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OPINIÓN

Arroz y tartana del balón

Porque en el fondo queremos ser como aquellos grandes, con presentaciones escandalosamente escandalosas, abrir telediarios, Manolos y Chiringuitos. Aunque no lo digamos...

10/06/2016 - 

VALENCIA. Ya ven. Estamos en campaña. Las diferentes opciones a las que depositar nuestra confianza son un abanico de colores, de planes de futuro y de promesas de alegría permanente. Estamos pensando desde ya, aunque queda mucho, a quien entregar nuestro corazoncito, a quien elegir para que sude la camiseta por nosotros. Y para nosotros. Que nos saque de la zozobra. Para poder divagar, debatir, e incluso discutir acaloradamente apoyados en la barra del bar, tomando cualquier refresco. O mucho mejor, en Twitter, con las chanclas recién sacadas del armario y esa camiseta vieja a la que le tenemos tanto cariño que nos hace las veces de pijama de verano. Tendremos debates en los medios, entrevistas, sondeos, análisis sesudos sobre las opciones que se pongan encima de la mesa y encuestas más o menos interesadas según el medio en el que se publiquen.

Evidentemente, hablamos de fútbol y los fichajes. ¿O qué pensaban?

Y, la verdad, da un poco de pereza. Pero el negocio está así montado. Ya saben los lectores habituales de este rincón que es época de serpientes de verano. De termómetros. De rumores. De desmentidos por parte de representantes y algún 'off the récord' tratado como confidencial. Vender, vender, vender. Como aquella versión del ganar de Luis Aragonés, pero más capitalista. Vender minutos de radio, vender hojas de periódico, vender audiencias de televisión. Hace cosa de dos, tres o cuatro semanas ya hablábamos de Albiol y de sus bandos de lovers y haters. Pues nada nuevo bajo el sol. Por mucho que Quilón, el Mendes post doblete, diga que nada de nada. Es el juego del gato y el ratón. Los medios se aprovechan de las palabras de los representantes para vender periódicos y los representantes se aprovechan de los medios para encarecer y vender mejor su producto, sus representados. Todo lícito. Todo correcto. Todo bien.

Y tendremos tiempo para hablar de jugadores. Pero cuando estén aquí. Y valoraremos si Gómez es el nuevo Gamarra. Esperemos que no. Porque Gamarra pasó por el Atleti, que no era ni la sombra de lo que es ahora y, con el paraguayo en su plantilla, bajó a Segunda. Y decidiremos si el Chori vuelve o no a la terreta. Y echaremos humo por Twitter cuando el Sevilla o el Villarreal de mi querido Héctor Molina (felicitats!) se entrometan en el fichaje del Sarabia de turno. Y nos embriagará la desazón porque en el fondo somos como chiquillos y queremos cromos nuevos, caros y que nos llenen los ojos de portadas a cuatro columnas, con grandes tipografías. Porque en el fondo queremos ser como aquellos grandes, con presentaciones escandalosamente escandalosas, abrir telediarios, Manolos y Chiringuitos. Aunque no lo digamos. Aunque no lo digan ni con la tercera copa de vino. Porque somos así. 

Pero tengan en cuenta una cosa, queridos lectores. Estamos marcados por el destino. Ese que marca que solo somos portada más allá de Almansa cuando las cosas van mal dadas. Cuando todo es una balsa de aceite, cuando la pelota entra y cuando le mojamos la oreja a los grandes, no interesamos. Más bien, molestamos. Imaginen como está el patio que, si Lim se volviese loco y firmase a Neymar, Agüero, Mata y Silva de una tacada, ni aún así seríamos foco. Por mucho pecho que sacáramos. Porque somos así. Somos de arroz y tartana, que decía Blasco Ibañez. Cuando, en realidad, siempre hemos tocado la gloria siendo de cañas y barro.

Abracen nuevas lecturas. Troleen a radicales cuadriculados. Disfruten de otras cosas, que el circo solo nos necesita cuando la pelota comience a rodar. Que ya tendremos tiempo a todo. ¿No creen?

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