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opinión pd / OPINIÓN

A San Daniel Parejo del Sagrado Corazón Roto

21/07/2020 - 

VALÈNCIA. Querido Daniel Parejo, capitán del Valencia CF por obra y gracia de tus méritos deportivos: no he tomado un café nunca en mi vida contigo y salvo en alguna ocasión, en un conocido restaurante de la ciudad, tampoco hemos coincidido en ningún sitio. Te digo esto porque no me une amistad alguna contigo, ni deuda moral, ni filiación que me ate a dedicarte algunas palabras. Como ya dije una vez, no dejo de ser un valencianista más, que puede escribirte, eso sí. Pero quiero que me leas y que me escuches, porque aquí debemos decir algunas cosas que pensamos y que sentimos algunos (no sé cuántos) valencianistas. Lo primero es pedirte que diferencies el valencianismo y el Valencia CF de toda esta gente que lo lleva por ese camino de perdición que diría Tom Hanks, con triquiñuelas de mal jefe, que siente celos de los líderes auténticos. Por desgracia (insisto: por desgracia y nunca por suerte) no nos representan y están muy lejos del sentimiento valencianista, que poco o nada puede hacer ahora mismo para protegerte a ti y a los tuyos de tan infame gestión deportiva. Los jugadores no os merecéis tan poca profesionalidad al frente de vuestro trabajo y los valencianistas no nos merecemos tanta inoperancia abanderando al club de nuestro pasado, presente y futuro ni tampoco vuestra actitud en muchos de los partidos jugados.

Hoy, más que nunca, tus lágrimas de Sevilla son un lamento a la inversa, un lamentar todo aquello que perdemos, incomprensiblemente, porque hay gente que confunde escuchar y gestionar con caridad despreciativa y mandar. No tenemos la culpa de que no sepan distinguir que el tiempo no solo pone a cada uno en su lugar, sino que también lo quita cuando haces mal las cosas, y a ti no te está quitando el tiempo, sino aquellos que creen que pueden controlarlo porque tienen dinero ¡Qué pobre parece así la riqueza! Tus lágrimas, que representaban la alegría de una afición y un club centenarios, con miles de ilusiones en ebullición emocional, son hoy espinas de un calvario que nos toca vivir, porque aquella alegría-¿cómo lo íbamos a saber?- estaba siendo tristeza, rabia, dolor y envidia de quienes dirigen el club. Lo que pensábamos que era la resurrección y el alzamiento del vuelo del murciélago se ha convertido, a medio plazo, en la pasión desgarradora de la muerte agónica de un proyecto, condenado injustamente al ostracismo. Sé que lo piensas y tu familia también.

Pero no quiero ponerte aún la etiqueta de mártir, porque ni hay rey muerto ni sería justo glorificarte antes de hora. Te queda mucho que dar todavía por esta afición. Mira, a esto sí me encomiendo: si no lo quieres hacer por quienes desgobiernan el club, hazlo por las miles de personas que sí sienten este equipo y te dieron un voto de confianza cuando nadie lo hacía por ti, y te silbaron cuando tocaba y te aplaudieron cuando lo entendiste. Si ellos no hacen más que enseñarte la puerta de atrás, de empujarte al borde del acantilado para que parezca un suicidio tu marcha, solo te pido que les respondas con el corazón (roto) en la mano: si el hijo de Lim decía, sabiamente, aquello de “ojo por ojo, y así todos ciegos” yo te remito ahora a Mario Benedetti: “lo único eficaz contra los palos de ciego son los palos de vidente, ojo por ojo, lente por lente”. Y tú me entiendes. Porque cuando sales tú, con los tuyos, y haces los partidos que estás haciendo, quien realmente sufre, a quien realmente estás (estáis) haciendo daño es a los valencianistas, porque a aquellos de allá no se les mueve la llama del cirio. No hay rebeldía posible desde la indolencia y el pasotismo: esto, Parejo, os resta fuerza, os quita razón y nos hace más grande la herida a quienes sí sufrimos con cada partido. Un aficionado solo ve a los jugadores como mercancía que se compra y se vende cuando sus dirigentes trasladan esa opinión y los degrada o los encumbra hasta ese punto. No nos equivoquemos con esto: un aficionado busca identidad, honestidad, sentirse respetado por el futbolista cuando este lo da todo en el campo, cuando mete la pierna y se la juega por ganar y por competir un balón. Cuando el futbolista no hace eso, entonces dice que hay que venderlo, casi como si fueran unos panes y unos peces que sabe que no se multiplicarán nunca, porque los milagros se dan en muy pocas ocasiones cuando las cosas están o mal hechas o muy bien hechas.

No, Parejo, tú, como capitán de este grupo de jugadores, no puedes rendirte y bajar los brazos. Ni dejar que otros lo hagan. No te puedes permitir el lujo que te flaqueen las piernas, porque te van a seguir, casi como si tocaras una flauta. Hay que hacer autocrítica constructiva y no hace falta que salgas a los micros para decirlo, aunque sí debías haber salido el pasado domingo. No temas a tus palabras, porque de perdidos al río y la guerra sucia tampoco beneficia a las partes: sé claro en tus observaciones y no te dejes nada dentro, porque otras veces te has plegado al poder singapurense y tampoco te ha ido bien. Ser líder implica muchas cosas y la sinceridad es una de ellas. Y te prometo que todos comprendemos tu silencio, pero no todos podemos entender que, en algún momento, decidas esconderte detrás del brazalete que aquellos te han manchado y desaparezcas de los partidos. No has regresado bien, lo sabes; de hecho, esta temporada te está sobrando casi entera, lo sé; y sé que en algún momento has creído que podías echar hacia adelante, pero hubo un momento en el que te cansaste. Si te quedas aquí, piensa en el descanso que ya necesitas para afrontar la liga, pues no lo puedes jugar todo: algo debe nacer de ti para mejorar en esto. Piénsalo, porque solo tú acabas siendo el perjudicado de tanta acumulación de minutos. Si te vas, nos dejarás varias impresiones en el valencianismo y algunas serán muy buenas y otras no tanto, porque abandonarse ahora también deja una espina clavada en nuestro corazón valencianista y un mal sabor de boca.

Lo que te salva de todo esto es que yo sé que los actuales máximos accionistas no van a durar tanto como ellos creen y de su paso por aquí solo quedará saliva lanzada al asfalto con cierto desprecio. Ni más ni menos. De ti quedará la memoria de un capitán, con sus errores y aciertos, que nos hizo vibrar y desesperarnos muchas veces, que nos hizo esperar la más genial de las acciones o la pérdida más terrible en su propia área. De ti diremos y dirán en el futuro que fuiste quien lideró una época de gran oscuridad institucional, con tus fogonazos de luz y a esa esperanza muchos nos atamos, como buscando un posible paraíso en el que recostarnos, satisfechos, felices, de que nuestro club estuvo otra vez, entre los grandes. Perderte será volver al limbo. Tener que recordarte cuando te acaben de echar será el infierno, porque, aunque parezca increíble, aún habremos ido a peor. Eso sí, nunca se te ocurra resucitar cuando juegues contra nosotros, que eso sería muy cainita (y lo digo con cariño). Por cierto, a ver qué día me invitas a un café, que ya estoy harto de ponerte velas.


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