VALÈNCIA. Andreu Boix fue uno de los atletas de la Comunitat Valenciana que tuvieron una destacada actuación el pasado fin de semana en la reunión internacional de Arona. Su resultado quedó opacado por el segundo puesto de Claudia Conte en el heptatlón -hizo 6.174 puntos, a solo doce de su marca personal- y el quinto de Jorge Dávila -con una nueva plusmarca de 7.536 puntos pese a que desfalleció en el 1.500, la última prueba, se cayó a falta de 450 metros, se levantó y acabó al trote-. Pero el decatleta de Moncofa vivió un fin de semana crucial en su trayectoria deportiva y, después de un 2021 prácticamente en blanco por varias lesiones, elevó su marca personal, en su primer año como atleta sub23, en 288 puntos (pasó de 7.234 a 7.522). Carmen Ramos se retiró tras hacerse un esguince en la longitud y el canario -compite con licencia de la FACV- Francisco Gómez acabó undécimo (6.629 puntos)
Boix solo tiene 20 años, pero en las pistas ya se le ve como uno de los grandes valores de las pruebas combinadas en España dentro de no mucho. Su camino no ha sido fácil. A los nueve años entró internado en Penyeta Roja, la residencia para deportistas, y allí siguió hasta cuarto de la ESO. Pero que nadie espere aquí una historia lacrimógena como las de Messi o Iniesta a su llegada la Masia. “Tú llegas ahí y en realidad eres un niño que se encuentra con otros niños que adoran el deporte y también dormían ahí, y te pasas todo el día jugando y haciendo deporte. Luego ya se pone más serio, pero al principio fue así”.
Marc Boix, su hermano mayor, tres años mayor, fue quien le convenció para que hiciera atletismo. El pequeño estaba obsesionado con el deporte y Marc le explicó que allí, en la pista, no iba a hacer otra cosa. Y lo enganchó. Hizo las pruebas y entró en el colegio Diputación. Sus padres, un electricista y una banquera, tenían amistad con Tomás Fandiño y animaron al chaval a que se uniera a su grupo de velocistas y vallistas donde también estaba Marc. A él le daba un poco igual y accedió. Pero después resultó que lo metieron en otro grupo y entonces, entrenando solo una prueba, se aburrió.
Andreu fue a pedirle a Alba Miralles -la entrenadora, hija de Manoli Alonso, que se encarga de los primeros pasos de los atletas de pruebas combinadas en el Playas de Castellón- que le dejara entrenar con ella. Pero esta le dijo que ese año tenía ya a mucha gente y que fuera a preguntarle a otro entrenador. Andreu no se rindió. “Me tiré dos semanas dando la tabarra a todo el mundo hasta que conseguí que me cambiaran. Al principio me costó entrar en el grupo porque yo venía de unos meses sin entrenar mucho y ahí todos se esforzaban muchísimo, pero luego ya me cogí”.
Tras los dos años de cadete, Andreu Boix tenía que pasar con Manoli Alonso, pero volvió a encontrarse con un grupo demasiado numeroso y decidieron que siguiera de juvenil con Alba Miralles, aunque la ‘jefa’ ya iba echándole el ojo en la técnica. Y ya de júnior, en la categoría sub20, se incorporó de pleno al gran grupo. Aunque su primer podio llegó como sub18. “Yo aún no estaba entre los mejores, pero fue un campeonato más discreto, lo peleé y me llevé el bronce. Me hizo mucha ilusión porque fue mi primera medalla”. El segundo año dio el salto. “Yo seguía entre los cinco mejores de España, no más, pero al aire libre me vine arriba, entrené muchísimo y pasé de 6.200 a 7.000 puntos en abril, en un Autonómico. Ese año estaba el FOJE y solo iba uno por España. Yo logré la cuarta mejor marca española de todos los tiempos, pero otro chico catalán batió el récord de España y fue el elegido. Luego, más adelante, entre las suspensiones de la pandemia y la lesión, se me sigue resistiendo mi primera internacionalidad”. En 2020 se salió. Todo iba rodado. Sus marcas iban subiendo y se llevó el título de campeón de España sub20 al aire libre.
