VALÈNCIA. He de reconocer que me han podido las ganas y he claudicado, he acabado cediendo a una tentación en la cual me había propuesto no caer.
Les cuento, la semana pasada el panfleto propagandístico financiado con dinero del club y llamado Batzine realizó lo que en mi opinión es una gravísima acusación a la afición del Valencia CF. Para justificar la creciente e imparable crítica al desastre de gestión que Meriton está llevando a cabo, no tuvo una mejor idea que lanzar una acusación tan grave como falsa: señalar que la afición del Valencia CF es racista, que esa es la única razón para las críticas.
De entrada es cierto que a Meriton le quedan pocos altavoces que no sean los propios -y cuya incidencia es casi ridícula- y algún otro que, previo pago de su importe, publican palabras de Anil Murthy. La realidad es que para la difusión de sus consignas propagandísticas a los dirigentes del club les queda la hoja parroquial de Colchester, el Don Miki de Gloucester o la Gaceta del jubilado de Leeds.
Pero el hecho de que la repercusión de sus mensajes sean mínimos no nos puede hacer girar la cara ante la gravedad de la acusación, que retrata la catadura de los ideólogos de dicha imputación.
De entrada diré que es tan sencillo desmontar la acusación de xenofobia como recordar la estampa de la primera llegada de Peter Lim a Mestalla con miles de personas vitoreando su llegada. El racista lo es todos los días y no va mutando su concepto de supremacía hacia otras etnias según pasan las estaciones del año.
A todo esto se le podría añadir el testimonio de jugadores de otras etnias. Seguro que si Meriton le pregunta por ejemplo a Anglomá, o a Sissoko, o a Miguel Brito o a Vicente Engonga, se les desmontará su patraña.
Tan fácil deshinchar el globo de una acusación tan grave como recordar que Kempes, Claudio López o Pablo Aimar han sido jugadores idolatrados por una afición que unos genios tachan ahora de xenófoba. Pero vamos a ir un poco más allá.
Si quien hiciera esta acusación viniera de un país modélico en cuanto a derechos y libertades, podríamos llegar a entender que hubieran podido malinterpretar algunas críticas, pero es que siempre habla quien más tiene que callar; y aquí van algunos datos.
Singapur ha sido tildada más de una vez como "La Disneylandia con pena de muerte"; allí la pena capital está habilitada. Los azotes son una forma de castigo para más de 40 delitos y una medida disciplinaria en las prisiones, reformatorios y las escuelas. Y también se prohíben actos que son parte de la vida cotidiana en la mayoría de los países del mundo: desde abrazarse a escupir en la calle o mascar chicle (bueno, realmente lo que no se permite desde la ley de 1992 es su venta e importación; ergo si no se puede introducir chicle en el país y no se puede vender, no se puede comprar...). Además, la homosexualidad está penada con dos años de cárcel (la Alta Corte de Singapur desestimó en marzo de este mismo año la demanda de inconstitucionalidad interpuesta contra la sección 377-A del Código Penal, que castiga las relaciones homosexuales masculinas con hasta dos años de prisión) .
En cuanto a la libertad de prensa, cabe añadir que Singapur ocupa el número 158 (de 180) en el informe que cada año hace la organización Reporteros sin Fronteras (España, por ejemplo ocupa el lugar número 29). Existe una MDA (Media Developement Autority) por la cual el gobierno puede censurar cualquier contenido periodístico. No hay una definición clara de lo que establece la ley respecto a la falsedad y muchos periodistas se han visto obligados a abandonar el país por presiones del gobierno al mostrar su disidencia.
En definitiva, la acusación de xenofobia hacia la afición del Valencia CF por sus críticas a la propiedad, además de falsa viene de gente que antes de mirar la paja en el ojo ajeno, debería ver las varias vigas que tiene en el propio. Que aquí ya nos vamos conociendo todos.