VALÈNCIA. Un aniversario pretende celebrar una relación, amistosa o afectuosa, entre dos o más partes. Esa relación no puede estar basada en el sometimiento o en el mercantilismo, porque entonces solo se conmemora el día de la infamia, de la caída o de la victoria, pero no el de la concordia, el del encuentro.
Para el séquito de Meriton no había nada que celebrar el pasado 18 de marzo: no hay amor por ningún lado. Para Meriton, con Murthy como cabeza visible, la única fecha que debe existir, más allá de los primeros flirteos, es la del 24 de octubre, que es cuando se cerró, definitivamente, la compra-venta del club por parte del Antiguo Patronato de la Fundación del Valencia CF, Bankia y Peter Lim, en 2014. Ese sí es su aniversario, su día grande, su motivo de fiesta. Los 103 años del Valencia CF no son nada frente a tan señalada epifanía, ya que sin ese grandioso día el club estaría ya disuelto. Ahora solo tenemos la causa de dicha disolución, hemos aumentado la deuda, proponemos acabar un estadio mucho peor y estamos enemistados con toda institución que se tercie. Vale, sí, pero respiramos gracias al servicio médico de Meriton.
Pensarán, no lo sé, que no hay nada que celebrar en esta familia valencianista, por eso, el presidente del club ni tan siquiera considera importante representar al valencianismo en una cita tan importante con la Federación Española de Fútbol y el Real Betis Balompié para el reparto de las entradas. Ámsterdam bien vale una ausencia, por sus barrios, con tantos locales con sus lucecitas y sus escaparates tan llamativos y su oferta lúdica y variopinta.
Estamos en tierra de nadie, emocionalmente hablando. Nuestra pareja de baile prefiere no bailar o hacerlo con otro u otra antes que con su legítima pareja. No le gusta: le tira más lo inglés, el exotismo de la Premier, la grandilocuencia del Barcelona, los calzoncillos patrocinados por Cristiano Ronaldo, las fricadas de los príncipes de Zamunda (¡mítica película!), las conversaciones de los mafiosos en las mesas y las alfombras rojas de la Champions que los otros juegan. No le llama la atención la pasión valencianista, su entrega humilde y constante, su compañía y esa dignidad que suelen tener los equipos grandes que están pasando una mala racha institucional o la criatura que ha dejado a cargo de Bordalás, haciendo a veces de niñero.
Nos ha tocado vivir el aniversario del club en casa, solos y sin luz (que vale mucho). Sumidos en medio de la pobreza, a pesar de que entramos en la primavera y se nos atisba que en abril podemos vivir una noche mágica o trágica, depende de las letras que le acabemos poniendo al juego. La cosa es que nadie de Meriton tuvo para bien acordarse del valencianismo, en ningún sitio. Estábamos vestidos, con ganas de soñar un poco, y se nos ha vuelto a quedar cara de tontos con el plantón del presidente y la retahíla de noticias por todos los frentes.
Ya nos está poniendo la mosca detrás de la oreja que Meriton nos quiera convencer de que trasladarnos a una casa más pequeña, sin vistas al Mediterráneo y con una lona que nos parezca un cuadro de Dalí en lo alto, es la mejor de nuestras soluciones, porque Meriton, consorte de la familia y propietario de las victorias, sabe lo que el Valencia CF quiere, necesita y desea. El valencianismo no tiene ni idea de lo que quiere, porque en este mundo del fútbol hay poca inteligencia: lo que realmente es inteligente es no dar la cara por el club al que presides, en ningún momento, pero sí marcarse un buen almuerzo al sol de esta desagradecida ciudad valenciana y marcharse a otro país, bien lejos, para que no me puedan encontrar. Eso sí es ser hábil, listo, perspicaz y gran dirigente.
Entiendo que Murthy estará pensando que bastante tiene él con vigilar a la prensa, soltar a sus perros de presa por diferentes cauces, defender la honorabilidad de su amo y señor Lim, que está en los cielos, cuidar la gastronomía valenciana con esmero y aportando una importante cantidad económica a las arcas valencianas con ello. Ocupa mucho presentar proyectos de estadios de segunda o tercera categoría, porque lo normal es hacerlo de nivel y a la primera, pero Murthy no es un ser normal, es algo más: un enviado, un elegido que entiende que no hay camino corto y fácil que te lleve a algún lugar que merezca la pena. Eso es para vasallos sin ánimo de crecimiento. Eso es para parejas que saben qué les hace falta a sus acompañantes, que deciden por ellos o ellas si llega el caso, porque existe esa superioridad que te da tu posición alfa dentro de la relación, que te confirma como superior a tu otra parte. Por eso le puedes hacer callar, le puedes dejar sin voz o te puedes aprovechar de sus bienes y de su economía cuando el club está pasando un mal momento económico, pidiendo que pague por todo, a un coste elevado. Esto sí es ser un buen acompañante, ¡Adónde va a parar! Esto sí es entender de qué va esto de vivir en pareja, de querer hacer más feliz a tu otra parte, de ser detallista en el día a día, de cuidar cada momento compartido y, sobre todo, de querer celebrar el día que, por suerte, vino a la vida aquel o aquella que queremos. La pregunta es ¿Qué quiere Lim del Valencia CF?