La explusmarquista española de salto de altura del Valencia Terra i Mar (antes Valencia CF), que vive en Moncada, sufre ELA
Hace un mes, alguien me contó que la exatleta Mar Martínez tenía ELA. Hice dos o tres llamadas y conseguí su número de teléfono. Pero ahí se quedó. En el ‘wasap’. No me atreví a llamar. No sabía si le acababan de detectar esta enfermedad terrible e irreversible o si ya había perdido su independencia. Cuando, días después, Juan Carlos Unzué se puso delante de un micrófono para anunciar públicamente que a él también le había tocado esta lotería infausta, me lo replanteé. Volví a buscar el número en esa selva de mensajes que son los móviles, lo encontré y me quedé dudando unos minutos si marcarlo o no.
Durante ese tiempo impreciso, recordé que no recuerdo mucho. Apenas tengo alguna imagen borrosa de ella saltando para el Valencia Terra i Mar, pero, caprichos de la vida, tengo grabada una escena, un momento breve al pie de un autobús, que persiste nítida en mi memoria.
Eran mis primeros años escribiendo de atletismo con mucha dedicación. Cuando Rafa Blanquer me invitó, al ver mi interés juvenil, a viajar con el equipo. A seguir las gestas de sus atletas, a descubrir cómo eran los campeonatos por dentro. A la vuelta de una de esas jornadas de Liga en Dios sabe dónde, el autobús hizo una parada en un área de servicio. Los deportistas aprovecharon para bajar e ir al baño, estirar las piernas o, unos pocos, fumarse un pitillo. Yo, tímido por naturaleza, me quedé de pie al lado de la entrada del autobús. Solo. Hasta que alguien vino en mi auxilio. Era Mar Martínez, que, para mí, en realidad, era la chica que hacía altura. Mi conocimiento de este deporte en aquel momento no tenía tanta profundidad.
Era noche cerrada. De madrugada. Mar me vio solo y debí darle un poco de lástima. Se acercó y me preguntó que quién era, en qué medio escribía, qué edad tenía, si me gustaba el atletismo… Fue lanzando las preguntas con la premura de un crupier. Yo respondí agradecido por el interés. Luego me explicó muy poco de ella. Que llevaba toda la vida en esto, que había sido la mejor de España varios años y que pensaba que no le quedaba mucho.
Me trató como trata una veterana a la júnior. Cuando, en realidad, somos coetáneos. Pero sus años de carrera y mi timidez hacían que pareciera que nos lleváramos diez años.
Es verdad que no le quedaba mucho más. Ese mismo año, o al siguiente, dejó el atletismo. Ya había pasado una década desde que le quitó el récord de España a Isabel Mozún. Había agotado sus grandes saltos. Las medallas estaban cada vez más difíciles. Así que solo sintió que no le quedaba más por dar y se fue por la puerta casi sin decir adiós…
Fue una buena atleta, la que más saltó en nuestro país del 89 al 95, y campeona de España en seis ocasiones (tres al aire libre y tres en pista cubierta). Esta exjugadora de voleibol batió el récord nacional cuatro veces, hasta dejarlo en 1,88 tanto al aire libre como bajo techo.
Aún le dio tiempo a coincidir en el Valencia con Ruth Beitia, aunque me parece que no llegó a intuir lo alto que llegaría esa chica de Santander que se ponía a cantar a voz en grito en el autobús.
No volví a ver a Mar Martínez. Ni a saber de ella. Hasta que alguien me llamó y me dijo que tenía ELA.
El periodista Alfredo Varona sí se atrevió a marcar su número. Habló con su marido, Alfredo, que está de baja por depresión. Viven en Masías, una urbanización de Moncada, y tienen dos hijos. Antes de este terrible golpe, Mar había vuelto a practicar atletismo y daba clases de Matemáticas en el colegio Sagrado Corazón de Godella. Pero ahora está sentada en una silla con muchas limitaciones.
Ella siempre será, para mí, la chica que vino a charlar conmigo cuando estaba aburrido y solo en mitad de la noche. Yo, en cambio, soy el cobarde que no se atrevió a llamarla cuando su vida ha entrado en la noche.