Nos conformamos con poco porque dejamos de aspirar a mucho, por eso nos parece que el fichaje de Marcelino equivale a la contratación de media docena de jugadores. No es para tanto, pero hay una discreta alegría
VALENCIA. Hay reproches que son de dulzura intensa, en cambio hay elogios que resultan letales. Recuerdo cuando al Valencia se le tildaba de aburrido y previsible. Música para los oídos. Obvia decir que entonces al equipo le iba bien, sabía a lo que jugaba, tenía orden y conciencia. En plena fase desatada del tiki-taka se entendió que el juego de posesión larga y toque alegre era un movimiento filosófico que se podía calzar cualquiera, tal que unas chanclas.
Queda tan lejos pero está tan cerca cuando un iluminado a golpe de frases motivacionales quiso vendernos la moto de verano de que el Valencia abierto sería competente… Ayestarán duró lo que duran los cuentos cortos; no era culpa suya, sino nuestra. Queda tan lejos pero está tan cerca cuando algunos dirigentes (hola Alesanco) quisieron elegir a Setién para recitar el ángelus de todos al ataque… Entrenadores del club de Jémez que priorizan su promoción individual sobre el orden del conjunto.
Nos conformamos con poco porque dejamos de aspirar a mucho, por eso nos parece que el fichaje de Marcelino equivale a la contratación de media docena de jugadores. No es para tanto, pero hay una discreta alegría: el equipo, con algunos retales reciclados, con alguna promesa revisitándose, se ha vuelto algo aburrido, esto es, ordenado.
Una pretemporada salvaguardando la meta propia sin ningún defensa central titular. Marcadores bajos y el equipo bien replegado. Puede que tan solo sea una anécdota, porque los veranos son grandes espejismos, pero me quedo, más que con los resultados, con la intención. Marcelino ha detectado el problema principal del grupo, heredado en las temporadas inmediatas. No es otro que la fragilidad defensiva, la falta de corsés tácticos. El Valencia marcaba suficiente goles pero encajaba demasiados. Eso minaba su competitividad. Corríjase, gritó Marcelino.
Se me hace complicado pensar que con los jugadores actuales, sin refuerzos de mayor calado, el grupo pueda aspirar a mucho más que reordenar su trayectoria y no pasar problemas. Es un primer paso, pero lastimosamente corto. Con un esfuerzo económico y una apuesta decidida por los refuerzos que el equipo requiere (y cuya selección afortunadamente comanda Marcelino y no Alesanco) podríamos hablar de un Valencia con expectativa a ser tildado, de nuevo, de tedioso y previsible. ¡Por un Valencia aburrido!