Hoy es 12 de octubre
VALÈNCIA. Falló el Eibar. Falló Las Palmas. Empató el Alavés. Y el Levante, a las puertas de la enésima oportunidad de oro para amarrar las plazas de ascenso directo, cayó con estrépito. Otro regalo más sin abrir. Otra jornada desaprovechando el puente tendido de los oponentes directos. La Segunda División se ha vuelto loca y el equipo de Javi Calleja parece estar por la labor de perturbarla todavía más. El palo fue de categoría, tanto que precisamente puede costarla. Quedan 18 puntos y el ascenso saluda a solo tres, pero las sensaciones están a años luz.
Más allá del esperpento por el lanzamiento de penalti de Wesley que puso titulares a la ira de Calleja, la realidad es que el Levante volvió a ser un equipo plano en ataque y errático en defensa. Los dos goles, mal protegidos, arrojan dudas sobre el entramado trasero que había ofrecido ciertas garantías durante el curso y que está temblando en el tramo clave. Y los delanteros, en el desierto. El tanto de Wesley eleva a 10 los tantos de los tres puntas, pero el Levante sigue teniendo el décimo ataque de la categoría. Bouldini pasa el mal trago con el Ramadán a cuestas y Soldado genera, pero no moja. El equipo está atascado arriba, pero el cuello de botella aprieta por una medular con la luz apagada, y hasta una portería donde Femenías no salió precisamente reforzado.
Además, la segunda derrota de Calleja al frente de la nave aterriza precisamente cuando el propio entrenador había tildado el encuentro de final evidente y del "partido de la temporada". Se abre un nuevo escenario: Las Palmas y Alavés esperan en otra ocasión para revertir el drama en el que hoy se ha sumergido un vestuario tremenda y visiblemente tocado por el varapalo en su salida de Orriols. Más que nunca.
Como si su papel estuviese escrito por un guionista de Hollywood, Wesley Moraes asumió la responsabilidad del penalti para sorpresa de todos. Alucinó el Ciutat -que volvió a vitorearle antes de la tragicomedia-, se sorprendió Campaña y, sobre todo, quedó pasmado Javi Calleja. El técnico reconoció en sala de prensa no entender cómo el brasileño lanzó una pena máxima tan importante en una final perdida, y no Campaña o Soldado, habituales y certeros responsables a los once metros esta temporada.
Pero lo hizo. Wesley ejecutó a la perfección los renglones que alguien le había redactado para su cameo: lo falló. Estrelló el balón en el travesaño para disgusto del director de cine que, en este caso, se sienta en la silla del banquillo granota. No era ese el plan. Tampoco que el drama tuviera, por un momento, un toque romántico. Porque el carioca se levantó y, sin cuajar un mal partido, anotó el empate no definitivo. Al final, papel de película... mojado.