garantías para regresar de inmediato a Primera División.

El último revés ha dejado muy débil al Levante en el mercado de invierno... si todavía se cree en esta solución para obrar el milagro de los milagros. La situación clasificatoria tan agónica condiciona las negociaciones abiertas con distintas opciones. Es improbable que las posibles primeras opciones se decidan por un equipo abocado al descenso. A eso se une la necesidad de venta; esa ‘operación salida’ estancada y en la que hay cuatro nombres: Vukcevic, Malsa, Dani Gómez y Blesa. Con esta crisis deportiva, financiera y social, es normal hacer paralelismos con los últimos descensos y preguntarse si el club sobrevivirá a este paso atrás. Ha habido momentos peores en lo económico, muchísimo más graves, y se resurgió de las cenizas, además consolidando al Levante en la máxima categoría. Lástima que ese conformismo, el no exigirse cada temporada un poquito más y el exceso de improvisación han acabado por engullir las ilusiones y abrazar al fracaso.

Me gustaría ver a Alessio Lisci en otro contexto. Sin tantos jaleos. Sin tener que hacer también de director deportivo, portavoz del club y guardaespaldas de los jugadores. Está claro que la descomposición propulsó al italiano a la primera plantilla y que, de lo contrario, lo más normal era que seguiría al frente del Atlético Levante. Su figura es de los pocos salvavidas a los que se agarra el levantinismo para no romper el pase. Para el próximo proyecto y hay que pensárselo mucho, la elección del entrenador debe ser la primera gran decisión de la dirección deportiva… si existiera. Con recursos, una plantilla comprometida al cien por cien y sin estar pendiente de factores externos al terreno de juego, Alessio es válido, está preparado y merecería esa oportunidad.

Ojalá que Lisci no acabe siendo una víctima más de este caos impropio de un club profesional. Sin embargo, también entiendo que el Levante necesita un entrenador más experimentado, contrastado y con bagaje en una categoría tan complicada como es la División de Plata para afrontar el retorno a la élite. Y el mercado va a dar opciones, aunque lo primero será sentar unas bases con jerarquías definidas. Ahí no se puede fallar. Hay que tomar decisiones inteligentes. La respuesta del Elche con Francisco (8 puntos de los últimos 12) y el Getafe con Quique (10 de los últimos 15) revive el inexplicable “sí o sí” por Javier Pereira de la exdirección deportiva.

Es incomprensible todo el tiempo que se ha perdido sin frenar la caída libre. Hay que retomar el rumbo, abrir puertas y emprender una escucha tolerante para caminar de la mano y empezar a curar las heridas. Un hundimiento por la ausencia de una hoja de ruta y eso que las muestras de desmoronamiento no han dejado de acumularse, sin que nadie las frenara. El peor camino es el inmovilismo, las represalias, el coger matrículas y señalar a todo aquel que hace una crítica constructiva al régimen establecido por la vía que sea. Me gustaría saber dónde han quedado esos correos con propuestas que en la Junta General de Accionistas pidió Quico Catalán que enviaran al club y que serían escuchadas. Es una pena que se haya optado por hacer oídos sordos y silenciar.

Quico debe regresar a sus orígenes y renovar caras en una gestión caducada. Esta es su obra y él ha permitido, con la cooperación de la Fundación, que se haya desmontado todo, volviendo al pasado con decisiones sin sentido que no han hecho más que agravar una realidad que se veía venir. Un presidente que hasta ha perdido su embrujo en la oratoria, con un discurso fuera de ese perfil reconocible y que siempre le ha servido para convencer y ganar tiempo cuando las cosas se torcían. Más presidencialista de la cuenta, demasiado desbocado en su mensaje, alejando al granota militante. Porque vuelvo a decir que lo peor de todo no será el descenso sino la ardua tarea que supondrá corregir la desafección, el desapego y la indiferencia que ahora reina entre el levantinismo. Y el ‘Quico, vete ya’ que se escuchó con fuerza ante el Cádiz así lo ejemplifica. Porque la afición es soberana. Fue solamente el primer capítulo. El examen de final de curso lo podrá superar si baja al barro, pide perdón hasta aburrir y empieza a rodearse de profesionales con mimbres suficientes para construir lo que se ha destruido.

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