VALÈNCIA. Fue el pasado 3 de Marzo, cuando bajo el techo de un renovado Emirates Arena de Glasgow, un salto de 6 metros y 78 centímetros, rompía otro techo, el de inaugurar un palmarés internacional en este tipo de competiciones hasta la fecha diáfano. Era en salto de longitud, era Fátima Diame, quien se colgaba el tercero de los metales en juego del Campeonato del Mundo Indoor, el cual se definía por un escaso centímetro de distancia respecto a la cuarta clasificada finalmente.
Un salto que se sabía llevaban esas piernas, pero que hasta la fecha no había aparecido en una cita de esta índole. Si lo había logrado en Juegos del Mediterráneo o Campeonatos Iberoamericanos, pero no, hasta ahora, en un evento tan exigente. Pero además, Diame lo conseguía a meses de la ilusionante parada en París 2024, a la cual llega en el, posiblemente, mejor momento de su carrera deportiva. Un éxito que le ha dado la tranquilidad del que se quita un "peso de encima" , sin presión y que le hace encarar el viaje a la capital francesa con otra mentalidad y quizás, con otras expectativas también. Falta la confirmación institucional, pero si no lo impide ningún contratiempo físico, la atleta valenciana participará en lo que serán sus segundos Juegos Olímpicos tras debutar hace tres años en Tokyo, donde tras regresar del país nipón, tuvo dudas incluso de continuar practicando su deporte. Sin embargo, fue toda una leyenda como Iván Pedroso, quien le devolvía una ilusión que parecía perdida. Un traslado a Guadalajara, donde bajo el cobijo del cubano, regresaba a ser esa potencial medallista en las grandes plazas, la cual refrendaba esas expectativas siempre generadas sobre su figura, con un primer final feliz en la ciudad escocesa.
Diame es de esas que no expresan sus sentimientos mientras compite. La que mantiene la mirada fija en el objetivo, dando la falsa impresión de estar ausente de la pista, de las rivales, del público y de cualquier tipo de entorno que pueda ser perjudicial para buscar el mejor brinco posible.
Ahora el objetivo es poder replicar todo el buen trabajo realizado en la pista cubierta, para de esta manera, trasladarlo al aire libre y poder así dejar su firma en el Estadio Olímpico. Un escenario, que a buen seguro, le hará recordar aquellos paseos junto a sus padres junto las pistas del viejo cauce del Turia, donde descubrió la existencia de otras calles, las del tartán valenciano. Allí, bajo el amparo de Rafa Blanquer, avanzaría en su crecimiento personal y deportivo, donde en este segundo, dejaba marcada una primera huella siendo una adolescente, obteniendo los títulos nacionales absolutos de longitud y triple salto. Todo ello fijándose en su compañera de club, Niurka Montalvo, con la que pudo compartir algunos entrenamientos, mirándola con ojos de admiración y soñando en repetir gestas como la de proclamarse campeona del Mundo en 1999, en aquella inolvidable y calurosa noche en La Cartuja.
Aquella tarde en Glasgow pudo ser un antes y un después en la vida de Fátima, como lo fue vivir cerca de un recinto deportivo, como lo fue que apareciera en su vida Blanquer, como lo fue que eligiera el salto de altura, como lo puede ser la final olímpica el próximo 8 de Agosto en pleno barrio de Saint - Denis.