VALÈNCIA. Disneylandia es un lugar maravilloso, donde toda la gente que va, consigue su objetivo de disfrutar, pasarlo bien y, además, llevarse un grato recuerdo. Un lugar idílico para todos los visitantes. Eso es, más o menos, lo que ha sido el Valencia CF en los últimos dos años para todos los equipos que llegaban al feudo blanquinegro. Llegaban, se lo pasaban bien y regresaban. Pero ese tiempo tan feliz para ellos se acabó. Ha llegado la hora de inaugurar temporada a lo grande: Bienvenidos a Bordalandia.
El año pasado y el anterior muchos de los equipos que venían a jugar a Mestalla contra el Valencia CF se sentían como en un parque de atracciones. Todos ellos venían a disfrutar en familia, se divertían, se lo pasaban en grande y, además de irse con los tres puntos, acababan con la satisfacción de querer volver al año siguiente -igual que en Disneylandia-. Y es que, con un equipo sin alma, técnicos sin ganas o capacidad para poder llevar la situación y un estadio sin público, se daban los condicionantes necesarios para que casi cualquier club tuviera la oportunidad de asaltar Mestalla sin mucho mayor esfuerzo que no cometer errores. Antes era un parque de atracciones y distracciones; ahora, tiempo después, nada es igual.
El escenario es el mismo, pero la temática ha cambiado. Lejos han quedado los recibimientos en cabalgata –del centro del campo-, los pasillos triunfales –en defensa-, los regalos anticipados –en la portería- o llevarse siempre el obsequio a casa -en forma de puntos-.
Bordalandia es otra cosa. Es un lugar acorazado, férreo y seguro. Donde el disfrute viene solo por y para los de casa; y en el que los únicos regalos que se conceden son los banderines al inicio de partido y las camisetas de Mamardashvili y Alderete como recuerdo al final.
Porque tenemos a Bordalás. Él es el creador, el ideólogo y la mente privilegiada en este Parque de pocas atracciones. Un director que ha dotado de una identidad clara al equipo: un ADN bronco y copero que está emergiendo con una plantilla que está totalmente involucrada en la idea de fútbol del entrenador. Ahora, jugar contra el Valencia CF ya no es tan fácil, bonito ni divertido. Con un juego directo y eléctrico; con una presión constante y en bloque alto; con un carácter peleón atrás y efectivo arriba, que hacen de este equipo un auténtico quebradero de cabeza.
Con una plantilla más completa de lo que imaginamos donde la polivalencia es un claro valor al alza, hay hombres suficientes como para afrontar con garantías cualquier partido que se precie. Lejos ha quedado aquel tiempo en que no había recursos o, los que había, eran inservibles por calidad o mentalidad.
En Bordalandia el correr no se negocia. El presionar al rival y apoyar al compañero tampoco. Y, por supuesto, se pelea cada segundo como si fuera el último. Un compañero se deja la piel por otro y el entrenador lo hace por todos juntos. Ese es el verdadero espíritu y ADN valencianista.
A todo ello, hay que sumarle cerca de 30.000 gargantas animando, apoyando y alentando al equipo para que consiga la victoria y afianzarse en la parte alta de la clasificación. Un público que siempre ha sido un factor clave y que lo va a seguir siendo con más motivo esta temporada.
Si bien es cierto que el Madrid siempre se ha dejado puntos en sus últimas visitas a Mestalla –no todo el mundo supo disfrutar de Disneylandia en su momento- estoy seguro que ahora con más motivo estarán ojo avizor a lo que pueda exigir el nuevo recinto.
No tenemos por desgracia a la Curva, ni somos propietarios del recinto como nos gustaría, pero lo que sí está claro es que Bordalás ha conseguido cambiar las cosas desde dentro, con un estilo definido y con el apoyo de todo el valencianismo. Y el que no se haya subido aún a la Bordaleta que se lo haga mirar, porque el Valencia CF es una cosa, y las guerras de cada uno son otras.
Esto es Mestalla. Vuelve el Valencia CF.
Benvinguts a Bordaland.
Bienvenidos a Bordalandia.