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Apagón general

14/03/2020 - 

VALÈNCIA. De manera generalizada encontramos en el deporte la gesta, la gloria y el heroísmo que nos suele faltar en nuestras vidas cotidianas. Pero la competición deportiva no escapa de ser un reflejo de la sociedad en la que vivimos porque son personas como usted o como yo los que lo protagonizan. Y esa imagen poderosa, asociada con la excelencia física y mental, se difumina en momentos como el que vivimos y nos coloca a todos en el mismo nivel cuando alcanzamos a entender que los deportistas profesionales no son inmortales, que están expuestos a los mismos peligros que cualquier otro ciudadano y que, obviamente, tienen el mismo derecho que los demás a proteger su salud y su integridad. La maldita pandemia que nos asola y que nos asusta no hace distinciones a la hora de elegir dónde anidar su veneno y, si algo positivo podemos sacar de todo esto, quizá sea el hecho de comprobar qué es lo verdaderamente importante y qué no lo es tanto. Ya volverá el fútbol cuando deje de ser un peligro congregar 40.000 espectadores en un estadio y cuando ni espectadores ni protagonistas corramos un riesgo innecesario. Ya volveremos a discutir sobre los errores arbitrales, sobre el VAR, sobre las chapuzas del dirigente de turno y sobre la inconveniencia de los goles encajados. Las aguas volverán a su cauce si nos armamos de responsabilidad y paciencia. La paciencia tiene que, obligatoriamente, convertirse en nuestra mejor aliada en días difíciles e inauditos acostumbrados como estamos al estado de bienestar donde vivimos instalados. 

Ojalá sirva la imagen de un mundo sin competiciones deportivas -quiera Dios que por poco tiempo- para ejemplificar lo que nos está pidiendo la ciencia, lo que nos demandan las autoridades aunque lleguen tarde y mal como casi siempre y lo que nos demanda el más elemental comportamiento cívico. Una suerte de “apagón general” que tenemos que soportar pacientemente por responsabilidad. Si el futbolista de éxito y la plusmarquista mundial se quedan en casa para evitar males mayores y regatear el contagio… de la misma manera que intentamos imitarles en tantas ocasiones hagámoslo también en este trance que hemos de superar juntos y, a la vez, a distancia. Vamos a ganar este partido y vamos a salir todos más fuertes de él aunque no tengamos un espectáculo deportivo que nos amenice el domingo. Los deportistas se quedan en casa y nosotros… también. Porque en realidad no existen los superhombres ni las supermujeres o… al contrario: todos nos convertiremos en superhombres y supermujeres en la medida que seamos capaces de hacer lo que tenemos que hacer y cuando lo tenemos que hacer y lo que ahora toca es ver pasar de largo el ‘bicho’ desde la ventana de casa.

Ante el peligro todos somos iguales. Recuerden aquel viejo proverbio que dice que “al final de la partida, el peón y la reina vuelven a la misma caja”.


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