VALÈNCIA. Sintomático que para analizar una de las peores medias temporadas del Valencia en su historia se acuda a calibrar la calidad o no de sus jugadores. Se sacuda el miedo a partir de medir el talento propio.
Ya no va de eso. El Valencia es justo uno de los mejores exponentes de que con plantillas limitadas se pueden obtener rendimientos muy altos a partir del orden y la nitidez del modelo. Con proyectos sólidos, las limitaciones se disimulan. Con proyectos frágiles, se expanden.
Uno de los riesgos de estar mintiéndose todo el tiempo es que dejas de analizar la realidad en base a criterios racionales. La propiedad, intoxicando las aguas de Mestalla, hizo creer que bastaba con hablar de jugadores, de altas y bajas, de cesiones girando como en un tiovivo. Entre tanto, dejó de importar el resto: el orden, la exigencia, la nitidez de los objetivos, la construcción grupal.
El equipo se convirtió definitivamente en la sombra de su propio modelo como club: una plataforma especulativa con la que dejar pasar el tiempo a la espera de buenas oportunidades de mercado. El tránsito venció al arraigo.
Qué importa si almeidas o cavanis, si samus o linos. El equipo es frágil porque su modelo de club es frágil. Más de la mitad de la plantilla está siempre de paso, apenas Valencia es una etapa fugaz. Los entrenadores, a los que se les extirpa cualquier soberanía al llegar, se convierten en eunucos destinados a canturrear partituras que pronto dejan de creerse. El factor grupal es una quimera en cuanto que cada verano se rompe cualquier atisbo de solidez y se procede a reiniciar la plantilla. La exigencia se disuelve rápido al ver que no hay mandos con autoridad ni objetivos reales.
Especulación y tránsito. El Valencia por fin honra los principios de su propietario. Su obra al completo.
Acierta Voro con el “yo no puedo hacer más”, porque señala por debajo que esta crisis ya no es como las de antes. Guardián de la llave del kit de primeros auxilios, ni su maletín parece suficiente. Quizá Voro debería plantearse por fin que ‘hacer más’ es dejar de hacer lo de siempre. Ser alguacil de Layhoon es contribuir a la letalidad del veneno.
La salvación de esta temporada para el Valencia pasa por el mismo cauce que su salvación general: comenzar a construir un modelo que anteponga los intereses del club a los de intereses lejanos.