VALÈNCIA. Joven, muy joven, pero maduro, muy maduro. Así se podría definir el estado en el que se encuentra en la actualidad el atleta Enrique Llopis. El de Bellreguard, a sus 23 años, está, como dirían los de su generación, plenamente metido en su "prime". Y es que el velocista valenciano llega a París 2024 con hambre. Con la que tiene el que pasa las vallas con una fuerza descomunal, con la confianza del que sabe que está haciendo las cosas bien, con un físico que acompaña y responde y con la ilusión por bandera. Así, su primera experiencia olímpica llegará refrendada además por unos resultados cargados de brillantez. Muestra de ello, la medalla de plata obtenida en los 110 metros vallas del Campeonato de Europa, celebrado hace apenas un mes en Roma. En un año, justo en su comienzo, el cual vio como rozaba subir al podium en el mundial bajo techo de Glasgow.
Competidor nato, la aparatosa caída en la final del continental indoor de 2023, podría haberle generado dudas tras las secuelas sufridas. Pero al revés, meses después parece que aquella circunstancia ha sido un acicate que le ha llevado a seguir superándose, a mejorar sus marcas y a soñar, al menos, con una final olímpica y porqué no, pensar, como lo hizo Orlando Ortega en esta misma prueba durante Río de Janeiro 2016, en colgarse finalmente una medalla. Un Quique que soñaba de pequeño con ser una estrella del fútbol, pero que la vida, su esfuerzo, sacrificio y de los que le rodean, lo ha llevado a serlo en una de las disciplinas deportivas más explosivas.
Ahora es turno de continuar creyendo y progresando, para de esta manera, seguir escribiendo una bonita historia que le acabe de ubicar en la mesa de leyendas como Javier Moracho, Carlos Sala o el propio Ortega. Que así sea...