Pero todo giró en 2021. El 2 de enero acudió al Palau Luis Puig a disputar una campeonato de clubes para ayudar al Playas de Castellón. Tenía que hacer la longitud y en un salto se lesionó. “Entré al trote, pero me rompí. No fue grave, pero no supe gestionarlo. Venía de hacer un año increíble, forcé para recuperarme cuanto antes y lo fastidié. Se me vino el mundo abajo por una tontería. Intentando recuperarme, me rompí el otro isquiotibial, el izquierdo. Y ahí ya entré en bucle. Acumulé cinco o seis roturas. Al final de la temporada decidimos olvidarnos de todo, fui al CAR de Madrid a que me trataran los fisios de la RFEA y me dijeron que tenía una rotura de tres centímetros y que tenía que estar tres meses parado. A mitad del verano noté otra vez molestias y decidí con Manoli tomarme unas vacaciones largas. Me vino muy bien y ya volví sin molestias y mucha más confianza. Este año, de hecho, después del último decatlón, en el Autonómico en Dénia -fue campeón con su mejor marca, 7.234-, sufrí una roturita en el isquio y a los cuatro días ya estaba bien”.
Ahora lo cuenta de corrido, pero fueron meses complicados. El deportista deja de competir, de entrenar, y la cabeza sufre. Manoli Alonso lo vivió de cerca. “Hay que tener en cuenta que, en 2021, los sub20 tenían Europeo y Mundial y él tenía la mínima. José San Pastor, a quien no le quito ningún mérito porque hay que ir a la competición y hacerlo, se llevó la medalla de bronce en ese Mundial, y Andreu le metió en Arona trescientos puntos. Con eso solo quiero decir que fue duro tener que renunciar a esas competiciones. Para él fue muy duro en el plano psicológico”.
Andreu corrobora las palabras de su entrenadora. “Al principio lo pasé mal. Nunca me había sucedido algo así y no sabía cómo salir. Me metía mucha presión para volver cuanto antes y luego aprendes que lo primordial es recuperarse bien. No lo gestioné bien. Pero Manoli me ayudó mucho y tuvo mucha paciencia. Me creé un trauma con las vallas porque casi todas las lesiones me las hice en las vallas y Manoli lo probó todo. Primero me tiré dos meses sin tocar una valla, viendo a mis compañeros entrenarlas mientras yo hacía otra cosa. Luego intentamos cambiar de pierna, y no resultó pero me ayudó a recuperar confianza. Luego volví a la normalidad, pero con vallas más pequeñas, y por eso en pista cubierta no hice una gran marca en las vallas, pero en Arona salí en la serie buena y las sensaciones fueron espectaculares”.
El atleta del Playas de Castellón hizo un grandísimo decatlón en Arona. Mejoró su marca en seis de las diez pruebas: 100 metros (11.24), longitud (7,30), peso (11,97), 400 (49.28), 110 metros vallas (14.74) y 1.500 (4:37.21). Lo peor, la pértiga: “Fue un concurso raro, muy largo, y perdí la concentración, se me fue la cabeza”. Aunque su punto débil son los lanzamientos, pero, igualmente, una característica de este castellonense de 20 años es que es muy testarudo. De entrada, ha cambiado de estilo, pasando al giratorio, en el peso. “Soy muy cabezota y no acepto tener ninguna prueba mala. Esto no lo sabe mucha gente, pero como se me daban mal los lanzamientos, me compré un disco malo y en el pueblo me iba a los huertos y me ponía a lanzar. ¡Si he aprendido a disfrutar hasta del 1.500! Y la pértiga, que la entrenamos los lunes con Manel Miralles, también me encanta prepararla”.
Aún así aún queda mucho margen de mejora. Este año no tiene campeonatos internacionales en el horizonte. Solo le queda un decatlón, el Campeonato de España sub23 los días 9 y 10 de julio en Santander, así que esta va a ser una temporada de transición, como detalla su entrenadora: “Nuestro planteamiento para este año era colocarnos a un nivel bueno para ya atacar el 2023 con más agresividad. Andreu es muy talentoso y, si no le falla la concentración, acabará rindiendo también en los lanzamientos”.
Motivación no le va a faltar, por su propio carácter y por la gente que le rodea. Porque Andreu Boix tiene el privilegio de estar en un grupo lleno de grandes atletas de combinadas: Claudia Conte (subcampeona de Europa sub23 y sexta en el último Mundial indoor), Carmen Ramos (explusmarquista nacional de heptatlón), Jorge Dávila (campeón de España sub23), Óscar Andrés Bou (subcampeón de España), Francisco Gómez… “Es un grupo ideal porque, además de ser muy buenos, tenemos una gran relación. Los chicos llevamos toda la vida juntos y nos respetamos mucho pero también somos un poco cabrones. En las series y en todo tenemos muy buen rollo, pero nos picamos muchísimo. Y luego están las chicas, que son las referentes del grupo, las más serias y las guían el nivel del resto”.