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Ahora le toca a Suso

Pero las palabras pronunciadas por él mismo el día de su llegada, y el ser señalado públicamente por Layhoon en la junta de accionistas —"que en la dirección deportiva trabajen 4 o 400 personas depende únicamente del criterio de Suso"— le pone en el disparadero obligándole a mover ficha...

9/11/2016 - 

VALENCIA. Hay quien dice que dado lo celoso de su carácter no quiere que le ocurra lo de 2003 con Maciá y Claramunt. Otros, afirman que Meriton no da presupuesto. Y los de más allá aseguran que los requisitos impuestos por Lim son tan estrictos que ni acudiendo a un convento de Carmelitas se daría con los perfiles adecuados. Sea la razón que sea, o incluso una mezcla de todas ellas, desde que Pitarch dijera hace diez meses aquello de "ahora me toca construir una secretaría técnica, que no existe", poco o nada se ha hecho al respecto.

Que uno de los departamentos más sensibles de la entidad esté como está dice mucho de demasiadas cosas, y ninguna buena. Ya sabíamos que Pitarch no era el hombre que necesitaba el club; como no lo fue antaño, ni lo será en el futuro. Un personaje cuyo método de trabajo siempre consistió en llamar a Quilón, a Tárrega, o a cualquier otro pidiendo laterales o medios centros, que lleva la vida haciendo favores o cobrándolos, no encaja dentro de lo necesario.

Pero las palabras pronunciadas por él mismo el día de su llegada, y el ser señalado públicamente por Layhoon en la junta de accionistas —"que en la dirección deportiva trabajen 4 o 400 personas depende únicamente del criterio de Suso"— le pone en el disparadero obligándole a mover ficha.

No es asunto baladí. El Valencia necesita una secretaría técnica poderosa, bien formada y equipada. Y hoy día está bastante lejos de serlo o de estarlo. Con sus escasos 4 integrantes entra en desventaja respecto a la media de la LFP, entre 8 y 10 empleados en aquellos clubes que tienen tal departamento, y a años luz de los 14 con los que trabaja Monchi en Sevilla.

Es la vía por la cual ganar independencia, y más que eso, por la que establecer un criterio y un método de trabajo coherente en la confección de plantillas. Tener comodines antes imprevistos y una red de seguridad ante zozobras. Ingredientes ausentes desde hace demasiado tiempo siendo la consecuencia directa de las malas decisiones tomadas.

Es cierto que el Valencia nunca contó con los 15 millones de euros que el Dortmund gasta anualmente en personal para peinar Europa entera y parte de Sudamérica. Pero siempre tuvo la voluntad. En tiempos no demasiado lejanos sus empleados recorrían Francia y Bélgica en coche; cuando tales eran mercados buenos, bonitos y baratos. Pernoctando en hostales de carretera y pagándose ellos la gasolina. Así encontraron a Maloudas, Drogbas —aunque luego Suso escondiera los informes en un cajón— Mangalas y Mathieus. Pasando también por América latina a la caza de soluciones.

Ya hace demasiado que no se peina exhaustivamente ningún mercado —a excepción hecha del portugués, claro— y aunque existen completísimas bases de datos (a 60 mil euros las más económicas), hay aspectos que no se pueden medir a golpe de estadística y vídeo cocinado.

Max Eberl, el responsable del Gladbach en estos asuntos, afirmó hace un par de años que ellos no pueden permitirse errar en una inversión de 10 millones de euros. Por eso tienen a cuatro personas exclusivamente dedicadas a trazar perfiles psicológicos de los jugadores seleccionados por otros diez miembros. Su cometido es averiguar el carácter de los candidatos, profundizar en su personalidad, investigar su entorno, entrevistarse con sus allegados para evaluar encaje y adaptación al equipo, además de bucear en el pasado buscando escándalos o actitudes poco profesionales. De encontrar alguno, quedan descartados automáticamente por más dotes técnicas que atesoren.

Son fórmulas. Y el Valencia carece de cualquiera de ellas. Por eso en los últimos cursos tiró a la basura centenares de millones de euros en futbolistas.

No es de extrañar pues que suframos una sobredosis de jugadores del mismo perfil que atienden a tan malos rendimientos en circunstancias exigentes. Son tipos que arrasarían en concursos de freestyle tirando caños y haciendo regates, pero que para el nivel competitivo siempre estarán incompletos. Siendo estupendos de guinda en plantillas con otros cimientos —por eso te los fichan siempre por tanto dinero— el Valencia cometió el pecado de no traerlos como complemento a... sino como norma general. Sospecho que seguimos moviéndonos bajo el criterio del cuánto rendimiento económico sacar en un futuro, en lugar de pensar en lo deportivo.

Klopp tiene una cita genial que resumiría esta idea. “No voy a fichar a un imbécil sólo porque juegue bien al fútbol. Cualquiera puede rendir en un buen día. Yo quiero gente que sea capaz de hacerlo en un mal día”.

Mirando lo sucedido este verano también podemos entender la locura que reina en dicha parcela. Se diagnosticó muy bien que hacía falta un Diawara (tan bien como se diagnosticó en enero o cuando se apuntó a Camacho), pero cuando no se pudo acometer contratación alguna se ficharon dos jugadores de perfiles opuestos, y además, se traspasó al único en plantilla que se parecía en algo a las opciones anteriores. Al recibir el ofrecimiento de Kostic y asumir la necesidad de extremos, tras perder la opción sobre el serbio no se contrató a ningún otro con características similares. El día que marchó Alcácer en un imprevisto, no se estaba en condiciones de suplirle, tirándose de bruces al mayor de los ridículos suplicando por la cesión de un Munir que no sirve para el rol que vino a ocupar.

Tener una dirección deportiva adecuada no es un capricho de lunático. Es la vía para ahorrar dinero aun mejorando la calidad del futbolista contratado, adelantándose a otros con mayor chequera o atractivo deportivo. Es ponerle trellat al asunto. Y eso en una entidad con las limitaciones financieras y urgencias deportivas del Valencia debería ser una prioridad. Como también ayudaría a reducir el riesgo en las inversiones mayores.

Por todo esto, y más, es incomprensible toparse en comunicación con personal como para conformar una plantilla de 22 equipiers, o en marketing se cuente con hombres del nivel de Draper, Massagué, Yavarone o Salas, con distintas oficinas internacionales, y el supuesto motor que debería tirar del club y hacerle arrancar funcione a pedales; encontrándose con los movimientos restringidos.

Ahí tienen la gran reforma que necesita acometer el Valencia urgentemente. Así, que háganse un favor a ustedes mismos: Dejen de pensar en el dinero; piensen en el fútbol.

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