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5 cosas positivas de las protestas (más allá de Lim)

16/12/2021 - 

VALÈNCIA. La protesta contra Lim va a acabar siendo más exitosa por lo grumos que generan los contrarios a la protesta que por los propios manifestantes. Qué capacidad la de València, en su conversión recurrente en Valenciastán, para dar tribunas y alzas a personajes insignificantes, bisagras accionariales fallidas, cuyo preceptivo minuto de gloria ha durado tanto que se ha extendido durante 20 años. 

Pero si nos alejamos del núcleo central de la marcha contra el holding, hay algunas derivadas que representan una buena noticia. Voy por partes. 

1. La vinculación simbólica ciudad + club: Comencemos por la representatividad que supone que el valencianismo se exprese, no ya en el interior del estadio, no ya en el metaverso censurado por Meriton, sino en el entorno urbano donde se fundamenta gran parte de la historia propia. Frente a las economías fakes y los proyectos desubicados que toman a los club de fútbol como pura mercancía en órbita, el modelo con geolocalizador. El del sábado fue un canto a favor de una estrategia de club que pasa por los nutrientes de la comunidad local. Desde la misma calle a la que el pintor Genovés se asomaba para ver Mestalla, algunos miles de aficionados parecían caminar en una búsqueda conjunta del Valencia, como cuando todo un pueblo sale al bosque a encontrar a uno de los suyos, perdido desde la noche de ayer. 

2. El frente amplio: Aunque quizá la siguiente etapa de las protestas pase por evolucionar en movimiento y no ser solo un frente, la capacidad para articular a varios grupos propios bajo un mismo paraguas es un buen boceto de cara a imaginar cómo, las gradas de Mestalla, podrían equilibrar su engranaje a partir de varias fuerzas unidas, y no subcontratar la animación a tan solo a un grupo con ínfulas de monopolio. Un estadio más transversal será un estadio más rico.

3. Protestas intergeneracionales: Al margen de la anécdota emotiva del primer iaio, la demografía de la manifestación traía una diversidad de edades casi espejo de cómo el Valencia discurre entre generaciones como un hábito de vida. Una fórmula saludable de compartir pasión que cada vez resulta menos habitual en muchas otras formas de ocio, delimitadas por burbujas. Boomers, zetas y abuelos, sin distinción. Un valor a explotar. 

4. Preguntarse qué ser y no sólo a dónde ir: Muchas de las pancartas no mencionaban a Lim, sino que incidían en viejos mitos renacidos de la entidad (Vicente Peris), en modelos alternativos (50+1) o en misivas entre lo social y lo societario (+99%). Era una reflexión andante de qué quiere ser el Valencia. Desgraciadamente no hay margen para dar respuestas porque la principal misión del club a estas hora tiene que ver simplemente con existir, pero enciende las luces largas. Demasiadas veces nos hemos recreado con la voluntad de querer llegar -más que una voluntad, ha acabado siendo una adicción- pero el futuro del VCF pasa por preguntarse más a menudo qué se quiere ser. 

5. Fortalecer la comunidad para aumentar las resistencias: Cuando se regresa al proceso de venta del club suele obviarse que la transacción más importante del fútbol mundial fue, básicamente, consecuencia de una comunidad en torno al club debilitada, anémica y más preocupada por salvar las bancarrotas individuales que por atender la salud de un coloso en llamas. La fragmentación y la desidia fueron el hábitat perfecto para que se colaran patógenos en forma de fondos buitres, relamiéndose ante una presa llamada Valencia CF. Reconstituir la musculatura del club va a requerir muchos años, pero si hay alguna manera de comenzar, parecería que ya se ha comenzado.  Una comunidad fortalecida crea clubes más fuertes. 


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