Como el actual ministro de Cultura, Miquel Iceta, se perpetúe en el cargo, algo que parece poco lógico dado el escaso tiempo que los ministros de Cultura están permaneciendo en el puesto, nos lo podemos pasar bomba. Un par de veces que ha hablado o intentado hacerlo el ministro sobre lo “suyo”, se ha mareado todo un poco más. Por ello continúa desaparecido. O intrigando. Son los riesgos de colocar al frente de un ministerio a personas que no conocen del todo el terreno, o les cuesta ponerse al día dada la singularidad y complejidad de un departamento que si algo necesita es mucho conocimiento y, sobre todo, prudencia. Si no acierta en el tema de las subvenciones se puede liar una gorda con fuego cruzado. Si entramos en el debate de la descentralización del patrimonio por una cuestión política estamos en riesgo.
El debate abierto ha sido en este último caso a cuenta de la petición de cesión temporal de la Dama d’Elx, la escultura/efigie íbera depositada en el Museo Arqueológico Nacional. Hasta una directora general, como la de Bellas Artes, ha salido corriendo viendo como se iban poniendo el asunto y por lo visto asustada por la “temeridad” ministerial que se ha atrevido a hablar de una hipotética descentralización de los bienes culturales estatales en pro de autonomías o municipios, algo así como, supuestamente, retornar lo que conserva el Gobierno central como receptor del Patrimonio Histórico Artístico.
No seré yo quien le quite la razón a los ilicitanos en su reclamación del préstamo de la Dama d’Elx con motivo de su aparición en el yacimiento de L’Alcudia y con motivo de su 125 aniversario. Siempre como hecho puntual. Pero de ahí a hablar de posible descentralización de bienes, que es en lo que ha derivado el asunto, hay un trecho. Sin la sensibilidad necesaria no deja de ser una temeridad este debate público cuando se toma el asunto como una simple razón/cuestión de política autonómica, pero no patrimonial, arqueológica o de titularidad. De hecho, la Dama d’Elx ya fue cedida hace unos años para su exhibición en Elx. Ese traslado provocó otro ruido innecesario entre la meseta y la ciudad alicantina debido a las condiciones y supuestos peligros de traslado, algo superado técnicamente a estas alturas de la vida. Si las grandes obras de arte y arqueológicas viajan por el mundo sin problemas y absoluta garantía, salvo un ataque de bomba, el debate está zanjado. Pero cuando el asunto se convierte en una sucesión de interpretaciones políticas, pues ya la tenemos liada. Es lo que ha ocurrido. Es una prueba del desconocimiento con el que ministros, secretarios de Estado, opinión pública y otros mandarines hablan por hablar.