VALÈNCIA. En el Wanda Metropolitano se respetó el escudo y se estuvo a la altura del sentimiento granota. Si hay que decir adiós a Primera División que sea así: con compromiso, entrega y fútbol. Tan fácil y difícil a la vez. Si es que no pedimos más que defender estos colores hasta el final. El Levante tuvo alma, actitud y sacó ese carácter que ha mostrado a ratos y muy pocos en las 23 jornadas anteriores. Y eso que tres días antes, el duelo contra el Real Betis en el Ciutat dejó la sensación de que no quedaba nada y que la muerte deportiva iba a ser lenta y agónica.
Ante el Atlético fluyeron como colectivo y se dejaron la piel. Y da también mucha rabia porque no hacía falta esperar al Wanda para disfrutar de una victoria de equipo en mayúsculas, de las de reconciliación con la afición si el lastre no fuera tan pesado. Lo que reclama el levantinismo es sentirse orgulloso de los suyos cada partido. Es complicado de entender este cambio tan radical y sin quererlo, porque duele, vienen a la memoria muchas derrotas injustificables ante rivales de menor envergadura que los colchoneros. De los 14 puntos, cuatro de seis han sido contra los del Cholo Simeone. Prefiero disfrutar de este triunfo y que ojalá esta intensidad y personalidad sea la línea a seguir. Solamente se ha ganado la oportunidad de volver a morir por el escudo en Vigo.
Con todo lo acumulado, ahora a 10 de la permanencia que marca el Granada con 24 y con el que aún habrá que medirse en Los Cármenes, esto no va de creer o no creer. El vestuario le quitó el foco a la presión de la salvación y saltó al césped del actual campeón como si no fuera un partido de Liga, como si jugara allí todos los días. Muchos pensábamos que el Levante saldría arrodillado y por la enfermería. No me escondo si además reconozco que no entendí la alineación porque la derrota ante el Betis había dejado a unos cuantos jugadores señalados, sin merecer que tuvieran la oportunidad de reivindicarse y revalorizarse. También es verdad que la apuesta estaba muy condicionada por las ausencias de hasta siete futbolistas (Mustafi, Campaña, Postigo, Vezo, Radoja, Franquesa y Soldado), con Clerc entre algodones y al final sin minutos, y con cuatro jugadores del Atlético Levante en la lista (Leal, Joseda, el guardameta Cuñat y el ya habitual Marc Pubill).
Hubo muchos nombres propios que dieron un giro de 180 grados a su rendimiento. Prácticamente todos sacaron una gran nota. Melero cambió radicalmente de la primera parte a la segunda. De Frutos fue una pesadilla y solamente Oblak impidió que volviera a marcar en el Metropolitano. Malsa soñará con ese zapatazo desde el medio del campo al larguero en la prolongación que hubiera sido el gol de la temporada. Cáceres, respaldado por Duarte y Róber Pier en sus versiones más solventes, ha llegado para ser el líder de una zaga que pareció otra a la que llevaba 50 goles en contra. Miramón no rehuyó la pelea pese a sus evidentes limitaciones, al igual que las tiene Son, constantemente señalado, que se mostró firme como carrilero zurdo. Cárdenas no estuvo exigido y la portería a cero le reforzará seguro. Roger es necesario, aunque siga gafado de cara a gol. El Pistolero ejemplificó su evolución de las últimas temporadas con constantes ofrecimientos, descargas, oxígeno, entrega y compromiso.
Y va a ser una pena si al final no se emprende la reconstrucción con Pepelu, uno de los frentes abiertos en la hoja de ruta de Felipe Miñambres ya que acaba contrato el próximo 30 de junio. El Levante fue tremendamente superior al Atlético bajo su batuta en el centro del campo. Práctico, ofreciéndose y recuperando balones. Por no insistir una vez más en el valor añadido de ser un producto criado en la factoría de Buñol. Hasta Coke y Vukcevic acabaron en el campo y aportaron su granito de arena para dar la campanada por lo imprevisible del momento. Con el Levante convives en el cielo y el infierno de un partido para otro. Que los momentos, para lo bueno y lo malo, se saborean de una manera explosiva.
Si por alguien me alegré por este 0-1 fue sobre todo por Alessio Lisci. No perdió el control entre el desmadre, las críticas y la acumulación de marrones que se ha tenido que comer que no eran de su responsabilidad y que se sucedían por el exceso de improvisación. Hizo un ejercicio de paciencia y no se dejó llevar por los daños de las últimas derrotas que le colocaron en el trampolín de salida. Por supuesto que también consciente de sus errores, de una gestión con grietas, de un discurso que se estaba viniendo abajo y de que al final los resultados dictarían sentencia. Alessio fue el gran triunfador gracias a unos futbolistas que por fin plasmaron el plan del italiano en el campo, con sus fisuras e instantes de fragilidad, y encontraron recompensa. Fue el día en que todo salió bien y esta vez con total merecimiento. Me encantaría pensar que los jugadores están con el míster al cien por cien y no solamente por la magnitud del escenario.
Antes del Wanda, y aún sin la garantía de continuar hasta final de temporada pese a este impactante triunfo, la dinámica negativa le dejó contra las cuerdas y las palabras de Felipe Miñambres, sin ser explícito pero siendo claro, tambalearon su estabilidad en el banquillo del primer equipo. No solamente por el ‘caso Alessio’, hacía tiempo que no escuchaba en el Levante un discurso profesional, realista, creíble, directo, nada forzado, sin estridencias y con un fin constructor como fue el del nuevo director deportivo en su presentación. Una puesta de largo sin querer hablar en exceso del futuro sin pelear el presente. Creo que estamos en buenas manos con Felipe Miñambres. Otra cosa es todo lo que le rodea. Su suerte será la nuestra. No sé si la llegada del astorgano fuera el motivo principal de esta demostración de orgullo, a lo mejor se ha activado el ‘click’ gracias a él. Algo ayudaron sus palabras. El calendario es caprichoso y el lunes se reencontrará con su pasado reciente en el Celta de Vigo.
Aunque el panorama sigue siendo aún muy oscuro, hay que otorgar a estos tres puntos el valor que merecen. Que el Levante, colista casi perpetuo, minimizó a un Atlético que amarraba este cara a cara antes de jugar, además con un sector de su afición que se retrató al cantar ‘A Segunda’ a un equipo que le estaba tocando la cara en su casa. Este 0-1 debe servir para conseguir que el Levante luche por ser competitivo hasta el final. Hay que ser realistas y no ilusionarse en exceso. No vale la pena hacer más cábalas que la propia inmediatez, el partido a partido, y en el del lunes hay que acometer otro ejercicio de compromiso y profesionalidad.
Hay que dejarse la vida en Balaídos para demostrar que lo del Atlético no ha sido de cara a la galería y para salir en la foto conquistando un estadio cinco estrellas una vez más. Mi duda es si esta segunda victoria de la temporada será un espejo en el que mirarse o si acabará siendo un espejismo. Este partido tiene que generar muchas cosas en lo anímico. Y que no pase como en la victoria anterior ante el Mallorca, que se pasó de ‘sí se puede’ a asumir que el final de esta historia ya tiene desenlace debido a esas tres derrotas injustificables ante Cádiz (0-2), Getafe (3-0) y Betis (2-4), sobre todo las dos primeras, que hicieron muy profunda la herida, dando motivos de sobra para pensar si a alguien le importaba este desastre a excepción de los que sufrimos día a día desde la grada y fuera de casa por televisión.