VALÈNCIA. Que sí, que los agentes inducen a sus futbolistas para ensanchar sus mejores oportunidades, velan por su futuro y por sus ganancias. Idílicamente es así. Repleto está el cementerio de futbolistas de agentes agresivos. El agente de Ferran juega con los tiempos amenazantes como un buen director de un thriller para el que el espectador imagina el peor final posible.
Juguemos a separar a Ferran de su agente. A valorar su posición individual, si es que la hubiera. Pienso en Ferran Torres. Más bien, pienso en qué piensa. En si merece la pena. En si, tan joven, tan lleno de futuro, tan prometedor, le conviene comenzar tan mal. Ferran podrá caer en la habitual tentación de confundir a un par de directivos atolondrados con la representatividad global del Valencia. Creer que ellos son el Valencia. La parte por el todo. Y por tanto entender que el Valencia no ha sabido valorarlo lo suficiente, no se adelantó, quiso especular con su rendimiento (hombre, pues claro). O creer, también, que el proyecto no sustenta su fulgurante carrera. Que se le queda pequeño, que no es lo suficientemente solvente para una figura de su talla. Puede pensarlo, tiene motivos racionales. También tiene otros motivos alimentados por la fantasía.
Incluso poniéndonos en todos esos casos, ¿le compensa? ¿Todo sirve mientras cedes al representante el manejo del desprecio con tu casa misma? Ferran es su contexto. El de un club que le ha dispensado un trato favorable -el que merecía-, que lo ha integrado en sus planes, le ha dado minutos mucho antes que a cualquiera, ha creído en su progresión, ha sido paciente, le ha reiterado las oportunidades. ¿Qué más?, ¿envolverlo en celofán y pasearlo bajo palio? La debilidad del club termina por empequeñecer al Valencia y engrandecer a las jóvenes promesas. Pero cuidado con confundir el volumen de las cosas: es el Valencia, el mismo equipo donde Gayà se ha hecho un hueco como uno de los laterales más prestigiosos de España.
Escuchaba hace unos días a Vicente Rodríguez entrevistado por Fran Guaita. Recomendaba al futbolista renovar como una manera de poder marcharse poco después. Parecía un consejo prudente: sigue madurando y cuando estés preparado dile al club que quieres crecer en otro destino. Razonable. Sin embargo esconde una gran derrota, una enorme frustración. El traje del Valencia se desgarra cuando uno de sus canteranos destaca lo suficiente. Que el club no pueda disfrutar de los mejores años de sus cachorros es un fracaso estructural que debería servir para refundar algunos principios. ¿Qué demonios quiere ser el Valencia?
Pero mientras, no, no todo vale en un futbolista como Ferran ni en las manos interpuestas de su representante. No vale con vestir de presión lo que es desdén. No vale con hacer pasar el tacticismo por deslealtad. No vale envolverse en el agente de turno para no mirar a los ojos al club que es tu casa.