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opinión

A pico y pala

Firmar su renovación por tres o cuatro victorias y algún empate es incidir en el error, es continuar tomando decisiones basándose en la bragueta. Improvisación sobre improvisación...

20/04/2016 - 

VALENCIA.  Es fervor, por envidia, lo que despierta el Atlético entre las masas blanquinegras. Lo cual ya es un síntoma que debería tenerse en cuenta. El valencianista no babea, ni se revuelve en el sofá, viendo al Barça combinando hasta la eternidad mientras gana 34 partidos seguidos. Ni con las remontadas madridistas o los muslos de Cristiano. Se hace la úlcera con los muchachos del Cholo, observando a un equipo irreverente derrumbando mitos y muros a base de tesón, fe, y buen hacer. Es como mirarte en el espejo y verte otra vez joven.

Es inexplicable que tales anhelos y lamentos caigan en saco roto de forma reiterativa. El virus gallego sigue en el sistema. En lugar de poner freno al mediapunta insulso, al extremo enganyaoret, al entrenador tikitakero aplicador de filosofías ajenas y ambiciones extrañas, ronda el discurso por los mentideros como si fuera nuevo, amenazando con esclavizarnos hasta la eternidad.

El otro día, en el Camp Nou, a pesar de todo, vislumbramos por enésima vez las taras ocultas de este roster. Intentos de caños, slaloms maradonianos, y demás estupideces de jugadores nada inteligentes, menos prácticos, y poco eficaces que generaron pérdidas y contras. O chances erradas por exceso de floritura. La diferencia es que en tal ocasión no costaron disgustos mayores. Y además metieron un gol digno de elogiar.

El hincha mestallero rabia con el Atlético porque sabe de la cultura e identidad propia del Valencia y la ve reflejada en terceros mientras él parece condenado a seguir merendando pan con aceite y colacao durante once años más.

Es desesperante escuchar hablar de Berizzo, Halilovic... Nuevos cuerpos extraños injertados a la fuerza en el ecosistema de Mestalla. El Valencia siempre fue de raíz franciscana. Luchador, honrado, contestatario, trabajador e inteligente.

No hay futuro siguiendo la moda. Hacerlo es condenarse a la intrascendencia. Ser uno más en la línea de producción para disfrute de los niños ricos. El Valencia debe ser contracultural si quiere volver a ser el Valencia. Reconstruir esa mentalidad extraviada que incite a la revuelta contra el orden establecido. Regresar a los orígenes, recuperar su filosofía, esa que traicionó de la forma más ruin; la que le robó el Atlético para echarle de la fiesta utilizando sus propias armas. Ahí reside el dolor.

Lo del domingo forma parte de un engaño emocional. Volvían al lugar del crimen. Era el escaparate ante el cual exhibirse. Pero con todo nos deja lecciones. Refuerza a los que defendemos que el problema es de concepto más que de plantilla.

Ayestarán, caeríamos en el error al considerarlo como tal, no es ningún milagrero. Simplemente aplicó disciplina y orden en un grupo desordenado y dado a la anarquía (alimentada por la propiedad). Bajo esas premisas, repetimos, todos los jugadores aumentan sus prestaciones y el rendimiento colectivo se dispara.

En tales fechas el club debería tener claro qué quiere ser. Y en base a eso, tener ya firmado al entrenador del futuro. Establecer la filosofía a seguir es capital. Y el Valencia necesita una. Es el corazón que bombea la sangre de todo proyecto decente. Pako, sigamos hablando de él, debe convencer por su metodología, por su gestión del grupo, por ajustarse a ese patrón; jamás por los resultados. Firmar su renovación por tres o cuatro victorias y algún empate es incidir en el error, es continuar tomando decisiones basándose en la bragueta. Improvisación sobre improvisación.

Desconfío en que la entidad encuentre el rumbo. A que sea más exigente consigo misma, a que entienda que un cualquiera no vale para sentarse en el banquillo. A que deje de ser una entidad sorda. Ni que vuelva a ser fiel a sus orígenes, a su cultura. A ser un equipo irreverente y de actitud avispada. Hace mucho que Meriton me aterra ante una decisión de este calibre.

Pero hay que decirlo, y bien alto, que el Valencia tiene pasado, personalidad propia, un camino que no sólo hay que recuperar, sino que debemos exigir que se recupere. Hacerlo es la única esperanza que queda para regresar a la normalidad. Un club consecuente con su historia no se atrevería a poner en una lista de futuribles a Setién. De igual modo que el Barça jamás mostraría interés por Capello.

El tornem empieza abandonado la marca blanca. Y aquí es donde Lim se juega el pellejo. Mestalla no tolerará más equivocaciones ni decisiones caprichosas. Esa carta la gastó. Hay que estar a la altura de la plaza en la que se torea.

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