VALÈNCIA. El Valencia se clasificó para sus trigésimo quintas semifinales. En 17 de ellas logró meterse en la final y todos los valencianistas deseamos que pudiera disputar la décimo octava final de su historia. Porque en sus casi 103 años ha demostrado ser un equipo copero, solo tres equipos pueden presumir de haber disputado más semifinales –Real Madrid, Athletic y Barça-. El Valencia lo hizo sufriendo, realizando un partido discreto, siendo muy efectivo en el área contraria –dos tiros a puerta y dos goles-, pero con el apoyo de una afición que recibió al autobús en la Avenida de Suecia y no dejó de alentar al equipo en los 111 minutos que duró el partido. Estamos a dos choques de una final y uno de ellos es en Mestalla. También a dos partidos de poder disputar un título la temporada siguiente, la Supercopa. Y a tres de ganar un título y, con él, tener la recompensa de jugar la Europa League. Son unos alicientes que deben de generar una ilusión tremenda al equipo y a la afición valencianista, que tiene un idilio con Sevilla y en concreto con La Cartuja, la mágica noche de junio del 99 y el ‘probe Miguel’. Estamos ante una situación única para poder disputar un trofeo tres años después y el club tiene que ser consciente de la responsabilidad de luchar por ello y darle una alegría a una hinchada que se merece pelear por títulos cada poco tiempo.
Salieron los dos equipos con un sistema 1-4-4-2, intentando jugar en largo para no cometer errores en zona de inicio. Ganar segundas jugadas y duelos individuales era primordial para poder decantar el partido al lado de cualquiera de los contendientes, y fue el Valenca el que golpeó primero. Balón largo de Gayà, que disputa Hugo Duro con Cala. Falla en el despeje el central y se aprovecha el atacante valencianista para conducir y asistir a Guedes, que encara y define con su interior de la pierna derecha ante la salida del guardameta visitante. En el primer tiro a puerta el Valencia lograba ponerse por delante, pero no estaba cómodo en el terreno de juego, no tenía el control en el centro del campo. Ni Soler ni Guillamón estaban superando a la pareja Alcaraz-Johnson, el equipo carecía de profundidad por banda derecha, Foulquier con balón tiene muchas carencias y solo el desporde y desparpajo de Bryan Gil daba algo de oxígeno al ataque.
Bien es cierto que defensivamente no sufríamos ocasiones de gol del rival, pero éramos conscientes de la debilidad del equipo a la hora de defender un marcador favorable. El partido estaba muy igualado, con más posesión del rival y más control de juego, pero era el equipo che el que iba por delante en el mercador. Se llegó al descanso con unos últimos minutos donde, a base de empuje, el Cádiz logró botar dos o tres córners, saques de banda en zona de finalización que llevó la incertidumbre a la sufrida grada valencianista. Intentó el míster dotar de un poco de más consistencia a la medular metiendo a Foulquier por dentro para tener superioridad y más capacidad de robo. Y aunque logramos robar algún balón, lo perdimos con demasiada facilidad y el rival estaba siendo superior. El Cádiz llegaba con más asiduidad al área llegó el empate en un penalti de Comert ante Cala, revisado por el VAR, que Lucas Pérez aprovechó para poner una igualada justa para lo que se estaba viendo en el terreno de juego. Pudo el Cádiz ponerse por delante con un balón al palo de Cala a la salida de un córner, el rival se lo estaba creyendo y el Valencia era incapaz de generar peligro. La tragedia sobrevolaba sobre Mestalla y Bordalás reaccionó con dos cambios clave: Ilaix y Maxi entraban al campo por un nervioso –y con tarjeta- Comert y un cansado Correia.
Tocó el míster la tecla correcta. Pasó a Guillamón al eje de la zaga y Foulquier al lateral con Maxi y Guedes en punta. Y Duro en la derecha. El Valencia comenzó a ser dueño del partido, e Ilaix tuvo mucho protagonismo en la medular ofreciéndose continuamente en la canalización, superando líneas con pases y buenos 1 vs 1. Maxi estuvo muy incisivo en los duelos provocando la expulsión de Cala y ganando la mayoría de duelos aéreos. Eso supuso que Bryan Gil tuviera más acompañamiento en ataque y Soler más comodidad para llegar en segunda línea. Llegó el delirio a las gradas con el gol de Hugo Duro a la salida de un córner en el minuto 79. Buen balón de Soler, que toca ligeramente Diakhaby para que el delantero, de cabeza, pusiera por delante a los valencianistas. Se ponía todo de cara con la expulsión de Cala enel 84, dio frescura el míster con la entrada de Marcos André y Hélder Costa, pero se cometieron los errores de siempre: no se acababan ataques, no se supieron gestionar los últimos minutos y el rival generó algún córner y saque de banda que pusieron en jaque a la defensa. Esta vez salió cara y el Valencia estará en el bombo el viernes a las 15:10. Delirio en la grada y comunión perfecta equipo-afición. La Copa mola y el Valencia la quiere. Poco fútbol, mucha actitud y sentimiento que valen unas semifinales.