Vicente encaja en el modus operandi de Meriton. Dar continuidad a trabajadores con poco recorrido. Como pasó con Pako. Aunque saliese mal. Pero el puñal de Benicalap puede. No veo porqué no. No conviene otro borrón y cuenta nueva. Pero hay que dejarlo trabajar...
VALENCIA. Lo primero es lo primero. Estamos a cuatro. Solo a cuatro puntos de la zona del descenso. El punto rebueno del sábado por la mañana en Heliópolis -dos paradones de los palos de Alves, recuerden-, se desinfló a bueno a secas cuando los guajes por los que alienta mi roquero amigo Igor Paskual asaltaron Butarque con modales de banda de punk, en la denominada Culín League, excelente pelotazo de los chicos de marketing del Leganés. Y aunque sigo pensando que no se corre peligro porque el toro aún se ve pequeño, no conviene rescoldarse en la barrera para tontear con la pelirroja de turno porque, cuando menos te lo esperes, la labia sin acción te puede dar un revolcón.
Y eso que la cosa ofrece síntomas guadianescos de mejora. Ahora mejora, ahora no. En modo bucle. Después del chorreo del Eibar en casa, era imprescindible un resultado positivo contra el Betis. Y sí. Empatar es, hoy por hoy, un resultado positivo. Y entiendo a quienes montan en cólera tuitera ante la comodidad y el conformismo por ese empate. Pero andamos tan romos y dóciles en todo que cualquier piedra hace pared en este muro de la salvación que toca, con resignación, construir.
Porque, queridos lectores, los focos de los partidos que hacían de un martes cualquiera un día de fiesta han pasado a mejor vida. Y volveremos a esa mejor vida, como muy pronto, dentro de dos años. O quizá no volvamos nunca. La siesta perpetua en la que se halla sumido el club ha provocado unos adelantamientos por la izquierda de equipos que hace bien poco estaban en Segunda. Y ahora juegan entre semana, tienen plantillas largas y realizan rotaciones que nos llevan locos a los jugadores del Netliga.
Esto es así. Mientras en otros equipos están centrados en los rivales de afuera, aquí los rivales están dentro. Todo un caballo de Troya. Repartiendo pases de trinchera. Alimentando filias y fobias. Tirando de memoria histórica para remover cadáveres institucionales y agitar los huesos de las leyendas deportivas, convertidas en postulantes propios o ajenos a ejecutivos de despacho. Ahora, nuestra nueva guerra, mientras en Villarreal esperan a Totti y la Roma, es la de la dirección deportiva. Que si unos. Que si otros. Que si comentarios de texto. Que si redacciones sobre como ha de ser y quienes la han de formar. Ya. Suficiente. Paren el tren, que yo me bajo.
Tomo como buenas las palabras de Ayala. La idea inicial era bárbara. Una dirección deportiva con estructura como aquella que creó Rufete, con el Ratón y Salvans. Que son tres mediáticos, pero que habían más. Rufete, de anterior jefe de la cantera, ascendido por el presidente a Director Deportivo. Igual que le ha pasado a Alexanco. Vaya. Que puso cámaras a Djukic para fiscalizar los entrenamientos. Y que se cargó a Sánchez, valencianista, con buen perfil y catalogado como trabajador y estudioso del fútbol. Por ponerlo todo en perspectiva. Aunque por el bueno de Juan, quizá por ser independiente, nadie salió a desenfundar su espada. Las palabras de Ayala. Con un entrenador que se dedicara a entrenar. Y un superagente que se dedicara a negociar bien cuando se lance el club a por un fichaje estudiado y consensuado por todos. A mí me parecía una buena manera de gestionar el club. Pero alguien no lo entendió. Y todo al garete. Por eso, ahora, no conviene comprar cromos de antiguos jugadores, ni tan siquiera traer a Miguel Ángel Ruíz, versión 2.0. Ahora, lo único que conviene es que Lim, el dueño, vea que la cuestión es dejar trabajar. Y sobre todo que quien ostente el cargo sepa en que condiciones ha de trabajar. Y encima de ese sobre todo, explicarlo a la afición. Que da igual que sean socios, accionistas, pequeños accionistas o abonados del Plus. Porque habíamos quedado en que los carnets de valencianista no se reparten conforme carteras. Son los que lo sienten, los que se dejan la cena a medio tocar o los que juegan con los granos de arroz de la paella de los domingos pensando y cavilando con los números.
Y para eso, Vicente, Salva Grau y todos los que ellos quieran son bienvenidos. Porque Vicente y Salva están libres de sospecha. Incluso el primero, aparte de que dicen que tiene buen ojo técnico, es hasta un poco arisco con la prensa. Que visto el panorama, hasta puede ser una virtud. Y, particularmente, me da igual las copas que se tome con jugadores actuales. A veces, las personas inteligentes son capaces de estrechar lazos y diferenciar aspectos profesionales y personales. Dicen que el secreto del Eibar es que comparten desayunos y comidas en la ciudad deportiva. Y en estos casos, no sabes que fue primero, si el huevo o la gallina para ir como un tiro, que es como van.
Y otra cosa. Vicente encaja en el modus operandi de Meriton. Dar continuidad a trabajadores con poco recorrido. Como pasó con Pako. Aunque saliese mal. Pero el puñal de Benicalap puede. No veo porqué no. No conviene otro borrón y cuenta nueva. Pero hay que dejarlo trabajar. Que sea él y nadie más quien se cree el equipo de trabajo. Y que sepa, sin medias tintas, como van a ser sus condiciones laborales. Eso es fundamental. Aunque suene a repetido. Que lo es. Pero es que no hay otro camino.
Y mataríamos dos pájaros de un tiro. Si llegamos a buen puerto con Vicente, quien sabe, igual podremos volver a vestir las noches de martes como si fuesen un sábado. Y él, mandar bien lejos Bremen, sus músicos y aquel crujido de tobillo.
Menuda historia de amor, ¿eh?