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bombeja agustinet! / OPINIÓN

ADN levantinista

29/01/2022 - 

VALÈNCIA. Hace ¡96 años! el Llevant debutó en una competición estatal, 17 años después de existir. Aquello fue un desafío a la lógica y al destino. El campeón y subcampeón de la liga valenciana se clasificaban para la Copa (aún no existía la Liga). En el penúltimo partido de la primera vuelta, con el camp de La Creu hasta las banderas, el Llevant cayó ante el Valencia (1-3) y sumaba así un triste bagaje de tres victorias, dos derrotas y un empate. Se esfumaban un año más las ilusiones de acceder a la Copa, por la derrota y también por la entidad de los rivales. Habría que ganar los ocho partidos que restaban, entre ellos en Vallejo, en Mestalla y al Castellón en casa. Y rezar para que el resto pinchara. Imposible.

¿Imposible? El equipo se armó de convicción y un montón de levantinos también. Y domingo a domingo firmaron la machada: vencieron los ochos partidos y quedaron a un punto del Valencia y empatados con el Gimnàstic, al que superaron en el partido de desempate. Nueve triunfos consecutivos, entre ellos el primero en Mestalla en partido oficial, con 31 goles a favor y 7 en contra. Durante los años anteriores unos chavales de la escola de Ballester Fandos habían forjado, desde la Platgeta, el mejor juvenil de España, los Invencibles. Otro imposible. De ese once se nutrió el flamante subcampeón que debutó en Copa en les Corts, ante el Barça, y que dos años después conquistaría el campeonato valenciano.

Soñar imposibles y luchar está en el ADN del Llevant. Desde su fundación. No sé qué sería de nosotros con la actitud de quienes están hoy pidiendo al club que tire la toalla de una vez, a falta de 17 partidos y que actue como si fuésemos de Segunda.

El fútbol sólo es un reflejo (frívolo, si quieren) de la vida: cada día miles de personas luchan por superar situaciones difíciles, que parecen imposibles. De entre ellos, unos pocos tienen éxito. De los que no lo intentan, ¿cuántos lo consiguen? En la vida intentarlo es una obligación. No hacerlo puede tener consecuencias trágicas. El fútbol es un deporte, es otra cosa, pero intentarlo es gratis; no está contraindicado para nada, y ¿qué tiene de malo hacerlo? ¿O quizás es que hay quienes (desde la doctrina del “cuanto peor, mejor”) ven el abismo levantino como una situación inmejorable para echar a Quico Catalán a la calle y anteponen esto a todo lo demás? No sé. Quién sabe.

Personalmente me sacan de las casillas tres actitudes cada vez más presentes en nuestras vidas: la desmemoria, que impide leer el presente con perspectiva para tomar buenas decisiones; el maniqueísmo, que tanto nos aleja, a mi entender, de la virtud, y la impaciencia, era pretensión infantil y caprichosa de quererlo todo y quererlo ya. Sin duda son tres de las coordenadas en las que se mueve en redes esa puja permanente por el like que tanto alimenta la vanidad y de la cual es tan difícil escapar.

En la actual situación es difícil creer en la salvación, pero los hay que lo hacen. Yo mismo. Y además, entre quienes no creen, los hay convencidos de la obligación de intentarlo todo, por principios, por consideración al escudo.

Dice Miguel Pérez que el cuerpo técnico, el equipo y el club van a creer y a luchar, al margen de lo que piense la afición. Yo creo que cualquier opción es mejor que tirar la toalla, algo que en Orriols es evidente que no se ha hecho, como no podía ser de otra forma. Desde esta premisa, es lógico esperar para contratar una dirección deportiva y construir una plantilla, en función de si estás en Primera o en Segunda. No es muy funcional trabajar sobre dos hipótesis tan alejadas. Decían que llegaba Deli a apuntalar la defensa. Ahora dicen que ya no. No sé nada de él, si es bueno, malo o regular, pero entiendo que mejoraría lo que tenemos en esa posición y que no tenemos director deportivo pero sí técnicos en la casa con criterio al respecto. Parece que venía cedido este año y barato. Sin hipotecas de futuro. Operación impecable. ¿Dónde está el problema? ¿En que deberíamos haber tirado ya la toalla?

Tras la injusta derrota ante el Cádiz, queda que el equipo convenza al levantinismo de que, pese a todo, se puede. Y reenganche a la grada, algo que sólo sucederá con la victoria en Getafe. Con ello se ganaría otro match-ball, ante el Betis, por difícil que parezca. Sólo el equipo, con su actitud y su acierto, puede recuperar la fe del levantinismo. ¿De qué sirve lamentarse una y otra vez de nuestros futbolistas? Ellos pasan y nosotros quedamos. El Llevant somos nosotros… pero ellos son los únicos que nos pueden sacar de este atolladero, los únicos que pueden evitar que se trunque de forma drástica un crecimiento que nos hará felices, sobre todo, a nosotros.

 

Y a Quico Catalán, los que siempre le hemos puesto las peras al cuarto, incluso cuando casi todos los demás se rompían las manos de aplaudirle, seguiremos fiscalizándolo desde la absoluta independencia. Nadie está por encima del Llevant, cuya salvación es esencial para el futuro. Mientras quede un rayo de esperanza, hay que aferrarse a ella, sin indolencia. Es nuestro ADN. El que nos ha traído hasta aquí, 113 años después.

 

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